Paul Urkijo sobre 'Gaua': “La noche es terrorífica, pero también es bella, porque ahí se encuentran muchas libertades”
Hablamos con el director alavés y nos acercamos a las tradiciones de la Gau Beltza: tocar las campanas o dejar comida a los muertos

Paul Urkijo: "La noche es terrorífica, pero también es bella, porque ahí se encuentran muchas libertades"
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
VITORIA-GASTEIZ
Errementari. Irati. Gaua. Vuelve Paul Urkijo y lo hace con cocktail de sorgiñas, mitología y noche. El Festival de Cine de Terror de San Sebastián arranca hoy con la proyeción del último largometraje del director alavés. Además, y a diferencia de ocasiones anteriores, la película no se proyectará en el Victoria Eugenia, sino que ha conquistado el Kursaal, lo que para Urkijo es un "honor" y una "gozada".
Para el director, este evento va más allá del estreno: es una "reivindicación del género; que siempre parece que somos los raros los que vivimos en un nicho, los frikis". Urkijo recuerda que las películas de fantasía y terror suelen ser las que "mejor funcionan en taquilla," y sugiere que "igual hay que hacer una reflexión y ver a ver quién es el friky aquí".
Esta vez, el director se adentra ahora en las montañas de Euskal Herria para desmitificar la figura de la bruja. El cineasta recoge la tradición de resignificación de la bruja que se remonta a mediados del siglo XX, enmarcada en un movimiento de empoderamiento femenino. En esta narrativa, las brujas son retratadas como personajes "poderosas y temidas porque tienen que defender su territorio". Urquijo confronta la narrativa de Inquisición, señalando que las brujas terroríficas vienen de "las mentiras que crearon los inquisidores para reprimir ciertos colectivos, especialmente la mujer". Para él, la Inquisición, como estructura de terror y violencia, sigue viva, ya que sus fundamentos—mentiras para reprimir según intereses de poder—se manifiestan hoy, por ejemplo, en las redes sociales.
El filme sigue a Kattalin, una mujer del siglo XVII que huye de su caserío en la noche y decide "adentrarse donde se supone que no se ha de adentrar, en el bosque". Urkijo concluye que, aunque es necesario "atravesar esa oscuridad, atravesar tus miedos," es fuera del "camino recto de Dios" donde reside la promesa de la libertad. "La noche es terrorífica, pero también es bella a la vez, ¿no? Porque ahí se encuentran muchas libertades," afirma el director.
La película está rodada en euskera -lo que permite incluir refranes, hechizos y formas de hablar documentadas por Jose Maria Barandiaran, y fue compleja de grabar, ya que está grabada de noche y en localizaciones reales como bosques o cuevas.
Gau beltza en Araba
En la víspera del Día de Todos los Santos, cuando el velo entre los mundos es más fino, el etnógrafo y conocedor del territorio, Carlos Ortiz de Zarate, ha arrojado luz sobre las ricas y variadas tradiciones alavesas relacionadas con la muerte, muchas de las cuales oscilan entre el miedo y la atracción por la posibilidad de que los muertos vuelvan.

Carlos Ortiz de Zarate

Carlos Ortiz de Zarate
Para evitar el regreso de los difuntos peligrosos, se utilizaban métodos muy específicos. Además de colocar losas pesadas o cadenas alrededor de las tumbas -elementos que hoy parecen decorativos-, existían rituales directos. El etnógrafo reveló una curiosa costumbre: "Aquí se cosían los calcetines, por ejemplo, de los muertos para que no se pudieran levantar". En el mismo sentido, el ruido era un gran exorcista, pues tocar las campanas desde el anochecer hasta el amanecer servía para ahuyentar "los malos espíritus", apunta.
Sin embargo, existía la contraparte: el anhelo por los seres queridos. Basados en la creencia, posiblemente de origen celta, de que los difuntos regresaban a sus casas, se desarrollaron tradiciones de hospitalidad. Se dejaba la puerta abierta, el fuego encendido e incluso se preparaba un plato de comida en la mesa o la ventana. Ortiz de Zarate explica que estos gestos eran "la expresión de cariño con los muertos cercanos", llegando incluso a dejar la cama dispuesta para que el espíritu "descansara un ratico".
Estas prácticas, que demuestran una compleja relación con el más allá, no son reliquias históricas lejanas; el experto asegura que se estuvieron realizando hasta hace "cuatro días o tres".
Las campanas de Cárcamo
Las tradiciones alavesas relacionadas con el Día de Difuntos incluían prácticas muy específicas en pueblos de Álava. En Cárcamo, por ejemplo, durante la noche de ánimas o víspera de Todos los Santos, existía la costumbre de que los jóvenes tocaban "a muertos". Esta labor implicaba que los jóvenes tocaban las campanas "desde el anochecer hasta el amanecer" con el propósito de ahuyentar a "los malos espíritus" o "los difuntos negativos". Por este servicio social, se les compensaba: el alcalde les daba vino, siendo el pago "una cantara de vino o lo que fuera".
Por otro lado, en Nanclares de la Oca la creencia popular ubicaba las apariciones de los difuntos en un sitio concreto: se sabía que los muertos "aparecían detrás de la iglesia". Esta ubicación estaba directamente ligada al recuerdo ancestral, ya que antiguamente era muy frecuente que los cementerios estuvieran "pegando a la iglesia".
Incluso la tradición de tallar calabazas o nabos agujereados con luces, comúnmente asociada a Halloween, se realizaba aquí como una forma de ahuyentar a los malos espíritus.




