La primera fotografía de un eclipse total de sol se obtuvo en Rivabellosa (Álava) en 1860
Esta es la crónica del hito astronómico que lideró el astrónomo inglés Warren de la Rue en la localidad alavesa de Rivabellosa
Vitoria-Gasteiz
El 18 de julio de 1860 tuvo lugar un eclipse total de sol que fue visible en varias ciudades de España, siendo muy amplio el grupo de astrónomos y científicos de países europeos que acudieron a la península ibérica para observarlo. Fueron al menos treinta las expediciones científicas que nos visitaron, pertenecientes a once países. La más numerosa de ellas fue la británica que emplazó sus estaciones-observatorios en diversas poblaciones del norte, principalmente en el territorio de Álava, donde la franja de visión del eclipse total cubrió la provincia completa.
El eminente astrónomo inglés Warren de la Rue fue uno de ellos, el cual eligió como lugar para emplazar su observatorio la aldea alavesa de Rivabellosa, cercana a la muga con Miranda de Ebro. Estuvo acompañado por un numeroso equipo de científicos, entre ellos, M. Clark, Edward Beck, Robert Bekley, George Downes, J. Reynolds y Joseph Bonom.
Tomando como referencia el relato que dejaron escrito el citado De la Rue y Walter Beck, —otro miembro de la expedición—, y recogidos algunos otros datos en diversas publicaciones, contamos como fue aquello.
El viaje desde Inglaterra
El astrónomo real inglés George Biddell Airy, que ejerció como tal entre 1835 y 1881, se entrevistó con el Duque de Somerset, Primer Lord del Almirantazgo, el 15 de noviembre de 1859, al que llamó la atención sobre el eclipse total que se acercaba en 1860, y sometió a su consideración la ventaja de destinar a los astrónomos ingleses un barco para ser transportados al norte de España, donde deseaban establecer sus observatorios. El barco de vapor a hélice “Himalaya”, comandado por el capitán Seccombe, R.N., fue asignado para esta misión.
El 6 de julio de 1860 la expedición científica, bajo la dirección del astrónomo real citado, partió a las 9:15 de la mañana de la estación de tren de Paddington, situada en un céntrico barrio de Londres. El equipaje, los bártulos, las voluminosas cajas que contenían telescopios, barómetros y otros artilugios, marcados con las palabras “Instrumentos para la observación del eclipse”, se amontonaban en el furgón de equipajes. denotando la profesión de los pasajeros. Tras ocho horas de viaje en tren llegaron al puerto de Plymouth, uno de los más grandes y espectaculares puertos naturales en el mundo entonces.
Por la tarde-noche, los 40 científicos, mas otros acompañantes, fueron acomodados en el Himalaya, que zarpó a las 10 de la mañana del día 7, estableciendo comunicación con Bilbao por telégrafo, para informar de que la nave ya había salido de Plymouth, con rumbo a la capital vizcaína. Para evitar que se llegara a la ciudad vasca antes de lo programado, el capitán ordenó que las máquinas funcionaran a moderada velocidad.
El astrónomo real convocó una reunión con los miembros que formaban la expedición. Cada uno de ellos recibió una copia de un valioso estudio sobre el eclipse (5) acompañado de un mapa del norte de España que mostraba la trayectoria de la franja de sombra que abarcaría el fenómeno astronómico. En el se especificaba la duración calculada del eclipse total en varias poblaciones.
El día 9 por la mañana, los pasajeros ya divisaban la costa vasca “con sus acantilados abruptos y sus montañas lejanas”. Una nave, que había estado esperando toda la noche, se acercó al Himalaya y con su ayuda en poco tiempo el barco inglés quedó anclado en las radas de Portugalete, en la desembocadura del río Nervión. Un vapor lleno de excursionistas se acercó varias veces al Himalaya con la esperanza de poder visitarlo, pero ello no se consideró conveniente, “debido a la necesidad que existía de llevar los instrumentos y el equipaje a tierra de manera segura”. No sentó bien en Bilbao esta decisión, y en el diario bilbaíno Irurac-Bat se escribía: “No podemos aplaudir esa conducta descortés, tenida con personas que, movidas por un solo objeto de curiosidad, habían andado tres leguas, y se expusieron al mareo, hacinadas en barcas de pescadores durante mas de media hora.”
El ciudadano inglés Charles Vignoles (4), ingeniero jefe de las obras del ferrocarril de Tudela a Bilbao, acompañado por los principales oficiales de aduanas, policía, y otros funcionarios, recibió a los expedicionarios y tras darles la bienvenida, trasladó al grupo ría arriba a Bilbao en un pequeño barco a vapor, alquilado para la ocasión. Las gestiones del Sr. Vignoles consiguieron que en la aduana los viajeros no tuvieran ningún problema. El examen del equipaje y los instrumentos consistió únicamente en abrir la tapa de los contenedores para echar simplemente un vistazo y ni siquiera se exigió el pasaporte a los viajeros.
Esa misma mañana se celebró una reunión para decidir el emplazamiento que debía ocupar cada uno de los grupos desplazados para observar el eclipse. Los equipos de Warren de la Rue y el de Walter Beck partieron esa misma tarde en diligencia tirada por caballos hacia Rivabellosa en Álava, su destino. Beck señala que “viajar de noche nunca es lo más agradable del mundo, ni siquiera en un vagón de tren de primera clase, pero en una diligencia raya en lo desagradable. Después de diez horas de viaje intolerablemente polvoriento, llegamos a nuestro destino”.
En Miranda fueron recibidos con gran cordialidad por parte del personal inglés que intervenía en la construcción del ferrocarril Tudela-Bilbao, trasladándose seguidamente a la localidad alavesa de Rivabellosa, donde Walter Beck precisa: “Rápidamente fuimos cómodamente instalados en el parador de Don Cirilo Guinea”.
El alcalde
La villa de Rivabellosa era una población importante. En 1849 tenia 476 habitantes. En 1860 Cirilo Guinea Montoya (1824-1894) era el alcalde de la localidad que por su cargo detentaba una gran influencia entre los vecinos. Les vino de perlas a los expedicionarios ingleses tener una buena relación con él para resolver los problemas que se presentaran. Era una persona con un nivel económico elevado y poseía un parador o posada donde los viajeros llegaban a caballo o en diligencia y se detenían para comer o pasar la noche haciendo un alto en sus pesados viajes.
El equipo de de la Rue sacó una fotografía de la casa del alcalde, de la que obtuvo un grabado que reprodujo en una de sus publicaciones y que aquí mostramos.
Comparada con una imagen actual del edifico, vemos que coinciden. Solo hay alguna variación en el sentido de que, con el transcurso del tiempo, una ventana se ha transformado en balcón y un balcón en ventana. Se observa en uno de los balcones que las piedras de sillería que lo delimitan actualmente son exactamente las mismas que en 1860.
El nivel social de Cirilo quedó reflejado en 1846, cuando se celebraron las elecciones para el nombramiento de los 349 Diputados a Cortes, dos de ellos por Álava, uno en cada una de las circunscripciones en que se dividió el territorio: Vitoria y Laguardia.
Guinea fue uno de los 150 electores “pudientes”, nombrados por el jefe político de la provincia, para ejercer su derecho a voto en el distrito de Laguardia. Cumplía con lo preceptuado en artículo 14 de la ley de 8 de marzo de 1846, que establecía que serían incluidos como votantes en las listas, “los que al tiempo de hacer o rectificar dichas listas y un año antes, estuvieran pagando como mínimo 400 reales de contribución directa” (1).
El alcalde se dedicó a la ganadería con éxito y en la Exposición Agrícola de Álava de 1863 se le adjudicó el primer premio extraordinario dotado con 200 reales por una potra de 2 anos de edad, castaña, hija del caballo semental León, perteneciente al depósito de la provincia.
Cirilo Guinea, es el trastatarabuelo (2) de José María Guinea Díaz de Otálora, vecino de Nanclares de Oka, quien nos ha confirmado que efectivamente la casa que aparece en la imagen del año 1860 es la de su antepasado. José María es hijo de Benedicto Guinea Ibarretxe, ya fallecido, a quien tuve la oportunidad de conocer y tratar y que es tataranieto de Cirilo.
¿Por qué se eligió Rivabellosa?
Volvamos con los astrónomos. La expedición tuvo una semana hasta que se produjo el eclipse total, y esta pasó volando pues la emplearon en elegir el lugar de observación y en pasear por el campo para analizarlo detenidamente.
Warren de la Rue fue el astrónomo que mas éxito obtuvo en sus observaciones, como veremos más adelante. Explica por qué eligió Rivabellosa como punto de observación: “Se me ocurrió que, si las circunstancias me permitían observar el eclipse, Santander sería un lugar muy conveniente para el desembarco y el montaje de los instrumentos que, con toda probabilidad, necesitaría para las observaciones fotográficas. Al comunicarle mis planes al señor Vignoles (4), me recomendó encarecidamente que cruzara hacia el lado sur de los Pirineos para evitar las nieblas que se producen por la condensación de los vapores del océano contra las laderas septentrionales de las montañas. Afortunadamente abandoné la idea de situar mi estación-observatorio en Santander y decidí emplazarla en Rivabellosa, ya que muchos de los astrónomos que eligieron el primer lugar se vieron impedidos de observar el eclipse por el estado de la atmósfera”.
De la Rue señala que Rivabellosa era el lugar ideal: “La localidad, al estar delimitada por un hermoso panorama formado por la lejana cordillera de los Pirineos, estaba bien situada para observar el efecto del eclipse sobre el paisaje”.
La era de trillar
La tarde del día 11, el Sr. Vignoles envió sin demora los instrumentos pesados y demás artilugios de De La Rue a la localidad alavesa, y ese día por la mañana se empleó el tiempo en hacer un reconocimiento general de los alrededores del pueblo con el objeto de elegir un sitio donde erigir el observatorio. Warren, finalmente se decidió por una de las eras de trillar (3) “que se ven en gran número en esa región, que tenía unos 60 pies de diámetro y estaba cerca de la carretera, lo que nos resultó muy conveniente, ya que el agua necesaria para nuestro consumo tenía que traerse desde lejos”. El suelo era llano y extremadamente duro y seco, lo que permitía que los trípodes que sujetaran los instrumentos no sufrieran ningún movimiento.
De la Rue explica como se solucionó la ocupación de la era, con el dueño de la misma: “Apenas había elegido este sitio cuando me enteré, con cierta preocupación, de que la cosecha había comenzado y que el propietario tenía la intención de utilizar la era al día siguiente para sus operaciones de trilla, que es costumbre en la región terminar inmediatamente después de la siega. Sin embargo, Simón, agrimensor del Ferrocarril de Bilbao a Tudela, que me lo explicó, se comprometió amablemente a negociar el alquiler de la estación. Cuando se le informó al propietario que su era era la más adecuada para mi propósito, de todos los lugares que había visto, dijo inmediatamente que estaba a mi disposición y, aunque tenía que transportar su grano a cierta distancia desde otra era que utilizarla, se negó a recibir remuneración".
El objetivo de la expedición
El día 14 se obtuvo lo que se considera la primera fotografía solar realizada en España. Fue realizada al objeto de comprobar el buen funcionamiento del equipo del que se disponía. Durante las observaciones preliminares, el señor Downes —otro miembro de la expedición—, tomó fotografías del panorama circundante.
De la Rue señala cuál era la meta de la expedición: “El objetivo más importante para mí era tratar de obtener fotografías de las distintas fases del eclipse mediante el fotoheliógrafo de Kew, un instrumento que diseñé, por sugerencia de Sir John Herschel, con el objetivo especial de delinear la imagen del sol mediante la fotografía. Aunque éste era el objetivo principal, también me había provisto de amplios medios para observar el eclipse ópticamente. Nuestros instrumentos y observatorio portátil, que pesan poco menos de dos toneladas, fueron transportados en dos días a mi estación, según lo acordado previamente, por la gentileza del Sr. Vignoles, a quien debo especialmente mi agradecimiento, y por la del Sr. Bartlett, de la firma de los Sres. Brassey & Co., contratistas de la construcción del ferrocarril de Bilbao a Tudela”.
El fotoheliógrafo
De la Rue diseñó el primer instrumento astronómico del mundo construido específicamente para fotografiar objetos celestes denominado “fotoheliógrafo de Kew”, que fue construido en 1854, bajo su supervisión, por el fabricante londinense Andrew Ross and Company, y que fue utilizado en el eclipse que nos ocupa.
Aunque sea una explicación muy técnica, y quizás no muy entendible para los profanos, reproducimos parte de la descripción que sobre el fotoheliógrafo de Kew, nos da Warren de la Rue, su inventor: “Consiste en un tubo que tiene la forma de una pirámide truncada, en cuyo extremo más pequeño (superior) se fija el vidrio-objetivo. La imagen focal del sol formada por el vidrio-objetivo tiene un diámetro de 47 centésimas de pulgada, pero, antes de que se deje caer sobre la placa sensible (el negativo fotográfico), se amplía, mediante una combinación secundaria de lentes, hasta cuatro pulgadas de diámetro. Las placas sensibles, de quince centímetros de lado, están situadas en el extremo más ancho (parte inferior) del tubo piramidal del telescopio. El tubo está montado de manera ecuatorial y está diseñado para seguir el movimiento diurno del sol mediante un mecanismo de relojería”.
Para utilizar el fotoheliógrafo en Rivabellosa fue necesario construir un pedestal de hierro ligero, donde ser apoyado y amarrado. Para facilitar su transporte desde Inglaterra, esa base se fabricó en piezas separadas que fueron atornilladas en el lugar. Cuando el instrumento regresó a Inglaterra, el pedestal se dejó en Rivabellosa. El fotoheliógrafo hoy se conserva y se exhibe en el Museo de Ciencias de Londres.
La caseta
En un principio, De la Rue se había comprado una tienda para alojar el laboratorio fotográfico en Rivabellosa, pero cuando supo que el Himalaya se pondría a disposición del astrónomo real para transportar la expedición, dejó de lado esa idea y fabricó una caseta de madera con dos compartimentos separados para albergar tanto el laboratorio fotográfico como el instrumento de observación
La barraca llegó a Rivabellosa, desmontada en piezas o tablas debidamente numeradas, lo que permitió que en muy poco tiempo se montara el “puzle” y quedara en la posición prevista. Warren detalla que “además del techo ordinario, se colocó otra cubierta, que consistía en una lona resistente, sostenida a una distancia de unos tres pies de las paredes y el techo de la sala de revelado. El objeto de ello era evitar el sobrecalentamiento de la sala fotográfica, una circunstancia muy perjudicial para la fotografía. Esta tela se mantenía mojada con agua, para que la evaporación pudiera bajar la temperatura de la capa de aire entre ella y el observatorio, y cumplía perfectamente su objetivo. Cuando el observatorio no estaba en uso, la tela se extendía sobre la habitación donde estaba el heliógrafo y protegía al instrumento de la lluvia”.
La parte destinada a laboratorio fotográfico estaba provista de: una cisterna que se llenaba con agua desde el exterior, un fregadero, mesas y baldas para colocar las fotografías. Warren dispuso en Rivabellosa de un laboratorio fotográfico esencial completo para revelar los negativos y obtener los positivos, una vez obtenidas las imágenes con el fotoheliógrafo. El agua que se utilizaba era suministrada por un aldeano, que la transportaba al lugar en garrafones de vidrio, a lomos de un burro.
En una fotografía podemos ver todos los detalles a los que se refiere De la Rue. Además se observa en una de las paredes de la caseta el rótulo “Bilbao”, perteneciente al exterior del embalaje en el que se recibieron las piezas de la barraca y los instrumentos. Por su parte, en la imagen aparecen varios miembros de la expedición, dos lugareños ataviados con txapela y también se distingue la numeración de las tablas de madera de la caseta para su correcto montaje.
Le la Rue publicó un grabado, que fue elaborado tomando como base una fotografía obtenida en Rivabellosa, en el que se ve el fotoheliógrafo en cuestión dentro de su habitáculo y a varios de los miembros de la expedición científica. Antes de tomar la fotografía, se quitaron las tablas frontales de la caseta para permitir que se viera el fotoheliógrafo.
The Royal Observatory Greenwich facilita el dato de quienes son las personas que aparecen en el grabado, que son de izquierda a derecha: De La Rue, director de la expedición; Beckley, observando el cronómetro a sus pies; Clarke, sosteniendo una vela para quemar el hilo que activaba la exposición del heliógrafo; Reynolds, sosteniendo un porta-placas con un negativo, preparado para ser colocado en el telescopio; Downes, responsable del laboratorio fotográfico, encargado de preparar y revelar los negativos.
El eclipse
El día anterior al eclipse estaba completamente nublado y el barómetro bajaba constantemente, lo que era indicio de que podía aparecer una borrasca con nubes, viento y lluvia. No obstante, se prepararon cuatro docenas de placas fotográfica para tenerlas listas para el día siguiente; pero el día 18 —el del eclipse total—, resultó estar tan nublado como el anterior, y los científicos fueron a su estación de la era de trillar con muy pocas esperanzas. A las doce en punto el cielo comenzó a aclararse y se obtuvo una imagen tenue del sol a través de las nubes; alrededor de las doce y media, afortunadamente, la mayoría de las nubes desaparecieron como por arte de magia y el cielo se tornó en azul claro, sin ninguna nube a la vista, excepto en las montañas lejanas.
Unas 200 personas, la mayoría vecinos de Rivabellosa, rodearon el observatorio, pensando que el eclipse total solo se podía ver desde la estación de la era de trillar. Sus conversaciones y murmullos impedían por completo escuchar los latidos del cronómetro y concentrase. Al poco tiempo se convenció a la mayoría de espectadores para que fueran a una colina cercana para no causar molestias. De la Rue destaca que “el alcalde Cirilo Guinea, a quien deseo expresar públicamente mis agradecimientos, y los guardias cívicos, indujeron al resto que se quedaron en el lugar a hablar en tono más bajo para no molestar”.
El eclipse comenzó a las 13:36, finalizando a las 15:58, siendo el punto medio a las 14:50, durando la sombra total 3:15. Durante el eclipse, y un poco antes y después, con el magnifico fotoheliógrafo de Kew, Warren obtuvo un total de más de cuarenta fotografías, en las que se representan las prominencias luminosas con una precisión de contorno y posición imposible de obtener a simple vista, cuyos tiempos quedaron perfectamente registrados. En el momento de la totalidad del eclipse se obtuvieron dos fotos, en las que aparecen luminosas y magníficas las protuberancias sobre el borde oscuro de ambos astros superpuestos. Los penachos mostraban un admirable rojo brillante.
Entonces existían dos opiniones sobre las citadas protuberancias del sol; una mantenía que serían meras ilusiones ópticas producidas por los rayos del sol al quebrarse irregularmente en las asperezas de la luna, y otra, que eran objetos reales, emanados del núcleo del sol. Con las dos fotos obtenidas del eclipse total, Warren estableció por primera vez, que dichas protuberancias pertenecen a la cromosfera solar y forman parte de la incandescencia del astro rey.
Satisfecho por su descubrimiento, desde la estación de Miranda de Ebro, De la Rue envió a París y Londres, el siguiente telegrama: “Éxito completo. He obtenido dos fotografías de las protuberancias rojas que demuestran que pertenecen al sol, y otras muchas de diversas fases del fenómeno”.
En los dos días siguientes al eclipse, es decir el 19 y el 20, se tomaron más fotografías del sol, tras lo cual se desmontaron los instrumentos y se embalaron. Seguidamente la expedición se trasladó a Bilbao.
El Himalaya llegó a la capital bizkaitarra desde Santander, con los astrónomos ingleses, que habían observado el eclipse en la capital cántabra, a fin de embarcar a los científicos que lo habían observado en Álava y otros territorios. Esta vez si se permitió visitar la nave y el día 26 los vapores Vizcaíno-Montañés y Nervión trasladaron a muchos curiosos que tuvieron la oportunidad de ver por dentro todos sus gabinetes, salas y demás departamentos, además de los 6 cañones de que disponía. Los visitantes, incluso fueron atendidos por los astrónomos que habían venido a estudiar el eclipse, y sobre las mesas de los salones se mostraron extendidos varios planos e interesantes notas de los trabajos que habían llevado a cabo.
Así describía un diario bilbaíno la partida del buque: “A las 7 de la tarde, la inmensa mole empezó a moverse en las aguas del Abra; poco después levantaba montes de espuma por sus costados, y unos instantes mas tarde doblaba la Galea perdiéndose en el horizonte como un vago fantasma que huye precipitadamente.”
Rivabellosa pasó a la historia, con el descubrimiento realizado por Warren de Rue.
Se permite reproducir el presente artículo siempre que se cite a su autor y al medio.
(1) Se incluía también en las listas de electores, enormemente selectiva, a los individuos de las Academias Españolas, de la Historia y de San Fernando; a los doctores y licenciados; a los individuos de Cabildos eclesiásticos y los curas párrocos; a los Magistrados, jueces de primera instancia y promotores fiscales; a los empleados activos, cesantes y jubilados, cuyo sueldo fuera igual o superior a 8.000 reales de vellón anuales; a los oficiales retirados del ejército y la armada desde capitán hacia arriba; a los abogados con un año de estudio abierto; a los médicos, cirujanos y farmacéuticos, con un año de ejercicio; a los arquitectos, pintores y escultores con título de académicos de alguna, de las nobles artes: a los profesores y maestros de cualquier instituto de enseñanza, costeados de fondos públicos.
(2) Padre del tatarabuelo
(3) En Álava, la era de trillar es un terreno plano y circular, de tierra y o arcilla apisonadas, en el que se depositaban extendidos lo haces de cereal traídos de las fincas, a los que se pasaba un trillo por encima, arrastrado por animales de tiro, normalmente bueyes, para separar el grano de la paja.
(4) Charles Vignoles (1793-1895), era entonces el ingeniero jefe de las obras del Ferrocarril de Tudela a Bilbao, que comenzaron en 1857 y finalizaron en 1863 (cuyo trazado fue cubierto por la sombra de la totalidad del eclipse). A los astrónomos no sólo les proporcionó un conocimiento profundo del país, sus puntos favorables para la observación, sus vías de comunicación, su clima y sus recursos sociales, sino que también le permitió emplear su influencia sobre los estamentos oficiales. Utilizó sus buenos oficios, especialmente con el director general del ferrocarril, Cipriano de Montesino, prestando también ayuda a los científicos, por parte del personal a su cargo en las obras del ferrocarril.
(5) El dossier de 65 páginas que se entregó a los astrónomos, se titula “OBSERVATIONS TO ACCOMPANY THE MAP OF THE SHADOW-PATH THROWN BY THE TOTAL ECLIPSE OF THE SUN ON THE 18TH JULY, 1860, ACROSS THE NORTH - EASTERN PART OF SPAIN”. Fue elaborado por el ingeniero Charles Vignoles, siendo impreso en junio de 1860.