La cerámica como medio para cuidar la salud mental: "Cuando la gente empieza a crear, se libera"

Bilbao

Más allá de ser una moda muy instagrameable, son varios los estudios que conectan las manualidades y la salud mental con resultados muy positivos. Participar en estas actividades, como la cerámica o la pintura, estimula el cerebro al implicar procesos como la planificación y la coordinación, lo que mejora la capacidad cognitiva. Además, fomentan la creatividad al trabajar con distintos materiales y reducen el estrés al permitir una desconexión de las preocupaciones diarias. Incluso, desarrollan el ingenio y fortalecen la confianza al enfrentar y superar los desafíos que surgen en cada proyecto creativo.

Laura Echeverría y Sonia Castán no son solo dos compañeras de trabajo. Su historia está llena de complicidad y proyectos compartidos. Todo comenzó cuando ambas decidieron abrir su propio espacio creativo, Kéyah, Studio, un taller en el que no solo se enseña cerámica y pintura, sino que también se busca conectar con las personas, alejarlas del estrés cotidiano y ayudarles a redescubrir su lado más creativo.

"Hay tantas cosas que perdemos al crecer...", reflexiona Sonia. "Cosas como el disfrute de los materiales o la capacidad de concentrarnos en una sola actividad sin distracciones, como lo hacíamos de niños", detalla. Su taller busca recuperar esas sensaciones: “La gente llega estresada, con la cabeza llena de mil cosas, pero cuando empiezan a crear, se liberan”, añade Laura.

El taller se ha convertido en un refugio para desconectar del mundo digital. Mientras "todos parecen vivir pegados al móvil", este espacio ofrece la oportunidad de "reencontrarse con las manos", con lo tangible. "Es súper bonito ver cómo personas que al principio tienen miedo a que les salga mal terminan creando algo propio, algo de lo que están orgullosos", señala Laura. Desde tazas de cerámica hasta pinturas en acuarela, las creaciones no solo son objetos, sino reflejos del crecimiento y la realización personal de cada participante, argumentan en Radio Bilbao.

Más allá de aprender técnicas, Laura y Sonia quieren que su espacio sea un lugar donde las personas se sientan bien, se conecten consigo mismas y con los demás. “Esto no es solo una academia, no venimos a enseñar como si fuera una clase clásica. Lo que hacemos aquí es conectar, no juzgar, y eso es muy importante para la experiencia", explica Laura.

Además, el taller es un punto de encuentro diferente a los típicos bares o discotecas. Aquí, la gente se conoce mientras crea, lo que fomenta relaciones más profundas. "Vienen grupos de amigos, desconocidos que terminan charlando y compartiendo lo que han hecho. Es una forma distinta de socializar", dice Sonia.

A lo largo del año, el taller ofrece una programación continua, con clases de cerámica durante la semana y talleres más variados los fines de semana. "La cerámica es como una terapia, y los fines de semana ofrecemos también pintura y acuarela. A veces la gente sale más manchada que la propia obra, pero siempre con una sonrisa", bromea Sonia.

Las jóvenes bilbaínas se sienten más solas, según un estudio

El Ayuntamiento de Bilbao ha publicado recientemente un estudio que revela datos alarmantes sobre la soledad entre la población, destacando una mayor afección en mujeres jóvenes. Según el estudio, el 30% de las mujeres en esta franja de edad se sienten solas "siempre" o "bastantes veces". En cambio, el 21% de los hombres del mismo rango experimentan esta sensación de soledad con la misma frecuencia.

"No me sorprende tanto", comenta Nerea. "Soy mujer y vivo en Bilbao, lejos de mi casa, y aunque tengo amigas y compañeras de piso, muchas veces me siento sola. Al final, mi gente de confianza, mi familia, está en otro sitio". Esta desconexión emocional se agrava en situaciones de crisis personal, según Nerea, cuando el apoyo cercano es más necesario. "Tengo muchos colegas para salir de fiesta, pero nadie con quien compartir mis problemas de verdad".

El estudio apunta a que este sentimiento de soledad no está necesariamente vinculado a la falta de compañía física, sino a la desconexión emocional. “Es cierto que me he hecho un círculo aquí con mis compañeras de piso y amigos, pero cuando te pasa algo importante, te das cuenta de que no tienes a nadie cercano en quien confiar de verdad”, añade otra joven. Esta reflexión se suma a una realidad cada vez más común: estar rodeado de gente no garantiza que las relaciones sean profundas o satisfactorias.

Este contraste plantea preguntas sobre cómo han cambiado las dinámicas sociales y emocionales entre las diferentes generaciones. Mientras que los mayores tienden a tener redes de apoyo más sólidas, los jóvenes parecen estar más afectados por problemas como la ansiedad, la depresión y la falta de relaciones profundas, pese a estar rodeados de más gente.

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