Marije Goikoetxea: "Hay que tomarse muy en serio la organización de un sistema de servicios sociales universal y no residual"

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Ya en Atapuerca los humanos reconocimos la igual dignidad de los individuos con limitaciones en su autonomía personal, y por tanto, la obligación de protegerles y cuidarles. Pero para ello había que organizarse. ¿Cómo? Pues las mujeres nos ocupábamos de las cuestiones reproductivas y del cuidado, y los varones de las productivas, las que “importaban”. Y en los últimos tiempos, cuando no había quien se hiciera cargo, estaban “las asistentas sociales”. Los servicios sociales nacen con el estigma de atender a los excluidos de la tribu, y no como un sistema universal, como el sanitario, que es para todos.

Son tres los cambios sociodemográficos que vivimos: la incorporación de las mujeres a la función “productiva”, el aumento de la longevidad, y por tanto del tiempo de dependencia, y el debilitamiento de las redes comunitarias. Así que en estas elecciones hay que tomarse muy en serio la organización de un sistema de servicios sociales universal, y no residual, que responda de manera eficaz a la necesidad y el derecho al cuidado y a la inclusión social. Pero debemos hacerlo sin renunciar a los principios éticos de justicia y respeto a la autonomía moral.

Necesitamos enfoques comunitarios y personalizados, que posibiliten siempre, también a las personas que necesitan apoyos, una ciudadanía plena y una vida que merezca la pena ser vivida, ¡vamos! La alternativa es volver a Atapuerca, y cuestionar el reconocimiento de la igual dignidad de todas de las personas, de las que son dependientes y vulnerables

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