Patxi Arín, secuestrado y asesinado por no ceder a la extorsión terrorista

Vitoria-Gasteiz

El 15 diciembre de 1983, tres miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas se presentaron en casa del empresario Patxi Arín, en Tolosa. Le secuestraron delante de su familia, le trasladaron en el maletero de su coche a Irura y allí le mataron de un tiro en la nuca. La razón: no pagar el mal llamado impuesto revolucionario. Le recordamos en el capítulo 74 de 'La ventana de la memoria'.

Gerardo Arín es uno de los cuatro hijos de Patxi. Recuerda a su padre como una persona "muy abierta, con mucha vida social", aunque eso cambió a raíz del cierre de su empresa 'Montajes Electromecánicos Arín S.A.' "Fue acusado de que se había llevado el dinero de la empresa, cuando era todo lo contrario: todo el dinero que mi padre había sacado de la empresa se había vuelto a invertir en la misma", recuerda.

Gerardo recuerda perfectamente la primera carta de extorsión que recibió su padre. "Era domingo. Volvíamos de Candanchú y, al entrar en el portal de casa, mi padre vio que había en el buzón una carta, que le llamó la atención. La abrió y era el impuesto revolucionario. Le pedían 25 millones de pesetas y le daban 20 días para ir a Francia y pagar".

Arín siguió las instrucciones de los terroristas, acudió a San Juan de Luz y allí "estuvo hablando con Txomin Iturbe Abasolo". "Le explicó que no sabía de dónde habían sacado esa información, pero que era errónea, que no tenía ese dinero. Le comentaron que lo iban a comprobar y que, si en el plazo de 15 días, no tenía noticias de ellos, se despreocupara". Así ocurrió durante un tiempo, hasta que el 19 de enero de 1982, dos terroristas tirotearon la puerta de su casa, estando la familia dentro. El empresario repitió la visita a Francia, que se desarrolló en los mismos términos que la primera.

"No va a pasar frío"

Casi tres años después, el 15 de diciembre de 1983, Gerardo volvió de la biblioteca a casa y allí se encontró con que, junto a su madre y uno de sus hermanos, había un par de jóvenes. "Mi madre me dice que se iban a llevar al aita secuestrado. Cuando les pregunto por qué, simplemente me enseñan una pistola", cuenta. Media hora después apareció su padre. "Le comentan que se lo van a llevar secuestrado. Entonces, mi padre nos dice que no nos preocupemos, que, al igual que las dos veces anteriores, ya se solucionaría". De aquel momento recuerda un detalle en el que entonces no reparó. "Mi madre le había preparado unos medicamentos que tomaba y una pelliza. Uno de los terroristas le dijo: Señora no se preocupe que no va a pasar frío".

Los terroristas (abajo había un tercero esperando) se llevaron al empresario en el maletero de su propio coche. Allí le encontraron poco después, en un solar en Irura, muy cerca de donde se levantaba su antigua empresa. Gerardo tuvo que identificar el cadáver. "Se encontraba en el maletero del coche, con la pelliza encima y con un tiro en la nuca".

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El sufrimiento de la familia no acabó ese día. "Una parte de la sociedad intentaba seguir haciéndonos la vida imposible. Seguimos teniendo llamadas amenazantes, ibas por la calle y recibías insultos, escupitajos... Oías comentarios como "algo habría hecho cuando lo han matado". Y luego, el vivir con un continuo de manifestaciones a favor de los presos, pancartas, recibimientos de presos como si fueran héroes, etc". Gerardo recuerda también que las instituciones "nos dijeron buenas palabras, pero a los días ya había otro muerto y se olvidaban totalmente de ti".

Además, la familia no ha tenido Justicia. Su caso es uno de los cientos sin resolver. Gerardo identificó a uno de los terroristas, el que estaba esperando fuera del domicilio, pero la Guardia civil le dijo que "era imposible, que esa persona se encontraba en Francia y estaba controlada por ellos". Posteriormente, la Audiencia Nacional absolvió a Pedro José Guridi, extraditado por Francia y reconocido por Gerardo, por falta de pruebas.

"Un caso que no interesaba resolver"

Todo esto ha dejado en Gerardo la sensación de que "era un caso que no interesaba resolver" y muchas dudas. "Nosotros los problemas siempre los habíamos tenido con ETA y, en cambio, el asesinato de mi padre fue reivindicado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas".

Para Gerardo, "El impuesto revolucionario era como un cáncer. Cuando te tocaba, date por jodido". Lamenta que no se hable de ello. "Hubo muchos políticos y simpatizantes de HB que hicieron de este método una forma de vida muy acomodada. Ahora veo a Bildu sentado en el Congreso de los Diputados, como si nada hubiera pasado, cuando hubo cientos de empresarios que tuvieron que abandonar el País Vasco, gente que jamás ha vuelto. No es una información que ni al Gobierno vasco ni al central le interesa que se hable".

Escucha aquí la entrevista completa a Gerardo Arín.

25.000 millones de impacto

La extorsión terrorista al empresariado tuvo, además de costes personales, un perjuicio económico muy importante. El investigador y secretario de la Comisión Económica de la Universidad de Deusto, Luis Ramón Arrieta ha publicado este año en la revista internacional Riet Journal un análisis sobre 'El impacto económico del terrorismo: un análisis del caso vasco'. Basándose en diferentes estudios y análisis, Arrieta ha cuantificado el impacto directo del terrorismo de ETA en 25.000 millones de euros "del año 2000".

Arrieta cifra entre 10.000 y 15.000 los empresarios y directivos vascos que a lo largo de las casi seis décadas de terrorismo fueron extorsionados por parte de ETA. Más difícil es saber cuántas empresas se deslocalizaron, "aunque sí podemos saber que, fruto de todas estas extorsiones, secuestros y asesinatos, pudimos perder en el País Vasco más de 30.000 empleos, sobre todo, empleos de alto valor añadido, que se fueron deslocalizando a diferentes zonas de España, especialmente hacia Madrid y su entorno".

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Otro efecto del terrorismo fue el de las inversiones que pudieron llegar y no lo hicieron. "De acuerdo a los estudios", explica, "sabemos que el País Vasco en todas estas décadas de terror presenta la mayor caída de toda España a nivel de stock de capital productivo. Hemos perdido, desde los años 70 a hoy, en torno al 52,5 por ciento de stock de capital de inversiones, la mayor pérdida de España".

Sin "dividendo de la paz"

Pese a que ETA cesó su actividad armada hace ya 14 años, Arrieta sostiene que "Euskadi no está obteniendo el llamado dividendo de la paz". A su juicio, eso ocurre "porque no hemos afrontado la resolución de los problemas estructurales que tenemos: una enorme pérdida de capital humano, de unas 200.000 personas, que no hemos hecho nada para recuperarlas; una pérdida de inversión y de tamaño económico; deslocalización de empresas y puestos de trabajo. Además, hemos perdido impulso emprendedor y hay otros elementos adicionales, como una cierta radicalidad sindical, que todavía nos sigue afectando y una pérdida de valores, que es más difícil de medir".