Hace 125 años que la central de Segade, en el río Umia, llevó la luz eléctrica a Caldas y al Salnés
Fue un hito para la época promovido por empresarios extranjeros y locales que llegó a contar con 700 trabajadores

Vermú con SER - Hace 125 años que la central de Segade llevó la luz eléctrica a Caldas y al Salnés (04/06/2025)
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Se acaban de cumplir 125 años de la llegada de la luz eléctrica a la comarca de Caldas y el Salnés.
En pleno debate sobre las energías renovables y el nuevo modelo energético mundial, hoy vamos a retroceder en el tiempo para hablar de la llegada de la Luz eléctrica.
Nos vamos a mediados del siglo XIX. Los nuevos avances tecnológicos permiten sustituir la luz de gas y de aceite por la luz eléctrica. Un avance sin precedentes que permitirá el despegue industrial y económico del siglo XX.
Poco a poco, ciudades de todo el mundo empezarán a iluminarse con la electricidad, generada por combustión o por el agua. Empresarios y familias potentadas impulsan proyectos locales que permiten llevar la luz eléctrica a las principales poblaciones.
Fue el caso de Pontevedra, que en 1.888 se convirtió en la primera ciudad de Galicia, y la segunda de España tras Girona, incluso antes que Madrid, en tener alumbrado eléctrico, gracias al empresario José Riestra.
El marqués de Riestra construyó la llamada Casa da Luz situada en la plaza de la Verdura, actualmente convertida en sede del patronato de Turismo local. La iluminación eléctrica, con nuevas lámparas de vidrio, se extendió por el casco histórico. Se instalaron en la ciudad un total de 300 lámparas de alumbrado público que a partir de media noche se reducían a 120. Las fiestas de la Peregrina del año 1.888 fueron las primeras con iluminación eléctrica.
En 1.909 la vieja central se sustituyó por la empresa la Hulla Blanca de Nores, Salgado y Cía, que instaló su edificio social en la calle Sagasta y construyó un gran transformador en las inmediaciones del hospital.
La llegada de la electricidad a las calles de Pontevedra permitió la aparición de los anuncios luminosos, como el del coñac Terry, en la plaza de San José.
Pero la electricidad permitió también la llegada del teléfono, el telégrafo, y el cinematógrafo, cuyas primeras sesiones se celebraron en el Café Moderno, en el Teatro Liceo y en el Teatro circo instalado en las Palmeras.
Pero detrás de la ciudad de Pontevedra se iluminaron también otras localidades de la comarca. Otro ejemplo de este desarrollo eléctrico lo tenemos en Caldas de Reis. A orillas del rio Umia se levantó la Central de Segade. Fue construida en 1.888 y se inauguró como fábrica de Luz en 1899. Caldas pasó así a tener luz eléctrica para iniciar el siglo XX.
Fue la primera central eléctrica del rio Umia, promovida, entre otros, por el empresario local Laureano Salgado. Una fábrica que funcionó hasta el año 1.952 y que se convertiría con los años en el germen de lo que fue después Unión FENOSA.
El pasado mes de diciembre se cumplieron 125 años de la puesta en marcha de esta central eléctrica en Segade. Con tal motivo, nos hemos venido hasta Caldas, a las orillas del rio Umia, junto a los viejos muros de lo que en su día fue esta central eléctrica.
Vamos a echar la vista atrás y hacer Historia de la electrificación de la comarca con Fernando Salgado, periodista y escritor; autor del libro “a Luz de Caldas”; y con Elena Cabrejas, arqueóloga de Caldas que trabaja en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y miembro además de la asociación Terra Calda que pretende la recuperación de este paraje para convertir la vieja central en un centro de interpretación.
Ellos nos han relatado el origen, el desarrollo y el cierre de la vieja central da Fervenza de Segade de la que solo quedan sus muros y una enorme chimenea de ladrillo como ejemplo del esplendor de otra época.
Al Concello de Caldas le compete ahora restaurar la vieja central para que vuelva a dar luz, pero ahora de conocimiento.
Fernando Salgado y Elena Cabrejas explicaron en este programa que la central de Segade fue promovida por empresarios extranjeros que llegaron a la comarca con el proyecto del ferrocarril. Ernesto Presser y Nicolás Palacios, un francés y un aragonés, fueron los pioneros de este proyecto, al que se sumaron inmediatamente empresarios locales, como Laureno Salgado.
Fue un proyecto que hoy se definiría como estratégico y por ello las obras se ejecutaron a toda la velocidad que permitía la época. Se pidió incluso permiso a la Iglesia para poder trabajar los domingos, eso sí, con el compromiso de que los obreros fueran igualmente a misa.
Para conseguir el caudal necesario se hizo un pequeño embalse aguas arriba, con un canal excavado en la roca. Fue una gran central, con varias turbinas y dos enormes chimeneas, de la que solo queda una, porque la otra se derrumbó en una tormenta. En sus mejores momentos fue la empresa referente en la comarca del Umia. Llegaron a trabajar en ella unos 700 trabajadores con unas buenas condiciones de trabajo: disfrutaban del descanso en el llamado sábado inglés y tenían hasta un montepío propio, una especie de seguridad social paralela.
Pero la central de Segade fue también una construcción moderna para la época y además bonita, según se puede intuir aun en las ruinas que quedan. Fue construida con ladrillo y cemento “portland”, material innovador en aquel momento, según señaló Elena Cabrejas, arqueóloga de Caldas que trabaja en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y miembro además de la asociación Terra Calda que pretende la recuperación de este paraje actualmente en ruinas.
La llegada de la electricidad produjo un importante desarrollo industrial. Aparecieron nuevas formas de producción, más eficientes, con nuevas máquinas. Pero la luz eléctrica supuso también un gran cambio social: desarrolló el ocio nocturno gracias a la iluminación y abrió las puertas a la sociedad de consumo. Todo ello a pesar de las paranoias que se generaron, como pasa siempre con lo desconocido, mediante bulos que se propagaban a toda velocidad, aun sin redes sociales.
Entre ellos, cabe reseñar que la Iglesia mandaba apagar la luz durante la consagración de las misas porque lo veía como una falta de respeto; no se querían comer productos hechos con molineras eléctricas porque creían que la harina era dañina para la salud; o los oftalmólogos de la época alertando que la luz eléctrica provocaría problemas de visión.
Pero en 1952, la central eléctrica de Caldas dejó de funcionar. Lo hizo porque se quedó desfasada y empezó a resultar caro generar electricidad de ese modo. Con el paso de los años, aguas arriba de aquella central hoy convertida en ruinas, se construyó otro embalse para producir electricidad, aunque según Elena Cabrejas no tiene nada que ver con lo que fue la central de Segade, hoy reducida a ruinas al lado del Umia.
Aprovechando precisamente estos 125 años de luz eléctrica en Caldas y otras zonas del Salnés, la asociación Terra Calda aspira a que la vieja Central de Segade se restaure y se convierta en un centro de interpretación para dar a conocer lo que supuso este proyecto para toda la comarca. Un proyecto que baraja también el propio concello pero que está pendiente aún de financiación.