Altuna entra en el Olimpo de la pelota

Y entonces surgió el campeón. A Altuna siempre se le espera. Por muy mal que se le pongan las cosas, el campeón de Amezketa siempre guarda una bala en la recámara. Lo que ocurre es que contra Artola se guardó, no una bala, sino un proyectil de gran calibre que lo sacó a relucir en el momento más crítico, cuando pintaban bastos, estaba contra las cuerdas y su enemigo acariciaba la lana de la txapela más prestigiosa de la temporada.

Fue una victoria sufrida (22-19), trabajada desde el primer pelotazo y conseguida tras una reacción final propia de un gran campeón.

Con su triunfo, Altuna se ha hecho con un hueco en el Olimpo de la pelota y se convierte en un pelotari de leyenda. Nueve txapelas en los grandes campeonatos, cuatro de ellas en el Manomanista, le reservan un hueco entre los grandes pelotaris de la historia.

Una final con volteretas

La puesta en escena de Altuna dio la impresión de que la final se iba a solucionar por la vía rápida. Nada más lejos de la realidad. Una reacción de Artola, martilleando una y otra vez a su rival con ganchos inalcanzables, provocó una primera voltereta. El de Alegia, que había comenzado sufriendo, logró igualar la contienda en el tanto 10. Había final.

Pero es que el manomanista funciona así. Es el torneo donde las rachas marcan el desarrollo del partido. El saque resulta fundamental, y el que mejor aprovecha esta herramienta ya tiene un importante camino recorrido. En el momento en el que Artola rompió a sudar y se liberó de los nervios iniciales, sacó a relucir un saque poderoso y dañino que puso a Altuna contra las cuerdas. El delantero de Amezketa pasó un momento crítico, en el que se veía, una y otra vez, superado por un rival que dominaba todas las facetas del juego. Artola se puso por delante en el marcador de Miribilla.

Un campeón incómodo en la cancha

Jokin Altuna consiguió parar momentáneamente la sangría. Pero la táctica de su enemigo estaba clara: endurecer el partido. Artola comenzó a masticar cada tanto, buscó el peloteo para alargar la contienda, con lo que Altuna comenzó a sufrir con la defensa de aire. A medida que caían los tantos en el cartón del aspirante, los nervios aparecían en el rincón del campeón. A la vez, Iñaki Artola notó que la confianza comenzó a calar en su juego. Gozaba con cada pelotazo, sobre todo con la derecha, y colocó a su contrario en una situación crítica.

Altuna veía cómo la txapela se le escapaba en cada pelotazo, no solo porque los tantos eran para su rival, sino porque se le notaba muy incómodo sobre las negras losetas del frontón de Miribilla. Buscó y rebuscó en su zurrón golpes salvadores para meterse de nuevo en la contienda, pero apenas encontró soluciones. Es más, Artola dominaba sin demasiada oposición. La pelota salía con brillo de su mano y a la hora de matar el tanto tuvo el acierto y la habilidad para definir.

Y entonces surgió el campeón

A todo esto, un exceso de vista de Artola, que dejó pasar una pelota que botó claramente dentro de la cancha, metió de nuevo a su contrincante en el partido. La final se apretaba, y cuando Altuna está sobre la cancha puede pasar de todo. Sin embargo, el indiscutible número uno de la pelota cayó en demasiadas imprecisiones. Jugó siempre muy lejos de los cuadros alegres, donde mejor se desenvuelve. Pero Altuna es un pelotari increíble. Su amplio repertorio le permitió alcanzar el cartón 22 tras ir perdiendo 15-19.

Una txapela que engrandece su palmarés y le permite comer en la misma mesa que otros pelotaris de leyenda como Aimar Olaizola o Juan Martínez de Irujo. Son 4 ya en el Manomanista. Frente a Artola, la segunda consecutiva, y seguro que el futuro le depara alguna otra boina para seguir haciendo historia en este deporte.