Un velero con banda sonora: Mikel Urdangarin recorre el Cantábrico de la mano del navegante Unai Basurko

Bilbao

En el ya lejano 2006, Unai Basurko firmó un hito para la navegación en Bizkaia. El regatista logró completar la vuelta al mundo en su velero Pakea Bizkaia en solitario y sin escalas. A sus espaldas hoy en día hay tres vueltas al globo y miles de horas de navegación, casi todas sin compañía. Ahora, en 2025, rompiendo con esa soledad, Unai se convierte en compañero de ruta de Mikel Urdangarin. Todo después de que el músico, que adquirió su propio velero hace un tiempo, le pidiera ayuda para traer su barco restaurado desde Galicia de vuelta a Euskadi.

Una travesía marítima entre dos amigos que, además, se ha convertido en película bajo el título de Itsasora. El documental, que Mikel no solo ambienta musicalmente sino que también dirige, se acaba de presentar en el Mendifilm Festival. "Nosotros somos personajes, eso es en lo que normalmente la gente se queda, y con este tipo de proyectos van a poder acceder al alma de la persona, quitarnos las caretas", analiza Basurko.

Una borrasca con banda sonora

No obstante, la mar también les puso a prueba durante la grabación de la película, como señala Mikel: "La travesía fue una locura. Grabamos en condiciones extremas, en las que normalmente no grabarías en cualquier producción medianamente cuerda. Vivimos una situación durísima, en plena borrasca, en mitad de un vendaval", zanja.

Precisamente con ellos se unen dos mundos, el de la música y la navegación, que el propio Unai reconoce han ido de la mano durante toda su vida deportiva: "En la mar, como en la vida, la música es algo maravilloso. Te permite adecuarla a cada momento de actividad y a tu estado de ánimo. Yo siempre he escuchado música navegando", sentencia.

El magnetismo del mar

Del mismo modo, Urdangarin se cuela en el mundo marino de la mano de Unai: "En ese magnetismo del mar yo me he movido por dos fuerzas. Por un lado está el propio magnetismo del mar, que a mí es algo que siempre me ha atraído, aunque en los últimos años ha sido cuando ha despertado y ha eclosionado en la medida en que he conocido a Unai", relata.

"Yo aluciné cuando Unai completó la vuelta al mundo, pero al final eso es algo efímero. Eso que a nosotros nos produce no es comparable a lo que él había vivido", reflexiona el director. A esa mar él llegó también en solitario: "Me compré un barco, empecé a navegar y lo hice mucho durante cuatro años, casi siempre en solitario. A medida que yo empiezo a conocer lo que es la navegación es cuando empiezo a dimensionar lo que puede suponer dar la vuelta al mundo".

La soledad en alta mar

Por eso decide poner a Unai en el centro de la historia, porque "ahí es cuando empiezo a ser consciente de la magnitud de lo que ha hecho". Define a Basurko como "un icono romántico, alguien que quiere dejar su relato en la arena, aprovechar el tránsito en la vida para dejar su huella". Una forma de estar en el mundo que, para Urdangarin, es clave: "En el mundo los sueños colectivos han marcado el tiempo, pero a mí siempre me ha seducido la persona, el individuo con su aventura y su locura. La afirmación del yo, no como el rechazo a lo colectivo sino como algo necesario para transitar por la vida, es un leitmotiv muy importante de la película".

Esa forma de acercarse a la mar es algo, recalca Unai, que no exige una vuelta al mundo: "Lo bueno que tiene la mar es que no tienes que irte muy lejos para sentirla. Aquí tenemos suerte, en diez minutos estamos navegando. Con cualquier pequeña travesía puedes conectarte a la mar. Aunque también es verdad que el transcurrir de los días y las noches ayudan a que llegues a un estado de mayor compenetración con el elemento de la mar, a una mayor conexión".