"Llegué con un contrato de diez meses y llevo ya 50 años en el Athletic": Delgado Meco, el preparador físico, es ahora embajador del club
Las gabarras de los 80 son las imágenes de su vida en el club rojiblanco

Delgado Meco celebra sus 50 años en el Athletic
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"Yo vine para diez meses... y llevo 50 años”, resume con sonrisa pícara Manolo Delgado Meco en los micrófonos de SER Deportivos Bilbao. El mítico preparador físico del Athletic Club regresó a la que ya es también su casa, los estudios de Radio Bilbao, para celebrar medio siglo de trayectoria ligada a los colores rojiblancos. De aquel contrato efímero firmado en 1975 a convertirse en una institución viva de Lezama, campeón de Liga, formador de generaciones y ahora embajador del club, ha llovido mucho… pero el verbo de Manolo sigue rebosante de energía y memoria.
Sentado en el palco de San Mamés entre Goiko y el Chopo, el cargo de "eminencia" no se le queda grande. Su paso por el Athletic es la historia del club, contada desde la trinchera del esfuerzo físico y el aprendizaje constante. “Venía del Tenerife, de Segunda, y firmé por 10 meses para hacer currículum…”, cuenta. El currículum se convirtió en legado.
Las gabarras y el alma del Athletic
“Si me tengo que quedar con algo, es con las dos gabarras, sobre todo la segunda”, rememora con brillo en los ojos. Las imágenes del balcón del Ayuntamiento, la chapela rojiblanca, la copa alzada entre mareas humanas, siguen tatuadas en su memoria. "Fue sublime. Los jugadores me pidieron que subiera a la farola con la copa… y allí estuve". Más que preparador físico, Manolo fue alma de vestuario y figura clave en los años dorados de los 80.
Con Koldo Aguirre vivió una conexión especial: “Nos clasificamos para la UEFA, llegamos a dos finales… Bilbao estaba en ebullición”. Y junto a Javi Clemente, con quien también trabajó mano a mano, desplegaron un fútbol físico, agresivo y tácticamente rompedor. “Con Javi fue cojonudo. Eso sí, si te llamaba por el segundo apellido… algo venía”.
Sin GPS ni máquinas: a base de cuestas y autocarga
Delgado Meco fue pionero. Cuando llegó, no había gimnasio, ni GPS, ni software de rendimiento. Todo se hacía a mano, con libretas, pizarras y planificación milimétrica. “Trabajábamos a base de autocarga, empujones, calistenia, cuestas, zanjas y carretillas. Utilizábamos la naturaleza como herramienta”, relata con precisión casi quirúrgica. El campo, las fábricas, el barro… eran el gimnasio de entonces.
“Las bandas eran sagradas”, insiste. Y recuerda a jugadores como Santi Urkiaga o Iraola como ejemplos de resistencia total. La fuerza no era cuestión de gimnasio, sino de empuje humano: “Tirapu cargaba con Burru encima para hacer gestos específicos. 80 kilos de masa viva sobre sus espaldas…”.
Metodología y carácter
Su método era tan exhaustivo como artesanal. “Todo lo planificábamos en un calendario gigante: doble sesión, triple sesión, cargas, circuitos… todo estaba tabulado”. A falta de máquinas, sobraban ideas. “Fuimos unos adelantados”, apunta. Introdujo el balón en entrenamientos físicos de alta intensidad, cuando nadie lo hacía. "La clave es la prevención. Y la especificidad".
No solo enseñaba a correr: enseñaba a competir. Delgado Meco fue preparador físico, sí, pero también pedagogo, psicólogo, mentor. Y su figura era tan respetada que todos los presidentes del Athletic le consultaban. “No recomendé a Koldo Aguirre directamente, pero les dije: quien venga, que sea de Lezama. Y apostaron por él”.
Amigos, enemigos y lecciones
De su larga trayectoria guarda un puñado de amigos fieles: Iñaki Sáez, Clemente, el propio Koldo. Y muchas anécdotas: desde las broncas de Clemente (“no te metas con Miguel de Andrés”), hasta las conversaciones tácticas que revelaban más de la cuenta en una playa de Málaga. “Me dijo: zapatero a tus zapatos”, ríe.
A sus 80 años, Manolo Delgado Meco se mantiene lúcido, en forma, y siempre rojiblanco. “Mi historia es la del Athletic. Me acogieron como uno más desde el primer día”. Medio siglo después, su sitio en el palco, entre dos leyendas, simboliza lo que representa: la memoria muscular y emocional de un club que no se entiende sin su esfuerzo invisible.




