Siete alumnos del Aula TEA del IES Virgen de Guadalupe de Cáceres se embarcan en una aventura educativa en las costas alicantinas

El IES Virgen de Guadalupe de Cáceres vuelve a apostar por la inclusión real con un nuevo reto dentro de su programa “AtreveTEA”, una iniciativa nacida para ofrecer experiencias transformadoras a alumnos con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Tras recorrer el Camino de Santiago el año pasado, este curso los protagonistas se embarcan —literalmente— en una travesía en barco por la costa de Alicante.

“AtreveTEA navegar con nosotros” es el nombre del proyecto de este año, en el que durante cinco días los alumnos del Aula TEA vivirán una experiencia única de convivencia, autonomía y superación personal a bordo de un barco escuela. La iniciativa forma parte de un programa que arrancó en 2014-2015 con actividades físico-deportivas adaptadas, y que ha evolucionado hasta convertirse en un referente en innovación educativa e inclusión.

“El objetivo no es otro que ofrecerles un reto fuera de su rutina, que favorezca su autonomía, sus habilidades sociales y su capacidad de adaptación”, explica Juan Carlos Zambrano, coordinador del Aula TEA. Según él, experiencias como esta tienen un gran impacto en los estudiantes: “El año pasado muchos de ellos nunca habían dormido fuera de casa, y acabaron haciendo siete noches seguidas en el Camino”.

Sandra Baz, directora del centro, subraya que el IES Virgen de Guadalupe fue pionero en Extremadura en la creación de un aula TEA y que la inclusión forma parte del ADN del centro: “No es solo un aula, es un equipo especializado que trabaja para que estos alumnos estén integrados plenamente en sus clases y en la vida escolar”.

¿Y el futuro del programa? Aunque aún es pronto para revelar detalles, el equipo ya planea un reto aún mayor para el curso próximo. “Después de tierra y mar... lo que viene es arena. Pero ya lo contaremos”, bromea Zambrano, dejando entrever que la ambición del proyecto no tiene límites.

Con iniciativas como esta, el IES Virgen de Guadalupe demuestra que la inclusión educativa no es una meta, sino un camino —y a veces, también una travesía en barco.

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