"El tiempo es todo": la vida de Juan Gómez, alma de la Relojería Muiños desde los 13 años

A Coruña

Entrar en la Relojería Muiños es detener el tiempo. No solo por el tic-tac constante de los mecanismos antiguos, sino porque su alma, Juan Gómez, lleva más de 50 años dedicando su vida a cuidar relojes... y personas. Desde los 13 años en Juana de Vega hasta hoy, en su taller de la Calle Orzán, su historia es también la de un oficio que se resiste a desaparecer.

Más de 100 años de relojería… y una vida entre engranajes

La Relojería Muiños supera el siglo de vida, y Juan ha sido testigo directo de su evolución. “Empecé con un despertador Titán, de esos antiguos. Me pusieron a desmontarlo y montarlo doscientas veces hasta aprendérmelo de memoria”, recuerda emocionado. Desde entonces, no ha dejado de aprender ni de trabajar: “Cada seis meses pongo en hora cientos de relojes con los cambios de hora, y no me molesta nada. Muchos mayores vienen y me dicen: ‘Perdona que te moleste’. Pero no es molestia. Me conocen desde niño”.

De mecánico de coches a maestro relojero

Su destino pudo ser otro. “Quería ser mecánico de coches, pero mi madre buscó algo más inmediato. En un estanco le dijeron que en Juana de Vega buscaban aprendices para relojero… y hasta hoy”. Años más tarde, llegó incluso a rechazar ofertas de joyerías importantes. “Mis maestros me convencieron para quedarme, y acerté. Muiños era una fábrica de relojeros”.

Entre muelles, pinzas y relojes de pared

El taller de Juan es un santuario. Allí, rodeado de pinzas, punzones y desatornilladores diminutos, repara desde relojes de pulsera mecánicos hasta antiguos Parises de pared. “Me encantan los relojes antiguos, los de pesas, los de cuerda. Son como rompecabezas”, dice. “Si algo no sale, lo dejo un rato, y al volver… aparece la solución”.

65 años y la duda de jubilarse: “No quieren que lo deje”

Aunque ya piensa en la jubilación, la clientela de Juan no está por la labor. “Me dicen que siga, que no me vaya. Y yo me encuentro bien… pero tengo que hacerlo”. No obstante, le preocupa el futuro del oficio: “Antes había talleres donde se formaban relojeros. Hoy, nadie enseña, y si alguien quisiera aprender, tendría que pagarle un sueldo, el seguro… no es compatible. La administración debería ayudar para que los oficios no se pierdan”.

Relojes, clientela ilustre y una filosofía de vida

A lo largo de su carrera, Juan ha reparado relojes para coruñeses de todo tipo, incluso personalidades como la Condesa de Fenosa. Pero se queda con el trato humano: “Arreglando relojes, a veces parece que el tiempo se para. Otras veces, se va sin darme cuenta”. Su visión del tiempo es clara: “El tiempo es todo. Sin tiempo no se puede hacer nada”.

Sus favoritos: un paseo por la memoria de Juan

Cuando le preguntamos por su lugar favorito de A Coruña, Juan lo tiene claro: la Juana de Vega antigua, aquella calle ancha y soleada que fue su primer escenario profesional. “Era preciosa. Le daba el sol todo el día”, dice con nostalgia.

En cuanto a lecturas, no duda en recomendar los antiguos manuales de relojería, esos que aún hojea de vez en cuando como quien vuelve a los orígenes. En el cine, su debilidad son los clásicos del western, y su película favorita es El bueno, el feo y el malo. Y si se trata de poner banda sonora a su vida, elige Wanderling, de Julio Iglesias, una canción que dedica con cariño a toda su clientela: “los que me aguantaron tantos años”.

Última oportunidad para ver a Juan en acción

Aunque él mismo no lo recomienda —porque se le llena el taller—, los coruñeses aún tienen la oportunidad de ver a Juan Gómez trabajando entre engranajes, poleas y memorias de toda una vida. “Estoy en perfecto estado, pero cualquier día cambio el chip y cierro. De momento, sigo aquí”.