Historia del hotel Quintanilla (1877-1925), uno de los más importantes de Vitoria en su época
El Hotel Quintanilla, situado en la calle de La Estación -hoy Dato-, es en la actualidad un edificio de viviendas
Vitoria-Gasteiz
El empresario Gervasio Quintanilla García (1825-1887), natural de Vitoria, comenzó regentando una fonda en la Plaza de Bilbao, hoy Plaza de los Celedones de Oro, y en 1877 construyó un edificio nuevo en la actual calle Dato, que inauguró con el nombre de Fonda de Quintanilla, que con el tiempo se transformó en el Hotel Quintanilla.
Tuvo con su esposa Bonifacia Larrañaga Apaolaza (1831-1886) cinco hijos, de los cuales cuatro fallecieron antes que sus padres. Se habían casado en 1854 en Beasain (Gipuzkoa), localidad donde había nacido Bonifacia. El único retoño que les sobrevivió fue Agustín Pascual, que utilizaba habitualmente su primer nombre, quien regentaría el hotel en solitario, tras el fallecimiento de Gervasio el 1 de octubre de 1887.
EL EDIFICIO
El edificio construido disponía de una planta baja de pequeña altura, utilizada para almacenamiento, y en las tres plantas restantes se encontraban las habitaciones, salones y comedores. Tenía la entrada principal por la calle de La Estación - hoy Dato -, con fachada también a la calle San Prudencio. Fue levantado de acuerdo con el proyecto redactado en 1876 por el arquitecto Martín Saracibar, afamado profesional que fue autor del edificio de la casa-palacio de la Diputación Foral de Álava..
Las fachada de la calle San Prudencio fue diseñada con balcones en su totalidad, y en cuanto a la de la calle de la Estación, se la dotó de miradores, típicos habitáculos destinados a aprovechar el calor del sol, para conseguir una temperatura adecuada en el interior de las casas. La entrada principal dispuso de dos majestuosos arcos, en los que figuraba el año de su inauguración, 1877.
Años después la fonda pasó a denominarse “Gran Hotel Quintanilla”, pasando a ser uno de los dos mejores hospedajes de la ciudad, junto con el Hotel Pallarés.
A continuación del edificio de la fonda y dándole entrada por la calle San Prudencio, en 1877 fue autorizado por el Ayuntamiento el cerramiento del jardín y la construcción de una cochera, para alojar las diligencias que se utilizaban para el transporte de los clientes.
Para iluminar la entrada del hotel por la noche, en marzo de 1883, Gervasio colocó en el machón de entrada al hotel, una elegante farola que era iluminada por varios mecheros que funcionaban con gas.
El hotel disponía de habitaciones de lujo para familias, salón de recreo y lectura, comedor reservado, jardín, baños y buzón. Tenía también servicio de diligencias, landós y berlinas, para transportar a la gente a los baños de Eskoriatza, Otálora y Santa Agueda, o para ser utilizados para paseos y excursiones.
Alejandro Mendizabal, ingeniero que proyectó y dirigió la mayoría de las obras del tren Vasco-Navarro, se alojó en este hotel, hasta conseguir establecer su oficina en otro edificio. Así describe en sus memorias algunos detalles del hotel: “La entrada al hotel, que daba a la calle de la Estación, tenia dos locales, uno a cada lado. En uno estaba la recepción del equipaje y en el otro estaba la Peluquería Quintanilla, en la que había dos peluqueros, apellidados Cabezas, que mas tarde se marcharon e independizaron como peluqueros. Había además un aprendiz, llamado Amado, que se unió a Felipe Echave cuando se independizó. Este Amado, se significó mucho durante la guerra civil, con lo que acabó encarcelado. Cuando salió en libertad, se puso a regentar una carnicería, propiedad de la familia de su mujer.”
En 1925 el edificio dejó de utilizarse como hotel, y su propietario entonces, Agustín
Quintanilla Larrañaga, -el hijo de Gervasio-, lo vendió a Pedro Anitua Gabiña, quien encargó al arquitecto Luis Díaz Tolosana el proyecto de reforma del edificio, para transformar en viviendas las plantas superiores. Hubo que rasgar la fachada de la planta baja y elevar el techo de la misma, con el fin de adecuarla para usos comerciales. Desaparecieron los arcos de entrada al hotel por la calle Dato, proyectándose el portal para acceso a las viviendas, por la calle San Prudencio. Entre 1926 y 1927 se llevó a efecto la obra de reforma, que supuso también construir una planta mas.
El propio Anitua instaló en una de las lonjas, una joyería; el peluquero Joaquín Cabezas, que había ejercido de tal en el hotel, ocupó otra más; se abrió un negocio de loterías y estanco; Ricardo Cobo inauguró su coqueto café Gau Txori, con azulejería vasca, y así sucesivamente otros interesados fueron estableciendo sus negocios en los bajos.
GERVASIO
Gervasio Quintanilla ejerció también de ganadero y en dos concursos de ganado de cerda, celebrados en septiembre de 1880 y enero de 1881, obtuvo dos galardones. Realizó una incursión en la política y en las elecciones a diputados forales celebradas en diciembre de 1882, resultó elegido por el distrito de Vitoria, por la candidatura de los liberales, con 3169 votos, quedando por delante sus dos compañeros de lista, José González de Herédia con 3236 votos y Alejandro Sangrador con 3185. Fue proclamado como diputado, y tomo posesión en sesión celebrada por la Diputación el 3 de enero de 1883.
El ayuntamiento en aquella época se encontraba con un presupuesto muy reducido, y no podía atender entre otros los gastos destinados a diversiones públicas. Gervasio fue una persona desprendida, colaborando en julio de 1881 con 100 reales, junto con otros ciudadanos que aportaron otras cantidades, al objeto de que por las noches del verano hubiera música y bailables en la Plaza Nueva. En agosto de 1883, con objeto de facilitar recursos al municipio para llevar a cabo con el mayor lucimiento posible las ferias y fiestas de septiembre, se abrió una suscripción popular para recaudar dinero para ese fin. Gervasio donó 100 reales, siendo uno de los que mas aportó.
En 1882 se creo la Sociedad de Traída de Aguas del Gorbea, al objeto de dotar a la ciudad del suficiente liquido elemento, y Quintanilla suscribió acciones de la sociedad por un importe de 2.000 pesetas.
LOS HUESPEDES
Sendos anuncios del hotel fueron insertados en La Correspondencia de España de Madrid, entre 1888 y 1894, referidos al hotel. Los reclamos tenían como destinatarios a los numerosos clientes que tenía, pertenecientes a la clase acomodada de la capital del Reino. En uno de ellos se decía que el hotel “esta situado en el mejor sitio de la población, con habitaciones confortables y saloncitos para familias”.
Una larga lista de personalidades se alojaron en el hotel, a lo largo de su existencia. Como muestra diremos que entre otros estuvieron: el Obispo de Panamá, monseñor Guillermo Rojas (1914); los políticos conservadores en la inauguración de la estatua de Eduardo Dato (1925); el Príncipe de Baviera, su esposa la Infanta de Borbón y su hija doña Pilar, que almorzaron junto al pintor local Mauro Ortiz de Urbina, protegido de la Infanta de Múnich (1910); Antonio Maura presidente del consejo de ministros (1908); el aviador Gilbert, en su raid París-Madrid (1911); Eduardo Dato, cuando siendo presidente del consejo de ministros, visitaba nuestra ciudad.
Así mismo, se hospedaban profesionales, que atendían a sus clientes vitorianos en el hotel. La moda en las mujeres de llevar sombrero, desplazaba a nuestra ciudad a las y los comerciantes expertos y expertas en la materia: “Mademoiselles Barthelemy et Labadie, afamadas modistas de sombreros recibirán en el hotel a su numerosa clientela femenina vitoriana, con un variado y elegante surtido de sombreros (1887); Madame Richard que dispone en
San Sebastián de un establecimiento de moda, con un variado surtido de sombreros para señoras y niños, atiende en el Hotel Quintanilla (1891); el representante de la acreditadísima Sombrerería Bianchi de San Sebastián, expondrá su magnifica colección de sombreros flexibles imperes y gorras para caballeros, señoras y niños. (1907).”
Manuel Díaz Rodríguez, firmó un articulo en 1892 en el periódico El Correo Militar, referido a una expedición arqueológica, del que extraemos su referencia al hotel: “No es posible olvidar la llevada a cabo (expedición) hoy 13 de abril, mes de las flores, del que puede considerarse iniciador y jefe el distinguido arqueólogo, notable escritor y docto de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, don Sixto Marín Soto y el autor de estas líneas; a las diez de la mañana, con tiempo delicioso, salimos en un hermoso coche del hotel Quintanilla con gran dosis de buen humor y abundante merienda.”
La publicación La Unión Católica, daba cuenta en 1896 de la detención de “dos alicates”, que se alojaban en el hotel, que se dedicaban a cambiar moneda falsa por buena: “La policía de Vitoria ha detenido a dos extranjeros que resultan ser monederos falsos, cambiando cobre por plata y dando una peseta de prima en cada diez. Fueron detenidos en el hotel Quintanilla cuando se hallaban durmiendo tranquilamente, y se les ocupó dieciséis paquetes conteniendo cada uno ocho monedas de la República Argentina, otras de diversas naciones y una gran cantidad española en cobre que tenían distribuida. Revisada que fue, resultó ser falsa. También se les ocuparon varios billetes del Banco de España de a cien pesetas , todos ellos buenos, así como algunas monedas de oro.”
PIROPOS AL HOTEL Y LA CIUDAD
Un viajero que estuvo en el hotel a finales del mes de agosto de 1881, publicó un carta en el diario madrileño La Época, ensalzando tanto a la ciudad de Vitoria como al hotel. Merece la pena reproducir el texto completo, que contiene numerosos elogios “Con una temperatura agradable y fresca, que contrasta con la calurosa que en la corte se siente, estoy instalado en la capital de Álava, engalanada por su Ayuntamiento para recibir a los muchos forasteros que han acudido y han de acudir a presenciar las fiestas que se verificarán del 1 al 8 del próximo septiembre con motivo de las ferias. Vitoria es un pueblo moderno y adelantado, y como tal, se prepara para ofrecer digna hospitalidad a sus visitantes, que seguramente acudirán de nuevo a pasar en su seno días de agradable solaz bajo su temperatura deliciosa y primaveral. Para el alojamiento, que generalmente ofrece dificultados en las poblaciones de provincia cuando la concurrencia es grande, no se encuentra el menor inconveniente en Vitoria. Los magníficos hoteles de Quintanilla y Pallares, ofrecen albergue lujoso y cómodo a los viajeros acomodados, y las casas de huéspedes, aquí numerosas y bien montadas, abren sus puertas a las personas modestas que quieren satisfacer cantidades más pequeñas por las necesidades de la vida. La fonda de Quintanilla está instalada en un bellísimo edificio construido expresamente por su dueño, persona inteligente, que no ha omitido sacrificios ni gastos para colocarlo a la altura de los primeros hoteles de España y del extranjero. Con motivo de las fiestas próximas, está la fonda atestada de viajeros, y los que lleguen habrán de albergarse en la sucursal establecida frente a la casa, en la que aún se encuentran cómodas y confortables habitaciones. Las fiestas que aquí se preparan, y que se han publicado por cierto en lindos programas que en forma de cuadernos ha redactado un teniente-alcalde, que dedica su preferente atención a fomentar los intereses del pueblo que lo eligió para administrar sus intereses, serán brillantísimas y ofrecerán novedades dignas de especial mención".
Un articulo posterior en el mismo diario, publicado en agosto de 1899 firmado por “Mascarilla”, destaca de nuevo el clima veraniego de Vitoria y las excelencias del hotel, que atraían a la nobleza, para pasar una temporada en nuestra ciudad: “La capital de Álava sigue atrayendo durante todos los veranos buen número de forasteros, por lo sano de su clima, por lo fresco de su temperatura, por lo agradable de su residencia. Vitoria es una especie de sanatorio de verano. No se conocen aquí apenas las enfermedades. Ni hay cambios de temperatura, ni hace calor bochornoso, ni fresco excesivo. Los médicos de la localidad no saben a qué atribuir esta insolente salud que se disfruta en Vitoria.
Ha contribuido a la fama de Vitoria lo bien que se come en el Gran Hotel Quintanilla. La marquesa de la Puente y de Sotomayor (Ana de Zabala y de la Puente), después de haber pasado veinte veranos seguidos en el Grand Hotel de Biarritz, ha desertado de la elegante playa francesa para instalarse en el Hotel Quintanilla de Vitoria. Dos ministros del actual Gobierno figuran entre los aficionados a pasar aquí el verano: los de Hacienda y Gobernación.
Otras muchas familias madrileñas residen en Vitoria durante los veranos. Et Hotel Quintanilla está lleno: ni un solo cuarto desocupado desde que empezó el calor.”
LA ARTISTA
Geraldine Leopold, fue una artista de gran fama. Nació el 15 de diciembre de 1874 en Broadway-New York. Actuó por vez primera en el trapecio en Coquimbo (Perú), cuando tenía tres años. En 1884, 85 y 86 prosiguió con sus exhibiciones en los países americanos y entre 1887 y 1994 sus actuaciones se prodigaron en Europa. Mujer con cultura además de artista: hablaba cinco idiomas, dominaba el trapecio, era pianista, ejecutaba la danza, practicaba el tiro al blanco y hacía representaciones.
En noviembre de 1896, se produjo su debut en el antiguo Teatro Principal de Vitoria -que ya no existe-, formando parte de la Compañía de Mis Virginia Borza, y en mayo de 1897 repitió actuación en nuestra ciudad durante mas de una semana, en el Teatro Circo, coliseo que se encontraba donde hoy se emplazan los cines Florida.
Uno de los programas que desarrolló, tuvo un final sorprendente por la canción que cantó, que arrancó grandiosas manifestaciones de júbilo por parte del público. Así lo contó El Anunciador Vitoriano: “La hermosa Geraldine hizo dos certeros disparos al blanco con rifle, recibiendo ovaciones. En la segunda parte, realizó en el gran trapecio oscilante trabajos atrevidísimos con la elegancia y gracia que la caracteriza. Las ovaciones fueron grandes y las llamadas a la pista, muchas. Como siempre, fue extraordinariamente aplaudida la Srta. Geraldine en su danza serpentina y llamada a escena repetidas veces, cantó con mucha gracia el “Gernikako Arbola“. Tempestades de aplausos y llamadas al palco escénico se produjeron.”
En su estancia en Vitoria se alojó, ¡como no!, en Hotel Quintanilla, junto a su hermana y su madre, que habitualmente la acompañaban en sus giras. En una de las habitaciones que ocupaban sufrieron un percance, a consecuencia de inflamarse un quinqué colocado en una mesa, cerca de la cual estaba Geraldine, prendiéndose fuego sus ropas. Entre las tres consiguieron apagarlo pronto, sin ayuda de otras personas..
ACCIDENTES Y PACIENTES
El hotel en ocasiones funciono como ambulatorio médico y hospital improvisado.
El 26 de junio de 1912, tras un accidente de automóvil, al chocar este contra una vaca, fueron recogidos de la carretera, el conductor bilbaino Lauro Amézola y sus acompañantes, Luis Aznar, marqués de Bérriz, Mario Aguilar y Armando Arana. Después de practicarles una primera cura, fueron trasladados al hotel Quintanilla, donde estuvieron alojados hasta su recuperación.
En agosto de 1887, el Marqués de Molins que se encontraba hospedado en el hotel, enfermó de suma gravedad, recibiendo la extremaunción, al temerse un fatal desenlace. Sin embargo finalmente se recuperó en el hotel y continuaría en este mundo hasta septiembre de 1889, en que murió en Lekeitio (Bizkaia).
En septiembre de 1895 falleció en el hotel, Mercedes Inchausti Gerradi, esposa del entonces senador por Álava, Genaro Echebarria.
El 5 de febrero de 1924, tuvo lugar un hecho luctuoso relacionado con el hotel. El joven
Martín Landaluce Herrán, de 15 años de edad y natural de Arriaga, prestaba sus servicios cono “botones” en el Quintanilla, dedicándose entre otras cosas a realizar los recados. Fue enviado a los talleres de Ormaechea y Arana de la calle Libertad número 4, a recoger serrín para utilizarse en el hotel. Ya en la serrería, el chico comenzó a recoger el material, de espaldas a una de las máquinas de la instalación. Vestía blusa larga, y esta se enganchó en la correa transmisora de la fuerza eléctrica del motor a una de las maquinas, atrapando su cuerpo y causándole la muerte. Uno de los operarios, el maquinista Manuel Moreno, de Navarrete (Álava), manifestó que no habían advertido su presencia, ocupado en sus trabajos habituales, por lo cual no pudo prestarle ninguna ayuda.