Día de la Opilla: una tradición dulce que resiste el paso del tiempo en Guipúzcoa
Una festividad con siglos de historia en Guipúzcoa que une tradición, monte y dulces decorados con huevos, en una jornada protagonizada por madrinas, padrinos y sus ahijados.

Una festividad con siglos de historia en Guipúzcoa que une tradición, monte y dulces decorados con huevos, en una jornada protagonizada por madrinas, padrinos y sus ahijados.
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San Sebastián
Como cada 25 de abril, en Guipuzcoa, pero especialmente en Irun y su comarca del Bidasoa, se llena de dulces muy especiales: las opillas. Esta tradición, que une madrinas, padrinos y ahijados en una jornada de cariño y recuerdos, tiene raíces que se remontan siglos atrás, aunque hoy en día adopta formas más modernas y comercializadas. “Estamos, efectivamente, en una jornada muy especial”, comenta Agustín Morate, presidente de la Cofradía de Anaka.
De pan con huevo a bizcocho decorado
El origen de la opilla no es precisamente un dulce de repostería. Según explica Morate, la tradición comenzó con una humilde masa de pan de trigo que se cocía con huevos dentro. Estos bollos eran consumidos por las clases populares durante celebraciones religiosas, mientras las autoridades comían en caseríos de más categoría. “La palabra opilla puede derivar de ogui pilla, que significaría algo así como ‘tarta de pan’”, añade Morate.
El primer salto hacia la opilla moderna se dio cuando una madrina “encopetada”, como la describe el historiador Antonio Orán Buru, decidió sustituir el pan por un bizcocho y decorar el dulce con huevos por fuera, no por dentro.
La evolución: del caserío a la pastelería moderna
En Irun, la confitería Elgorriaga fue clave en la evolución del dulce. Originalmente especializada en almendras garrapiñadas, sus hornos también cocían huevos aprovechando el agua caliente, lo que les daba un tono rojizo muy característico. “Hoy día, los huevos cocidos han dado paso en muchos casos a huevos de chocolate, aunque la tradición dicta que siempre deben estar decorados”, señala Morate.
¿Cuántos huevos debe llevar una opilla?
Existe una creencia extendida de que el número de huevos debe coincidir con la edad del ahijado o ahijada. Sin embargo, Morate lo matiza: “Poner ocho huevos en una opilla me parece una barbaridad. En su origen, era uno o dos huevos como mucho”.
A pesar de ello, la tradición ha derivado en elaboraciones de gran tamaño, algunas incluso enviadas desde Guipúzcoa a lugares tan lejanos como Valladolid, como apunta el propio Morate: “Por un módico precio, te las mandan a cualquier punto de España en 24 horas”.
Excursiones, monte y bendiciones
La tradición no es solo gastronómica. Las opillas están ligadas a la festividad de San Marcos, con bendiciones, excursiones al monte y actividades en familia. “Antes se iba a la ermita de San Antón, hoy los chavales van a Guadalupe o San Marcial”, cuenta Morate.
Este año, el Ayuntamiento de Irun ha puesto autobuses gratuitos para que las familias puedan continuar con la costumbre de subir a los montes. “Es importante que no se pierda esta costumbre, sobre todo porque es un día de fiesta, de camaradería y de estar en la naturaleza”, añade.
Una tradición que resiste
Pese a los cambios, la esencia permanece: un gesto de cariño de madrinas y padrinos hacia sus ahijados. “Yo todavía tengo a mi mujer haciendo opillas para niños de 30 años”, bromea Morate. Y aunque reconoce que la tradición ha evolucionado, insiste en que “mientras los chavales quieran y el tiempo acompañe, la opilla seguirá viva”.




