La Guía de la Salud
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La baja visión, en el limbo entre la ceguera y la vista

Cerca de dos millones de personas en España padecen problemas visuales graves e incurables que no llegan a la ceguera pero que tampoco les permite lleva una vida plenamente normal

Entrevista al especialista en Baja Visión de Federópticos Suiza Adrián Pérez Baladrón

Vigo

Seguramente alguna vez todos nos hemos cruzado con una persona en la calle demasiado torpe, que se tropezaba con demasiadas cosas o chocaba con otras personas, o demasiado despistado y muy probablemente apenas hemos reparado en él o nos hemos preguntado qué problema tiene o si necesita ayuda. Es muy posible que estuviéramos ante una persona con baja visión. No los distinguimos, como a los ciegos, que seguramente reconocemos por las gafas oscuras, el bastón blanco o el perro guía... sin embargo, las personas con baja visión caminan entre nosotros, e intentan hacerlo con toda la normalidad posible, aunque a menudo un trayecto que para nosotros es muy sencillo, a ellos les parece una odisea casi imposible de cumplir. Y es que las personas con baja visión no llegan a ser ciegos, porque no han perdido la vista completamente o al menos no en el grado que la ciencia considera una ceguera... de hecho, las personas con baja visión conservan parte de la vista, aunque solamente en una zona determinada del campo visual. Mientras una persona ciega no ve absolutamente nada, o puede distinguir sombras o siluetas, las personas con baja visión conservan todavía la vista en determinadas zonas, lo que les permite ver en el centro del campo visual, como si estuvieran mirando a través de un canuto; o en los laterales, o en el eje central, como si se hubieran cerrado unas cortinas laterales que les impidiesen ver más allá de lo que tienen delante.

Esta situación se produce como resultado de algunas patologías, como el Glaucoma, la degeneración macular o la diabetes, entre otras. Los daños producidos en la vista por estas enfermedades no son reversibles con cirugía ni tratamientos, aunque sí que se puede frenar su avance, aunque probablemente cuando se detecta ya se haya perdida una parte del campo de visión o incluso agudeza visual. Sin embargo, cuando se recibe el diagnóstico, hay que tener presente que no todo está perdido. Según el óptico-optometrista especialista en baja visión y en recuperación visual Adrián Pérez Baladrón, al frente de Federópticos Suiza en Vigo, uno de los pocos centros especializados en baja visión, "hay que aprender a vivir con baja visión y tratar de aprovechar al máximo las posibilidades que nos ofrece el campo de visión que todavía conserva el paciente para que aprenda a vivir con él desarrollando una vida lo más normal posible". Pérez Baladrón reconoce que en muchas ocasiones "el diagnóstico supone un mazazo muy importante para el paciente, pero tiene que entender que con entrenamiento y esfuerzo, además del apoyo de su entorno, puede recuperar las riendas de su vida".

Durante la pandemia por COVID-19, son muchos los afectados por baja visión que vieron agravada su enfermedad y las consecuencias sociales de la misma, debido principalmente al miedo que les producía salir a la calle y no ser capaces, por ejemplo, de cumplir algunas medidas restrictivas como mantener las distancias de seguridad. Según un estudio de la Sociedad Española de Especialistas en Baja Visión y Rehabilitación Visual, la mitad de las personas con baja visión han perdido calidad visual durante el confinamiento y casi la mitad, un 47% ha reducido sus salidas debido también a la dificultad para orientarse a consecuencia de la alteración del espacio público, con la instalación de nuevas barreras para limitar y dirigir los movimientos ciudadanos; reordenación de tiendas o la ausencia de gente, ha supuesto, sin duda, un problema para quien tiene baja visión.