Más de 60 terremotos en Gipuzkoa en el último año: ¿Por qué son imperceptibles para nosotros?
El geólogo Agustín Larrea detalla la situación sísmica en la provincia y su impacto en la seguridad de las infraestructuras y el entorno natural
San Sebastián
Gipuzkoa, a pesar de no ser una zona altamente activa sísmicamente, no está exenta de la posibilidad de terremotos. El geólogo Agustín Larrea de GeoLarrea en "Hoy por Hoy Gipuzkoa", nos ha contado que aunque los grandes sismos son improbables, la actividad sísmica en la región es un fenómeno natural que debe considerarse en la planificación y seguridad de las infraestructuras.
Larrea subraya que la provincia, especialmente en su zona oriental cercana a Navarra, presenta un riesgo sísmico bajo pero existente. Esta área, al estar más próxima a los Pirineos, experimenta una mayor actividad sísmica en comparación con otras partes de Gipuzkoa. En los últimos 365 días, se han registrado alrededor de 60 terremotos en la provincia, la mayoría de ellos de baja intensidad, inferiores a magnitud 2. Aunque estos sismos no suelen ser perceptibles, el experto advierte sobre la importancia de considerar tanto la peligrosidad de un terremoto como la vulnerabilidad de las estructuras construidas en estas zonas.
"El terremoto no mata, lo que mata es lo que está encima", señala Larrea, destacando la necesidad de evaluar y reforzar edificaciones antiguas o infraestructuras críticas en las zonas más susceptibles. El riesgo en Gipuzkoa, aunque bajo, es una realidad que requiere atención, especialmente en áreas con suelos inestables y pendientes pronunciadas que pueden aumentar la vulnerabilidad ante un evento sísmico.
La consideración de la actividad sísmica en la planificación de infraestructuras es un aspecto obligatorio en Gipuzkoa. Por ejemplo, cuando se construye una obra de gran envergadura como el metro en San Sebastián, es imprescindible calcular el sostenimiento de los túneles teniendo en cuenta la posibilidad de movimientos sísmicos. Esto es un requisito de cumplimiento obligatorio, ya que garantiza la seguridad de las construcciones en una región que, aunque no es altamente sísmica, no está exenta de riesgos. La normativa exige que cualquier infraestructura se diseñe considerando la eventualidad de un terremoto, asegurando así su resistencia y estabilidad.
Sin embargo, la incidencia de un sismo varía según el tipo de terreno. Las zonas con rocas duras, son menos propensas a sufrir efectos directos significativos en caso de un terremoto. En contraste, áreas con suelos blandos, como las inmediaciones del río Oria, son mucho más susceptibles a que las ondas sísmicas generen un mayor movimiento. Esta diferencia en la respuesta del suelo a la actividad sísmica subraya la importancia de un estudio geológico detallado antes de cualquier proyecto de construcción, para adaptar las medidas de seguridad a las características específicas del terreno.