Xosé Sánchez Bugallo, el alcalde tranquilo
El veterano alcalde socialista aspira a un quinto mandato
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El alcalde de Santiago, Xosé Sánchez Bugallo / Concello de Santiago
Santiago de Compostela
Xosé Sánchez Bugallo es un animal político aunque con estilo propio, el del hombre tranquilo, sin las estridencias de otros compañeros de filas propias o ajenas.
Nacido en Teixeiro-Curtis un 31 de enero de 1954 pronto recaló en Santiago a donde fue trasladado su padre, de profesión ferroviario. Lector voraz y algo solitario pasó por el colegio La Salle. No terminó estudios universitarios y coqueteó con otras organizaciones antes de recalar en el partido socialista.
Entró en política sin cumplir los 30. Con solo 29 años se convirtió en jefe de gabinete de un Xerardo Estévez que iniciaba su primer mandato en 1983. El desempeño de un carrusel de responsabilidades en forma de concejalías fue sólo cuestión de tiempo. Durante 11 años, entre 1987 y 1998, fue concejal de Deportes, Relaciones Vecinales, Tráfico y Seguridad Ciudadana, Personal y Régimen Interior y Hacienda, asumiendo también, como destaca su perfil de la web municipal, la portavocía en algunos momentos. En definitiva, Bugallo fue en aquella época una auténtica navaja suiza municipal lo que le permitió conocer a fondo el Pazo de Raxoi y, llegado el momento, suceder al jefe, aunque, según cuentan algunos, no fue la primera opción. Dio igual, hizo gala de su carácter pragmático y en aquella campaña electoral de 1999, su primera campaña como cabeza de cartel socialista, peleó el puesto y contó con el apoyo de su predecesor en un concurrido mitin de cierre celebrado en el Auditorio de Galicia.
Tras tres mandatos como alcalde en coalición con el BNG en los años 1999, 2003 y 2007, perdió el bastón de mando con la mayoría absoluta de Gerardo Conde Roa en 2011. No dejó la política. Concurrió en las listas del PSdeG-PSOE a las elecciones autonómicas y ejerció de diputado entre 2012 y 2016. Fue portavoz socialista en la Comisión de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Vivienda y presidente de la Comisión de Economía, Hacienda y Presupuestos donde puso en práctica su proverbial buena cabeza para los números.
Estaba ya jubilado y alejado de la vida municipal, caminando a diario 20 kilómetros por Santiago, en compañía de su inseparable compañero de fatigas, Bernardino Rama, cuando el partido le pidió volver para tratar de recuperar la alcaldía. Se cumplían 8 años de la salida del PSOE del Pazo de Raxoi, un tiempo en el que la ciudad vivió un turbulento mandato del PP entre 2011 y 2015 en el que llegó a haber tres regidores, y otro de Compostela Aberta, con Martiño Noriega al frente, entre 2015 y 2019. Bugallo se dejó querer primero y al final asumió el reto. Lo consiguió y, por primera vez en un gobierno en minoría, le tocó hacer frente a la pandemia.
La crisis sanitaria modificó las prioridades de la primera mitad del mandato y en la segunda, la gestión municipal ha acusado un desgaste que sus rivales políticos llevan meses haciendo notar. Se adjudicaron algunos contratos esenciales como el de limpieza y recogida de basura, la gestión de la red de centros socioculturales o el SAF, el servizo de axuda no fogar, pero quedan otros de mucho peso como el del transporte urbano, muy deteriorado, o el del agua donde la corporación no ha llegado ni siquiera a un consenso sobre el modelo más adecuado.
La campaña electoral que arranca tiene para Bugallo un doble desafío, el de conseguir la reelección para que los socialistas sigan al frente de la capital de Galicia y el suyo personal; cómo escribir el último capítulo de una trayectoria política que, después de 40 años, dejará su propia huella en el ayuntamiento compostelano.