¿Era originariamente rubia la Virgen de Arrate?

La sección semanal que dedicamos en Radio Eibar a la Historia se ha detenido esta semana en todo un símbolo de Eibar, como es su patrona la Virgen de Arrate. Para conocer las leyendas que rodean a esta virgen y detalles históricos que han tenido que ver con la misma, la historiadora eibarresa Nerea Alustiza nos ha contado muchas cosas, algunas de ellas que son desconocidas para muchas personas.

Entre los detalles a destacar, desde el punto de vista religioso, se encuentra el hecho de que la Virgen de Arrate podría ser la primera nombrada como Inmaculada Concepción en Gipuzkoa, y posiblemente en el País Vasco. Por ello, originariamente el día de Arrate se celebraba el 8 de diciembre, aunque posteriormente pudo trasladarse al mes de septiembre. Históricamente, Nerea Alústiza nos habla de la influencia del Concilio de Trento.

Ampliar

Cerrar

¿Una virgen rubia?

Entre los detalles más curiosos que Nerea nos ha contado está el hecho comprobado que el pelo original de la imagen de la virgen era rubio, si bien el color original de la figura aún no se ha podido determinar. Son datos revelados en el proceso de análisis tras el proceso de restauración que llevó a cabo Carmen Martín en 2007. Esos trabajos fueron encargados al Taller Cm de Arrasate-Mondragón, al presentar la imagen un mal estado. El trabajo realizado ese año tuvo como principal objetivo la conservación de la obra de arte en su conjunto, evitando profundas restauraciones que perjudicasen los materiales originales.

No sólo es la patrona de Eibar

La Virgen de Arrate no es solamente la patrona de Eibar; también es la patrona de los txistularis y los trikitilaris. Asimismo es una de las patronas de los arrantzales al ser una de las "vírgenes faro" por su situación alta con respecto al mar.

Según podemos leer en la página web del Ayuntamiento de Eibar, la imagen de la Virgen de Arrate es una escultura policromada de madera, vacía por detrás, de principios del siglo XIV, de estilo románico-gótico. Se encuentra en el centro del retablo de la iglesia sobre una peana y representa a la virgen entronada. En la mano derecha tiene el fruto y sobre la pierna izquierda está sentado el niño Jesús. El niño sostiene el libro en una mano y, plenamente consciente de su divinidad, con la otra bendice.

Esta escultura es un claro ejemplo de la iconografía de la época, ya que este tipo de imágenes eran muy habituales. Fue en el románico tardío donde se comenzó a trabajar este tema y en el gótico adquirió mucho protagonismo. Una de las formas más apreciadas de la escultura mariana del románico es la que representa a la virgen sentada con el niño en su regazo, indicando que María es considerada la sede de la divinidad. En el gótico, en comparación con la época anterior, se comenzó a trabajar las esculturas con más naturalidad, se “humanizaban”, profundizando así en la relación madre-hijo. La escultura ha sufrido diversas modificaciones. Por ejemplo, con la moda de colocar los mantos, se modificó la posición del niño Jesús y de la mano derecha. En la actualidad ha recuperado su forma original.