Del fracaso al fenómeno: cómo el brain rot convirtió la película de Minecraft en un éxito mundial

A Coruña

Cuando se estrenó el tráiler de Una película de Minecraft, parecía que el proyecto estaba condenado al desastre. Con más de 1,8 millones de “dislikes” en YouTube y críticas durísimas por parte de los fans más fieles al videojuego, todo apuntaba a un batacazo. Sin embargo, en apenas tres días en cartel, la película ha recaudado más de 300 millones de dólares, convirtiéndose en la película basada en un videojuego más taquillera de la historia.

Del odio al entusiasmo: ¿Qué ha pasado?

Las críticas no han sido precisamente amables. En Rotten Tomatoes apenas alcanza un 49% de aprobación profesional, y en FilmAffinity ronda el 4,8 sobre 10. Y sin embargo, el público general le otorga un 87% de puntuación positiva, y las salas de cine están más llenas que nunca, sobre todo en sesiones de tarde. La clave está en un fenómeno social y cultural que muchos adultos aún no comprenden: el brain rot.

¿Qué es el “brain rot”?

El término brain rot se traduce literalmente como “podredumbre cerebral”. En el mundo digital, hace referencia al tipo de contenido absurdo, repetitivo y de baja calidad que consume la Generación Z —y, más aún, la Generación Alfa— en redes sociales. Pero lejos de rechazar este contenido, los jóvenes lo abrazan como parte de su cultura y lo convierten en un código de humor compartido.

Desde shitposts hasta memes crípticos, pasando por frases sin sentido o situaciones grotescas, lo que importa no es la calidad, sino la reacción social que provoca. Y eso es exactamente lo que ha ocurrido con la película de Minecraft.

El cine como experiencia social (y memeable)

La historia es lo de menos. Lo que realmente engancha al público joven son los momentos absurdos, las frases icónicas del tráiler repetidas hasta el hartazgo en TikTok y YouTube, y la experiencia colectiva de reír, gritar y grabarse reaccionando en la sala.

Algunos cines incluso han tenido que colocar carteles pidiendo que no se lancen palomitas a la pantalla, que no se suban unos a hombros de otros y que, por favor, no lleven animales al cine (sí, un espectador llegó con un pollo a una proyección en EE.UU.). El visionado se convierte en una auténtica rave cinematográfica, un fenómeno que desborda la lógica tradicional del consumo audiovisual.

De Minecraft a Taylor Swift: el auge del cine-evento

Este cambio de paradigma no es nuevo. Ya ocurrió con The Eras Tour, la película del concierto de Taylor Swift, donde los fans acudían al cine a cantar y bailar, no a sentarse en silencio. Lo mismo pasó con fenómenos como Minions: El origen de Gru, donde miles de adolescentes asistían disfrazados con trajes y grababan sus propias reacciones.

En todos estos casos, el cine deja de ser un espacio de contemplación para convertirse en un evento social, colectivo y compartido. Ir al cine ya no es solo ver una película: es ser parte de un momento viral.

¿Está de vuelta el cine entre los más jóvenes?

Paradójicamente, en plena era del contenido inmediato y el streaming a la carta, la Generación Z y la Alfa están devolviendo al cine su carácter presencial y comunitario. Buscan experiencias que no se puedan replicar en casa, que tengan una dimensión social, casi ritual.

Tal vez el futuro del cine pase menos por las superproducciones con guiones brillantes y más por las películas que activan códigos compartidos de la cultura digital. Porque, como ocurre con el brain rot, la gracia no está en lo que se ve, sino en cómo se vive.