La mirada de Jorn Lucas: El paraíso

A Coruña

España y Galicia forman parte de mi vida desde mucho antes de que mi familia y yo nos instalamos en A Coruña.

No solo por las visitas anuales pero también por seguir — o al menos intentarlo — las noticias de aquí.

Una vez en España, me dí cuenta de que las cosas son diferentes a como me las imaginaba viviendo en los Países Bajos. No solo por el estilo de vida, sino también por la forma en la que se mira al resto del mundo.

En los Países Bajos por ejemplo, existe un vínculo fuerte con Estados Unidos. Hay razones históricas detrás, como el hecho de que los Americanos fueron uno de los liberadores del nazismo. Que ese vínculo se está rompiendo de forma abrupta, ha generado en mi país una especie de duelo nacional.

Aquí en España, si no me equivoco, esto se vive de otra manera. Con una cierta reafirmación de la desconfianza hacia los yankees — no por nada una palabra de origen neerlandés.

Y también una confirmación de la confianza hacia China, algo que en los Países Bajos aún está muy lejos. Allí se habla mucho —con razón— sobre las violaciones de derechos humanos, el autoritarismo del régimen y su cercanía a la Rusia de Vladimir Putin.

Pero con esos argumentos, aquí ya no me salvo. Con razón, la gente me recuerda a los abusos cometidos por Estados Unidos en el mundo, que una vez más están saliendo a la luz de forma brutal. Y eso me ha hecho reflexionar, como ya hice varias veces en estos casi trés años que vivo aquí.

No es que ahora vea a China como un socio fiable, pero sí empiezo a ver a Estados Unidos de otra manera. Y sobre todo, veo confirmado que Europa ocupa un lugar muy especial en el mundo. También aquí sufrimos explotación, desigualdad, grandes diferencias económicas y maltrato del medioambiente. Pero no al nivel de China o Estados Unidos. Y lo más importante: aquí al menos se intenta cambiar las cosas.