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Voluntarios en las Illas Cíes: mantener, sensibilizar y disfrutar del paraíso gallego

"Estar doce días aquí es un lujo. Casi no está al alcance de nadie"

El Conselleiro de Cultura y los voluntarios en las Islas Cíes

A la mexicana Jessica González, el Gobierno de su Estado, Aguascalientes, le brindó escoger destino para un voluntariado este verano. Su primera opción estaba clara, debutar en Europa en las Illas Cíes. Allí, ella y otros 19 jóvenes de distintas nacionalidades contribuyen a cuidar el medio, pero también a disfrutar de este paraíso gallego mientras sensibilizan a los turistas de la necesidad de protegerlo.

"Estar doce días aquí es un lujo. Casi no está al alcance de nadie", asegura Emilio, monitor y biólogo de A Estrada, en plena jornada laboral, testigo de cómo la gente va disponiendo sus toallas en la playa y alguno, los más valientes, contrastan la temperatura exterior con las frías aguas. Que estén a 17 grados ya es toda una suerte, dice Pepín (José Antonio Fernández), el director del Parque.

Casi se necesita la misma fortuna para asegurar el viaje. La planificación es indispensable. El Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Nacional das Illas Atlánticas establece que entre el 15 de mayo y el 15 de septiembre es temporada alta y los visitantes que quieran acudir a las Cíes tengan que gestionar directamente las autorizaciones para desplazarse a ellas a través de la página web de la Xunta.

Solo 1.800 personas pueden visitar las Cíes cada día y 600 campistas pueden pernoctar en ella. Allí también se alojan los voluntarios. Actualmente son 20 y proceden de México, Italia, Francia, Albacete, Cáceres, Palencia, Vizcaya, Ceuta, Cantabria, Córdoba, Madrid, Pontevedra y A Coruña.

Esta semana, ha estado con ellos el conselleiro de Cultura, José López Campos, que ha puesto "en valor" la labor que realizan para el cuidado y preservación de un "elemento muy importante" del patrimonio natural de Galicia.

Los voluntarios hacen una media de 18 a 20 kilómetros diarios. "Pensaba que te la podías recorrer en un paseíto, pero no", apunta una de las jóvenes que participa en el campamento. A su lado, un repetidor. "Y más que voy a repetir", advierte.

Este campo de voluntarios tiene ya historia. Presume de ser pionero en Europa, con más de 50 años de antigüedad, aunque la fecha de la primera edición no está clara. Los primeros que pasaron por él han vuelto a la isla ya con nietos, relata uno de los responsables, testigo de cómo se fraguaron muchas parejas en este paraíso gallego.

El campus, apunta la directora xeral de Xuventude, Lara Meneses, es "completísimo" porque incluso practican inglés. Al francés que ha acudido al de este año ya le han enseñado a decir en gallego que tiene hambre. A las 13:30 horas es el momento de saciar el apetito en una dieta que incluye cinco comidas al día. De eso se encarga un equipo de tres cocineros que tienen que planificar porque les proveen de alimentos cada tres días.

Tras ver pasar turistas toda la jornada, a partir de las 18 horas prácticamente están solos y, como las tardes las tienen libres, aprovechan para explorar sus recursos: bucear, salir en kayak o hacer senderismo.

Por la noche, sin contaminación lumínica, es el momento de disfrutar del cielo estrellado. Y si tienen suerte, del mar de ardora, ese fenómeno natural que hace que el mar de las Cíes brille en la oscuridad y también la piel de quien se mete en el agua.