Ni gallegas ni europeas: las ostras que comemos vienen de Japón
Un estudio internacional con participación de la UDC ha determinado que muchas de ellas fueron introducidas en nuestras costas por la similitud climática

El origen de las ostras de Galicia
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
A Coruña
Una gran parte de las ostras gallegas tienen su origen en el otro lado del mundo. Es la conclusión de un estudio internacional en el que ha participado la Universidad de A Coruña y que ha determinado que muchas de ellas fueron introducidas en nuestras costas procedentes de Japón, concretamente de la prefectura de Miyagi. Un análisis genético ha permitido descifrar este origen.
Este traslado fue posible gracias a la similitud climática de ambas regiones, lo que permitió a esta especie adaptarse y convertirse en la mayoritaria en este momento. Señala que el ascenso de la temperatura, que afecta también al agua del océano, permitirá el aumento en el futuro de esta especie.
Una de las investigadoras del estudio, Lucía Couceiro, lo explica en Hoy por Hoy en las Rías, en Radio Coruña Cadena SER: “Las ostras japonesas que consumimos en Galicia tienen su origen en una región muy pequeña del nordeste de Japón”.
De Japón al mundo: una expansión planificada
El estudio concluye que la expansión de esta especie, Magallana gigas, fue una introducción deliberada, no un accidente biológico. Desde finales del siglo XIX, cultivadores de ostras buscaron zonas del mundo con un clima similar al de la región japonesa para implantar con éxito esta variedad.
“Se trató de buscar cepas en regiones con un clima semejante al de los lugares donde se querían implantar los cultivos”, afirma Couceiro. Esta estrategia facilitó la rápida adaptación de la especie a distintas condiciones ambientales, una de las claves de su éxito global.
¿Qué pasa con la ostra gallega autóctona?
En Galicia existe también una especie de ostra autóctona, la Ostrea edulis, pero su presencia comercial es hoy muy limitada. ¿Tiene algo que ver la introducción de la especie japonesa en su declive? Conceiro cree que no hay una única causa: “Posiblemente Magallana gigas haya influido, pero también hay otros muchos factores, como la presencia de patógenos”.
Además, por sus condiciones reproductivas, la ostra japonesa no se consideró una especie invasora, ya que no era capaz de reproducirse en aguas frías. Sin embargo, el cambio climático está modificando este escenario. “En lugares donde antes no se reproducía, ahora sí lo está haciendo”, advierte la investigadora.
Filtradoras, pero también dominantes
Como muchas especies introducidas, la ostra japonesa tiene impactos tanto positivos como negativos. Por un lado, filtra el agua y reduce la materia orgánica, lo que se considera un beneficio ambiental. Pero por otro, puede formar arrecifes que impiden el crecimiento de otras especies autóctonas.
Modelos científicos actuales auguran que, con el aumento de las temperaturas marinas, esta especie seguirá expandiéndose. “Todo apunta a que su presencia va a seguir creciendo en el futuro”, señala Couceiro.
Un modelo para otras especies
Además del caso de la ostra japonesa, el estudio se propuso analizar cómo otras especies fueron introducidas accidentalmente al mismo tiempo. En 6 de los 14 casos analizados, los investigadores demostraron que el origen de esas introducciones fue el transporte conjunto con las ostras japonesas. En otros casos, el tráfico marítimo pudo ser la vía de entrada.
Esta metodología abre la puerta a nuevas investigaciones: “Es una herramienta analítica que se puede aplicar a otras especies introducidas para acuicultura”, apunta la científica gallega.
¿Tiene futuro la ostra gallega?
La Ostrea edulis, la ostra tradicional gallega, sigue en riesgo. Pero Couceiro ve posibilidades en la investigación genética: “Quizá el camino pase por encontrar poblaciones con genomas más resistentes, tanto a las condiciones ambientales como a los parásitos”.
La clave podría estar en desarrollar programas de mejora genética que permitan repoblar los bancos con ejemplares más fuertes. Un desafío que une biodiversidad, sostenibilidad y cultura gastronómica.




