El sueño de un transportista, de un mecánico y de todo Portugalete: “¿Por qué no vamos a poder ganarle al Alavés?”
Hoy, en La Florida, el Portugalete se mide a un Primera División con un grupo de jugadores que compaginan el fútbol con sus trabajos

El sueño de un transportista, de un mecánico y de todo Portugalete: “¿Por qué no vamos a poder ganarle al Alavés?”
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
A las 19:00, La Florida será mucho más que un campo de fútbol. Será el lugar donde un club de Tercera Federación desafíe, sin complejos, a un equipo de Primera División consolidado en la élite. El Portugalete recibe al Deportivo Alavés con la memoria aún fresca de la noche en la que eliminó al Real Valladolid, un recuerdo que todavía retumba en las esquinas del pueblo. Allí se habla de fútbol con orgullo, sabiendo que la distancia económica, deportiva y profesional entre ambos equipos es enorme. Pero también sabiendo que el fútbol, a veces, decide ponerse del lado del que más sueña.
Kilómetros, jornadas laborales y una convicción que no entiende de categorías
En ese vestuario conviven botas y monos de trabajo. Gorka Crespo, extremo y fresador, lleva las mañanas entre herramientas y válvulas industriales antes de ponerse al volante para recorrer 240 kilómetros diarios entre casa, taller y entrenamiento. Lo hace sin quejarse, con una naturalidad que emociona. Explica que "con este ambiente, aunque llegues cansado, el cuerpo se enciende solo". Si ganan al Alavés, dice que llorará, que pedirá fiesta en el taller y que abrazará hasta al último aficionado del campo porque “sería algo que no se olvida en la vida”.
Más información
Martín Fernández, transportista, tiene otra ruta pero el mismo destino. Sale de casa a las 6:30, trabaja como camionero de residuos en Vitoria y por la tarde enfila la carretera para llegar a tiempo al entrenamiento. A veces cena de pie; otras, directo a la cama. Pero nunca faltan las ganas. "Te pierdes cosas, pero cuando juegas partidos así te das cuenta de que elegiste bien", dice. Se enfrentará al club del que es hincha desde niño, el Alavés, pero sonríe porque esta vez el corazón tira de amarillo: "Mis amigos y mi aita quieren que pase el Glorioso… pero dicen que van conmigo porque no les queda otra".
Un vestuario que también se sostiene desde fuera del campo
Yeray Cuello es de esos futbolistas que también son muchas cosas más. Trabaja en comedores escolares y pasa la mañana rodeado de niños de cinco años, bandejas, meriendas y carreras por los pasillos. Entre cucharas, voces agudas y manos pequeñas que reclaman atención, su día a veces parece un pequeño terremoto, un caos amable. Él es quien calma, quien organiza, quien recoge, quien acompaña.
Contra el Deportivo Alavés dice que no habrá miedo, solo respeto, y que si el partido exige más, darán más: "Estaremos metidos hasta el 90, o hasta el 120 si hay que morir con la camiseta puesta". Su frase define la mentalidad del grupo mejor que cualquier análisis táctico.
Aintzane y Paco: una vida entera en amarillo
Si este club tiene alma, una parte inmensa está en Paco Mena. 64 años, utillero, jardinero, solucionador de emergencias, memoria del club. Se jubila en mayo, después de décadas cuidando camisetas, botas, redes y futbolistas. Y cuando se le pregunta qué significa este vestuario para él, la respuesta no necesita explicación: "Para mí, los jugadores son mis hijos".
A su lado camina Aintzane Angulo. Literalmente creció en este estadio y desde años fue la voz que recibía a los equipos desde la megafonía. Ella misma recuerda ese primer día con un temblor que no se olvida: "Estaba en la grada de adolescente y me dijeron si que si quería ser la speaker del Portu: dije que sí".




