Oihana Goiriena resume todo este tiempo como una odisea que comienza a cerrarse, pero que todavía sigue cicatrizando. Recuerda perfectamente la llamada que recibió a primera hora de la mañana del 28 de febrero de 2022: era su pareja, Pablo González, quien le comunicaba que había sido detenido en la frontera de Polonia, que estaba bien, que avisara a sus padres y que le habían dado café. Desde ese día hasta que volvió a ponerse en contacto con él, pasaron 9 meses. El Ministerio de Asuntos Exteriores no ha contactado con la familia en ningún momento; la única relación se ha dado con el cuerpo consular en Polonia. «Ahora ya no quiero esa llamada, que se la ahorren. Con el ejecutivo vasco el contacto sí que ha sido fluido durante todo este tiempo», nos reconoce Oihana Goiriena. En dos años y medio tan solo ha podido visitarle en la cárcel en tres ocasiones; las llamadas telefónicas también se han limitado a la mínima expresión. Goiriena recuerda la primera llamada en la que el hijo mediano pudo hablar con su padre: llevaba muchos meses sin verle, pero el crío lo primero que hizo fue decirle que había tenido una carrera de goitiberas. En Busturialdea, la familia González Goiriena ha estado apoyada desde el principio. El ayuntamiento de Nabarniz, la localidad en la que residen se volcó con ellos desde el principio, un municipio de 270 habitantes que se llenó de gente cuando el 6 de marzo de 2022 se convocó la primera concentración para pedir la libertad de Pablo. Desde entonces, las concentraciones se han repetido en el municipio, se han hecho también recolectas para poder pagar los gastos de defensa de Pablo. «Es una familia muy querida en el pueblo», reconoce su alcalde, José Antonio Mauri, que añade que cuando tuvo conocimiento de la detención de Pablo, al principio, fueron momentos de mucha incertidumbre. El apoyo a Pablo González no solo llega de su ayuntamiento y de municipios cercanos. También proviene de la «Asociación Free Pablo», que critica el silencio que han mantenido los medios de comunicación. Un silencio, a su juicio, cómplice. «Con ese silencio lo que están demostrando de alguna manera es su parcialidad y dar a entender que Pablo González era culpable y un espía ruso. Desde mi punto de vista, todo eso demuestra una falta de profesionalidad tremenda», comenta Juan Texeira, portavoz de la Asociación.