Ahmed Alhaddad: “He podido volver a subirme a un escenario, pero nuestra vida está en pausa por el asilo”
Ahmed, palestino de 29 años, y su pareja permanecen desde septiembre en un limbo administrativo a la espera del procedimiento de protección internacional


Ahmed Alhaddad tiene 29 años, es músico y reside en San Sebastián desde septiembre de 2025. Él y su pareja, Nur, se encuentran a la espera de la primera cita para solicitar asilo, prevista para febrero de 2026, tras varios meses detrás de la administración. Mientras tanto, explica, carecen de una situación administrativa estable, sin contrato de alquiler, sin permiso de trabajo o posibilidad de llevar a cabo actividad musical alguna fuera de Euskadi. Actualmente viven de forma temporal en casa de un amigo y su día a día se centra en aprender el idioma, realizar trámites y buscar un piso.
A esa situación suma la incertidumbre sobre plazos: la cita de febrero es el primer paso, después deben esperar una resolución que, en caso de ser aprobada, no garantiza los permisos vinculados al procedimiento de manera inmediata.
Su historia empieza en Gaza. Nació y creció allí y se formó como músico de manera autodidacta, en un contexto con pocas opciones para la educación musical. “No hay posibilidades de educación musical… no hay ni tiendas de música”. En la adolescencia viajó a Egipto, logró llevarse una guitarra y empezó a aprender por su cuenta: “Por YouTube, por algunos libros… me enseñé yo mismo”, explica a Cadena SER Euskadi.
Tras abandonar Gaza, dejando atrás también sus estudios universitarios, pasó cerca de siete años en Turquía con permisos de residencia turística renovables, sin poder desarrollar una vida laboral y artística. Allí conoció a Nur, con quien comparte un proyecto musical. Ambos lograron llegar a Euskadi con apoyo de personas de su entorno.
Ahmed llegó a San Sebastián el 16 de septiembre de 2025. “Conocimos a Igor Ochoa, es el hombre que cambió nuestra vida”, explica, "la amabilidad de la gente y cómo nos han recibido aquí lo hizo más fácil”. En Gipuzkoa, ha retomado actuaciones gracias al grupo gazatí SOL Band, actualmente fuera de Euskadi. Y mantener esa línea requiere condiciones básicas: vivienda, ingresos y documentación. “Estamos corriendo todo el tiempo, intentando ponernos con el idioma, buscando un piso”.
“Han pasado como cinco meses desde que llegamos solo para tener la primera cita”. Hasta entonces, la falta de derechos vinculados a un estatus estable marca la jornada con la vivienda como la urgencia principal.
A pesar de haber actuado en escenarios y haber conectado con espacios culturales, su vida cotidiana sigue determinada por la espera del asilo, la falta de vivienda propia y la imposibilidad de trabajar y viajar con normalidad. “He podido volver a subirme a un escenario”, resume, “pero nuestra vida está en pausa por el asilo”.




