Siete días sin móviles te ayuda a recuperar el control de tu propia vida

Durante siete días, un grupo de padres, madres y educadores de la ikastola Axular ha decidido desconectarse del smartphone como parte del reto impulsado por el colectivo ` Axularren Mugikorra Atzeratu ´ que busca predicar con el ejemplo y replantear el papel del smartphone en la vida familiar.

El objetivo de la iniciativa es vivir en primera persona lo que supone prescindir del móvil, tomar conciencia del impacto de los dispositivos digitales y abrir una conversación familiar y comunitaria sobre su uso.

“Queríamos entender cómo nos afecta a nosotros mismos el móvil antes de exigir nada a nuestros hijos”, explican Miren Berasategui y Amaia Goñi, dos de las participantes en esta iniciativa en `Hoy por Hoy San Sebastián.

La idea nació de una preocupación compartida: el uso creciente de pantallas y la digitalización acelerada en la infancia y adolescencia. “Veíamos cambios en nuestras hijas e hijos —impaciencia, necesidad de inmediatez, dificultad para gestionar la frustración— y nos dimos cuenta de que parte de eso también venía del modelo que veían en casa”, reconocen.

Más que un reto, una reflexión colectiva

Lejos de una prohibición tajante, el reto se planteó como un ejercicio a realizar según las condiciones laborales y familiares de cada uno. De los 20 padres y madres que participan en el reto, algunas personas optaron por apagar el smartphone completamente, otras lo limitaron a usos puntuales o lo sustituyeron por móviles antiguos sin acceso a Internet y otros activaron el `modo avión´. La clave está en observar los propios hábitos, recuperar el control y abrir un espacio de conversación.

Para Amaia Goñi, esta experiencia ha sido muy interesante, difícil de ejecutar y le ha comprobado como una semana `desconectada" le ha servido para "recuperar el control de su vida" explica. “Lo más revelador ha sido darme cuenta de hasta qué punto estoy enganchada, incluso sin redes sociales. Solo los mensajes ya generan una dependencia”, comenta Amaia. Esta experiencia le ha supuesto un ejercicio de “tranquilidad, seguridad y libertad” añade.

El experimento ha servido también para fortalecer la comunidad entre las familias del centro. “No nos hemos sentido solas. Muchas madres y padres, incluso sin inscribirse oficialmente, se han sumado al reto o han empezado a replantearse su uso del móvil”, aseguran.

Para Miren Berasategi, estos siete días también les está sirviendo a los padres para "tener las ideas más claras para saber para qué necesitas los móviles, para que los quieres y para que los usas" y así poder tomar conciencia de lo que supone un móvil para un adulto y si se puede, entender mejor lo que supone un móvil para los menores .

Hacia un decálogo común

La experiencia no terminará aquí. El próximo lunes, las familias participantes mantendrán una reunión para compartir conclusiones y trabajar en la creación de un decálogo de un uso saludable del móvil orientado a toda la comunidad educativa. La idea es establecer pautas claras, coherentes y sostenibles para aplicar en casa incluso antes de que los hijos e hijas tengan su propio dispositivo. “Queremos evitar la incoherencia de imponer normas una vez que ya tienen móvil. La educación digital empieza mucho antes y también pasa por predicar con el ejemplo”, subraya Miren.

Este tipo de iniciativas están empezando a ganar visibilidad en otros centros y comunidades. “Retrasar la edad del primer móvil y moderar el uso no solo es posible, sino que ya está ocurriendo. Estamos viendo que más familias se suman a esta reflexión”, apuntan. Ahora, el verdadero desafío será mantener ese espíritu más allá de los siete días.