¡Por fin llegó Olentzero!
Tras varios años sin recibir su visita, en 2013 un colegio publico vitoriano contó con la presencia del Olentzero, que llegó cargado de regalos.
El Olentzero es un hombre barbudo y tripontzi, al que le gusta comer, beber y fumar tabaco en pipa, apareciendo su cara manchada de carbón. Vive en una txabola en el bosque junto a su compañera Mari Domingi, y se dedica a obtener carbón vegetal. Tradicionalmente entrega regalos a los niños y niñas en la Nochebuena.
En 2013, Marixa era profesora del colegio público Santa María de Vitoria. Una parte importante de los alumnos y alumnas del centro eran hijos de inmigrantes de diversos países, en general familias modestas que se habían establecido en Vitoria,
La profesora supo que hasta entonces, el día de Nochebuena el Olentzero no había pasado por allí en años anteriores y pensó que el carbonero vasco debería acudir ese año por aquel centro escolar, para que sus pequeños alumnos tuvieran un día único y feliz.
A través de personas conocidas, se enteró que el Olentzero se encontraba haciendo carbón en las faldas del Gorbea y fue a verle al bosque. Le informó que en años anteriores se había olvidado de los niños de su colegio y estos no habían recibido ningún regalo y le preguntó si ese año podría visitarles, a lo que respondió afirmativamente: ¡ahaztu zitzaidan!, ez kezkatu, aurten joango naiz.
Añadió en su respuesta, que ese año no andaba muy boyante de fondos, ya que tuvo que gastar un dinero en arreglar la txabola donde vivía con Mari Domingi. La cabaña había sufrido un incendio, mientras preparaba unas alubias, al prender fuego la lumbre donde la hacia la comida en una de las paredes de la txabola. Por ello pidió a la profesora que le echara “un cable”, para conseguir regalos suficientes, para que a ningún niño le faltara y le rogó que de paso le comprara una pipa, ya que la que tenía se había quemado en el incendio.
Marixa se puso en contacto con sus mejores amigos y les explicó el problema: hacían falta conseguir regalos y juguetes para enviar al Olentzero, para que este tuviera suficientes para entregar uno a cada niño. La respuesta fue muy positiva y en poco tiempo se logró recoger un número apreciable de regalos, que fueron enviados al Olentzero, no en un carro con bueyes como antiguamente se hacía, sino en una furgoneta.
Durante la semana previa a Nochebuena se anunció a los niños, la llegada del personaje, y el nerviosismo y la ansiedad cundió entre la chavalería, sobre todo en los mas txikis. Era la primera vez que el carbonero les iba a visitar y les habían dicho que venía con muchos regalos.
El día 24 de diciembre por la mañana, Olentzero apareció en el colegio acompañado de Ion, otro carbonero que le ayudaba en las labores en el monte. Ambos entraron en la clase de los niños de Marixa, -que eran los mas pequeños-, con el saco al hombro lleno de juguetes. Se quedaron boquiabiertos y sorprendidos: era la primera vez que veían al carbonero de cerca.
Uno de ellos echó en falta a Mari Domingui, que no formaba parte de la comitiva, y preguntó al Olentzero porque no había venido, respondiendo este que su compañera había agarrado un catarrazo gordo y se había tenido que quedar en la cama, tomando de vez en cuando un cazo de leche caliente con miel, para recuperarse.
Con el fin de que cada niño recibiera el regalo o juguete adecuado según sus preferencias, Marixa previamente había ido a la txabola del Gorbea y allí dijo al Olentzero cual era en su opinión, el regalo mas adecuado para cada niño o niña de la clase. Por ello el Olentzero y su ayudante, ya en el aula, fueron llamando uno por uno por su nombre, a cada uno de los niños y niñas, para que recibieran su regalo, sorprendiéndoles que estuviera enterado de lo que cada uno deseaba, y agradecidos le entregaron unos dibujos y textos que habían preparado para el y cantaron su canción. Al acercarse al personaje, observaron detenidamente y con curiosidad el carbón que llevaba en su cesta de mimbre.
Olentzero visitó el resto de las clases del colegio, donde fue entregando los correspondientes obsequios.
REPETICIÓN
El Olentzero se ha adaptado a la modernidad, y si bien hace muchísimos años para comunicarse con la gente, debía desplazarse o utilizar la txalaparta, ahora dispone de teléfono móvil. Gracias a ese dispositivo, meses después de la Nochebuena, el carbonero llamó a la profesora y le comunicó que ordenando el montón de cacharros que tenía en la txabola, habían aparecido unos cuantos regalos que le habían sobrado, y que consideraba oportuno dárselos a los niños de su clase. Así tendrían dos cada uno y se compensaría su olvido de años anteriores.
Para esa segunda entrega de los juguetes, quedaron el 1 de abril del año siguiente en la calle Beato Tomás de Zumarraga, cerca de la puerta de entrada al colegio, aprovechando que la profesora llevaría a los alumnos a una excursión por la ciudad.
Efectivamente ese día, cuando salían del centro escolar, apareció de nuevo nuevo el carbonero con sus saco lleno de regalos, con la consiguiente sorpresa para los niños: ¡Ahí va, si es el Olentzero!
El reparto comenzó a efectuarse directamente en la calle frente a la clínica San José, pero hacía un frio siberiano, y unas simpáticas empleadas del centro médico salieron a la calle, al observar lo que ocurría a través de los cristales, e invitaron al grupo a que accediera al interior donde la temperatura era agradable, continuando la ”ceremonia” en una sala de centro.
Olentzero, su ayudante, los niños con los regalos y las chicas de la clínica / Foto: Marixa
Han pasado once años de aquello y seguramente muchos de aquellos niños, que hoy tendrán unos diecisiete años, tendrán en el recuerdo aquel acontecimiento.