Conocemos los hallazgos arqueológicos alaveses del abrigo de Balanciego II y el castillo de Bernedo
Un abrigo con un 'uso no habitual' para la época y una necrópolis en el foso del castillo son los dos grandes descubrimientos
Balanciego II y el castillo de Bernedo: excavaciones y yacimientos activos en Álava.
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Vitoria-Gasteiz
En la Sierra Cantabria, en la localidad de Kripán, acaban de terminar los trabajos del abrigo de Balanciego II. Una excavación que retoma el hallazgo de hace seis años, en la que se encontraron herramientas de sílex adscritas a la atapa del epipaleolítico y que eran una novedad en el sur de Álava.
Tras un parón, este año han retomado la investigación y, tras 10 días de trabajo de campo, el equipo ha podido llegar a la conclusión de que este abrigo, en vez de servir de refugio como suele ser habitual, tenía un uso de almacén.
"En los abrigos había quemas intencionadas de los pastores, que los usaban como corral en verano. Al llevar al ganado al pasto alto en primavera, quemaban la cueva para higienizar, pero en Balanciego II no hay quema ni resto que haga pensar que fuera un corral", explica la arqueóloga Cristina Camarero.
Además, se han encontrado unos hoyos dentro de la cueva con materiales, lo que refuerza la idea de que se usara como almacenaje. En total, se han encontrado 800 restos de cerámica y, tras hacer un inventario, tocará analizar si se trata de cerámica de almacenaje, de cocina, de consumo individual para beber...
Una necrópolis en el castillo de Bernedo
Los trabajos de excavación en las ruinas del castillo de Bernedo ha sacado a la luz una necrópolis en el propio patio de armas. Se trata de un castillo vigente desde la Edad Media hasta la segunda mitad del siglo XVI cuando fue abandonado tras un rayo que dañó sus estructuras. Existe constancia de él desde el fuero de Marañón que Alfonso I el Batallador otorgó el siglo XVII y durante siglos fue un punto estratégico de vigilancia entre los reinos de Navarra y Castilla. Tras su abandono la fortaleza fue progresivamente desmantelada ya que los vecinos de la zona reutilizaron piedra para construcciones y vías.
Ahora la intervención arqueológica, iniciada a finales de octubre del año pasado ha sacado a la luz un gran número de útiles como es habitual en este tipo de construcciones: cerámica, fragmentos de vidrio, monedas, puntas de ballesta, de jabalina y un cuchillo). Pero para Javier Ajamil, director de la excavación, “la gran sorpresa ha sido una necrópolis en toda la extensión del patio de armas.”
Los restos óseos se han encontrado en dos situaciones. Por un lado, enterramientos deliberados con fosas preparadas que indicarían prácticas de inhumación realizadas mientras el castillo estaba en uso. Por otro, cuerpos hallados mezclados en el derrumbe que colmató el patio, enterramientos sin fosa que podrían corresponder a enterramientos rápidos tras el abandono posiblemente relacionados con episodios epidémicos en los que se aprovechó el escombro para cubrir los cadáveres. Para el director resulta curioso que las tumbas no respetan la orientación habitual de los ritos católicos medievales, lo que añade preguntas al hallazgo.
Los restos recuperados pasarán ahora por un inventario y acondicionamiento para su posterior análisis en laboratorio. Mientras tanto, la excavación afronta una fase de consolidación estructural —especialmente de la torre y muros— para asegurar los restos antes de continuar con nuevas campañas, pendientes de las licitaciones y subvenciones. Asegurar esto es relevante ya que “mientras un yacimiento está enterrado, se está conservando. En el momento que lo excavas, empiezas a destruirlo”, afirmada Ajamil. Respecto a las visitas, aunque durante la campaña se permitieron visitas controladas de vecinos del pueblo, ahora las obras están paralizadas y el acceso público se ha restringido por razones de seguridad.
