Amparo Alonso liga los sesgos en Inteligencia Artificial a las imperfecciones heredadas “del mundo real”
La investigadora Amparo Alonso describe la inteligencia artificial (IA) como un “campo transversal” de estudio cuya aplicación está presente en “cualquier sector”
Coruña Científica, con Bibiana García. Hablamos con Amparo Alonso, catedrática de la UDC
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A Coruña
La investigadora Amparo Alonso describe la inteligencia artificial (IA) como un “campo transversal” de estudio cuya aplicación está presente en “cualquier sector”, si bien reconoce que, más allá de su evolución computacional, le queda “mucho por hacer” para integrarse por completo en distintos ámbitos de nuestra vida y hacerlo, además, sin arrastrar los sesgos de las sociedades contemporáneas.
La IA es uno de los grandes avances de nuestro tiempo al que la ingeniera química Amparo Alonso (Vigo, 1961) ha dedicado gran parte de su carrera profesional. En su época todavía no existía el grado de Ingeniería Informática, pero eso no le impidió ahondar en la especialización. De hecho, centró su tesis en la aplicación de técnicas informáticas en la biomedicina.
En ese área ha observado a lo largo de los últimos años cómo la integración de IA puede ofrecer “diagnósticos mucho más correctos” y “ayudar a los expertos”. Pese a ello, recuerda que para el diagnóstico de personas con algún tipo de enfermedad cardíaca se encontró con que “muchas de las terapias” estaban sesgadas porque “casi todos los estudios se hacen sobre hombres”, lo que suponía que ciertos síntomas fueran más complicados de localizar en mujeres.
No obstante, la exclusión no solo ocurre en medicina. En sus inicios, detalla la investigadora, los asistentes de voz fueron programados "por defecto” con voz femenina, “con carácter servicial” y hoy se avanza hacia “voces neutras”. En la misma línea, los sistemas de reconocimiento de voz “fallan mucho más en mujeres que en hombres”.
A propósito de esta última cuestión, Alonso invita a reflexionar sobre su trascendencia, de apariencia trivial si tenemos en cuenta que son los sistemas que “se utilizan para traducir automáticamente vídeos en YouTube”, pero no tanto si nos imaginamos su utilización “en un automóvil que funciona solo y recibe órdenes de voz”.
Los sesgos, ya sean por sexo, género, religión o incluso económicos, pasan “inadvertidos” en la inteligencia artificial porque es un campo en el que se trabaja con “con datos del mundo real, que tampoco es perfecto”, expone la investigadora.
Un mundo real necesario para construir el tecnológico, el de mañana, y cuyos diseñadores son en su mayoría hombres frente al 13% de mujeres. “La tónica habitual” en las universidades españolas, según Alonso.
Como actual profesora de la Universidade de Coruña (UDC), coordinadora de investigación del grupo LIDIA y presidenta de la Asociación Española para la Inteligencia Artificial (AEPIA), también ve un condicionante en que los equipos no sean “diversos”, ya que “puede influir en la forma que tienen de abordar algunas aplicaciones”.
La paridad, anota, tampoco es una garantía de éxito en el abordaje inclusivo dada la influencia que la sociedad tiene sobre todos nosotros.
En un intento por alcanzarla, la estrategia de IA de España incluye medidas sobre inclusividad con las que espera acabar con la brecha de género orientadas a atraer y retener talento femenino, aportar a las empresas cuyas fundadoras sean mujeres y favorecer la diversidad de equipos.
Alonso advierte también con cierta preocupación que las cuotas en la especialización vienen descendiendo en los últimos años tanto en hombres como mujeres.
Y, aunque admite que es “complicado aventurarse” a buscar el porqué, sugiere que el origen quizás esté en la ausencia de asignaturas que enseñen “no a cómo ser un usuario, sino la informática como disciplina” desde las primeras fases de la escolarización.
“Es complicado que te guste algo que no sabes lo que es”, apunta la investigadora, que señala también una pérdida en otro tipo de habilidades como la comunicación o la creatividad.
Habilidades que serán, a su vez, esenciales para el desarrollo de la inteligencia artificial de la próxima década en su intento por naturalizar la interacción entre máquinas y humanos como ya hace el ChatGPT o por dar ese salto a las aplicaciones creativas – literatura, pintura, etcétera-.
Un futuro, según Alonso, que vendrá marcado por funcionalidades “más disruptivas y menos dilatadas en el tiempo”.