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“En casa no se hablaba del bombardeo”: la memoria de Emilio Aperribay, superviviente de Gernika que hoy participa en el homenaje histórico

Tiene 89 años y entonces solo ocho meses: su familia tardó años en poder hablar del horror de 1937, mientras Gernika recibe por primera vez a un presidente alemán acompañado del rey Felipe VI

“En casa no se hablaba del bombardeo”: la memoria de Emilio Aperribay, superviviente de Gernika que hoy participa en el homenaje histórico

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Gernika vive este viernes una jornada sin precedentes. Ochenta y ocho años después del bombardeo que arrasó la villa el 26 de abril de 1937, un presidente de la República Federal de Alemania visita por primera vez el municipio para rendir homenaje a las víctimas. Frank-Walter Steinmeier acude acompañado del rey Felipe VI y del lehendakari Imanol Pradales en un acto institucional que incluye una ofrenda en el cementerio de Zallo y una visita al Museo de la Paz.

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Entre quienes asistirán a esta ceremonia se encuentra Emilio Aperribay, superviviente del bombardeo. Hoy tiene 89 años, pero en aquel momento apenas ocho meses. Aunque no recuerda el ataque, sí ha crecido con los relatos de su familia, que durante años evitó hablar del tema. Según explica, en su casa “había mucho silencio”, un silencio que solo se rompió con el paso del tiempo, cuando sus padres pudieron empezar a explicar lo ocurrido y a compartir el impacto emocional que arrastraban.

El plan familiar para huir y el relato del horror

El bombardeo de Durango un mes antes generó un miedo creciente en toda la comarca, y la familia de Emilio tenía claro que Gernika podía ser el siguiente objetivo. Por eso, cuando sonaron las sirenas, su padre llevó al hermano mayor a un refugio de la fábrica de armas mientras su madre salió corriendo con él en brazos hacia la carretera que conecta con Bermeo.

Aperribay ha reconstruido su historia vital a partir de lo que le contaron sus padres: su madre tuvo que correr esquivando cadáveres, refugiándose detrás de los árboles cada vez que un avión descendía para ametrallar. Según relataban en casa, los aparatos volaban muy bajos y disparaban “a todo lo que se movía”, una escena que marcó profundamente a quienes la vivieron. La llegada al pueblo tras los ataques fue todavía peor: las llamas, el humo y la desolación convertían Gernika en un paisaje irreconocible.

El valor simbólico de la visita alemana

Para Aperribay, la visita del presidente alemán supone un gesto “muy favorable” y profundamente significativo. Recuerda que Alemania ya expresó oficialmente su arrepentimiento hace años, y considera que este acto es un mensaje directo de reconocimiento hacia las víctimas y los supervivientes. El superviviente subraya que, aunque fueron los aparatos de la Alemania nazi y la Italia fascista quienes bombardearon Gernika, los gobiernos democráticos posteriores sí han tenido gestos de reparación, incluyendo la financiación del polideportivo.

La presencia de Steinmeier hoy en la villa es, para él, una muestra clara de ese compromiso con la memoria.

Lo que todavía falta: un gesto por parte del Estado español

Aperribay considera, sin embargo, que el Estado español mantiene una deuda pendiente con Gernika. Explica que en su casa siempre se percibió que, mientras Alemania había reconocido su responsabilidad, España nunca había ofrecido un gesto institucional de la misma magnitud. A su juicio, el Gobierno español debería participar de forma explícita en un acto de desagravio, si no con una petición formal de perdón, sí al menos con un reconocimiento claro del daño sufrido.

En su opinión, ese gesto debería proceder “del máximo nivel institucional”, y por ello señala que el presidente del Gobierno debería haber estado hoy en Gernika para acompañar a las víctimas y sus descendientes.

Durango, Gernika y un recuerdo que sigue vivo

Aperribay también recuerda que el bombardeo de Gernika no fue un episodio aislado. El ataque a Durango unas semanas antes había encendido todas las alarmas en Bizkaia. La población vivía en un estado de miedo permanente, temiendo que la violencia aérea se extendiera de un municipio a otro. Esa memoria colectiva y compartida entre ambos pueblos forma parte del contexto emocional que aún hoy se mantiene vivo en la comarca.

Supervivientes en el centro del homenaje

La presencia de testimonios como el de Emilio, junto con otros supervivientes que participarán en el acto de esta mañana, convierte el homenaje de este viernes en un reconocimiento intergeneracional. Para él, estar presente representa un cierre simbólico de una herida que, aunque antigua, sigue siendo profunda en la memoria de Gernika.

Este 88º aniversario se convierte así en una fecha marcada por la presencia internacional, la memoria histórica y las voces de quienes, como Emilio Aperribay, han llevado durante toda su vida el peso silencioso de una tragedia que cambió la historia de Euskal Herria.

 

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