Esta semana, «Entre banquillos» se desplaza al campo más antiguo de Euskadi. Nos vamos a Las Llanas para charlar con Ángel Viadero, actual entrenador del Sestao River. «Es un banquillo con mucha historia, con mucha solera. Es un banquillo en el que se respira fútbol, el fútbol de verdad», reconoce el técnico, sentado en la primera fila del banquillo local de este campo municipal de la localidad de Sestao, inaugurado en 1923. Es un banquillo semisoterrado y formado por dos filas de asientos. Ángel ocupa siempre uno de los más cercanos al verde. Aunque en Las Llanas el público está muy cerca, durante los partidos el entrenador asegura abstraerse de todo lo que no pase dentro del campo. «Los entrenadores tenemos que estar conectados al juego, no estamos pendientes de lo externo, ni para bien ni para mal», asegura. Para Viadero, la actual es la segunda etapa que vive en el Sestao River. Vive una segunda parte que espera esté al nivel de la anterior, donde cosechó grandes resultados e incluso estuvo cerca de lograr el ascenso de categoría. «Estuve dos años hace ya diez y fui muy feliz aquí. El trabajo de aquella época fue para mí cómodo y apasionante. Fueron dos años muy buenos y tenía recuerdos extraordinarios del fútbol que hacíamos, de cómo vibraba el pueblo», relata. Recuerda con nostalgia sus primeros recuerdos en un banquillo, con apenas 20 años y recién operado de la rodilla. «Yo pensé que no era lo mío», confiesa, pues en aquella época lo que le gustaba era jugar. Sin embargo, ahí arrancó una trayectoria de más de dos décadas que le ha llevado incluso a probar en el extranjero. En Marruecos trabajó durante dos años. Confiesa que, si pudiera elegir a cualquier futbolista del planeta para su River, apostaría por jugadores «divertidos de ver y eficaces». Cita como ejemplos a Nico Williams o Lamine Yamal, jugadores que, a su modo de ver, «son jóvenes y hacen cosas increíbles». Ahora tiene en nómina a alguien con pasado profesional, como es Iago Herrerín. «Conoce mejor que nadie este mundo», dice su entrenador, que añade que «piensas que la gente que ha llegado a la élite es distante y no es así. La gente que llega a la élite tiene, además de buenas condiciones, una cabeza privilegiada. Son competitivos, humildes y razonables».