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Nahia, la adolescente sorda que no tiene intérprete de lengua de signos en el instituto de Lakua en Vitoria

Educación argumenta que en las bolsas de empleo no hay nadie para sustituir a la intérprete que acompañaba a Nahia y le han asignado dos pedagogas terapéuticas, medida que la familia considera que no es la solución adecuada

Nahia el pasado mes de junio en un campamento estatal de jóvenes sordos, en Galicia.

Nahia el pasado mes de junio en un campamento estatal de jóvenes sordos, en Galicia.

Vitoria-Gasteiz

Nahia es una adolescente sorda que, desde el pasado 23 de noviembre, no cuenta con una intérprete de lengua de signos que le acompañe durante su jornada en el Instituto de Lakua. Al empezar el curso escolar, en septiembre, el centro educativo sí le asigno una intérprete. Sin embargo, en noviembre enfermó y le dieron la baja laboral. Fue entonces cuando, desde el Gobierno vasco, le asignaron a Nahia dos pedagogas terapéuticas que conocen la lengua de signos y que, desde este martes, se dedican en exclusiva a atender a la alumna. La primera de ellas por las mañanas y la segunda por las tardes.

Su padre, Pedro García, explica a la Cadena SER que esta no es la solución adecuada ni tampoco la que Nahia necesita. "Una pedagoga terapéutica (PT) no puede, por ejemplo, interpretar una charla de biología o educación sexual porque no está capacitada para hacerlo en lengua de signos. Es una profesora que sabe lengua de signos con cierto conocimiento, pero no está formada para interpretar", denuncia García, que acusa al Gobierno vasco de "intrusismo laboral".

Desde departamento de Educación explican que en las bolsas de empleo no había ni hay nadie para sustituir a la intérprete que acompañaba a Nahia. De ahí la opción de asignarle dos pedagogas terapéuticas.

Para García la solución estaría en que el Gobierno vasco formase a sus intérpretes en Euskadi o en la creación de "una bolsa con unas buenas condiciones laborales. Entonces seguro que te van a venir intérpretes. Pero claro, se merecen un contrato fijo en condiciones y no por horas ni por días y que cuando lleguen las vacaciones les manden al paro".

García ha solicitado una reunión con la Delegación Territorial de Educación en Álava para discutir sobre la situación de Nahia, pero, por el momento, no ha obtenido respuesta.

La historia de Nahia

Cuando Nahia tenía dos años, una profesora avisó a sus padres de que "notaba que cuando, por ejemplo, los niños le pedían que trajera el lapicero azul, ella les llevaba cualquier otro color menos ese color. Esa fue la primera noticia que tuvimos de que había algo que no cuadraba", relata su padre. A medida que pasaban los años, se percataron de que Nahia no se comunicaba como el resto de niños de su edad.

Preocupados, llevaron a la pequeña al logopeda para tratar de solucionar el problema. Lo que no sabían era que Nahia sería posteriormente diagnosticada con un síndrome epiléptico conocido como POCS (Punta de Onda Continua en el Sueño). Este provoca que, cuando está dormida, sufra unas pequeñas descargas eléctricas continuadas en una zona del cerebro que queda dañada de manera irreversible. Aunque, en un principio y tras varias pruebas, les hicieron pensar que se podía operar, finalmente les comunicaron que la única forma de minimizar el problema era con medicación. Y les explicaron que se trataba de una enfermedad que tiende a remitir e incluso desaparecer con la adolescencia, pero los daños son irrevocables.

Finalmente, Nahia empezó a utilizar la lengua de signos en el colegio cuando tenía ocho años. "Gratamente vimos que funcionaba, que la lengua de signos la entendía y sabía comunicarse y expresarse. Se nos abrió el cielo porque por lo menos teníamos comunicación con la cría", recuerda su padre. Durante los cursos de cuarto y quinto de primaria, Nahia estuvo acompañada de una intérprete que le enseño a utilizar la lengua de signos, pero, desgraciadamente, esta abandonó el centro.

Ante la escasez de intérpretes, el centro contrató a una mediadora comunicativa que "tenía un nivel de lengua de signos mucho más inferior que el de una intérprete. Mi hija ya tenía un cierto nivel y supuso un choque" explica García. "Ella misma nos hacía saber que no se entendía con la mediadora" porque "pusieron a una persona cuya función es la mediar y no la de interpretar", añade el padre de la joven.

Empezó entonces una batalla entre la familia de Nahia y las instituciones educativas por tratar de asignar de nuevo una intérprete que pudiera acompañar a Nahia cuando acude al instituto. Una batalla que siguen luchando a día de hoy.

 
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