Puticlubs abandonados en Galicia: el trabajo arqueológico que expone una realidad silenciada
Xurxo Ayán y Carlos Otero estudian los restos materiales de antiguos prostíbulos para visibilizar la explotación sexual sufrida por miles de mujeres entre los años 80 y 90

Puticlubs abandonados en Galicia: Xurxo Ayán, arqueólogo
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A Coruña
Hace tres años, los arqueólogos Xurxo Ayán y Carlos Otero pusieron en marcha un proyecto pionero en el ámbito de la arqueología contemporánea: analizar científicamente los restos de antiguos prostíbulos abandonados en Galicia y en la comarca del Bierzo. Se trata de una iniciativa sin precedentes en España, que aplica las metodologías habituales en yacimientos como castros o necrópolis a espacios marcados por la violencia sexual y la impunidad.


De la broma adolescente al análisis científico
La idea surgió de forma casi anecdótica. Como explica Ayán, tanto él como su colega crecieron en entornos rurales donde los burdeles formaban parte del paisaje cotidiano, y eran incluso objeto de chistes o ritos de paso masculinos. Con el tiempo, y tras décadas de trabajo arqueológico en fosas comunes, campos de concentración o centros de represión franquista, decidieron abordar la arqueología del pasado reciente aplicando las mismas herramientas científicas a estos espacios invisibilizados.
Una arqueología que interpela a la sociedad
“El objetivo no es escarbar por escarbar”, afirma Ayán. “Queremos visibilizar una estructura social que aún persiste, basada en la explotación sexual de mujeres, muchas de ellas extranjeras y racializadas”. A través de excavaciones, análisis estratigráficos, modelados en 3D y estudios del paisaje, han catalogado más de 130 prostíbulos en Galicia y El Bierzo, muchos de ellos construidos o transformados entre los años 70 y 90.
Cambios sociales reflejados en los burdeles
La evolución de estos espacios también refleja transformaciones económicas y culturales. De las casas de citas rurales y periféricas de los años 70, impulsadas por emigrantes retornados, se pasó en los 80 y 90 a macroprostíbulos situados cerca de autovías y grandes ciudades, adaptándose al auge del coche privado y a nuevos hábitos de consumo. Con la llegada de la pandemia, el modelo ha vuelto a fragmentarse: hoy muchos servicios se ofrecen en pisos privados, replicando la lógica de consumo inmediato propia del siglo XXI.


Lugares de esclavitud moderna
Las conclusiones de Ayán y Otero son contundentes: “En muchos casos, los prostíbulos funcionaban como auténticos campos de concentración”. Las habitaciones eran minúsculas, sin ventilación, y el trato a las mujeres rozaba lo inhumano. Algunos locales eran antiguas granjas reconvertidas, con celdas improvisadas y sin rastro de personalización. En muchos de ellos, la única memoria conservada son restos de bebidas, medicamentos o cintas de casete con música de Julio Iglesias, que servían para “sublimar una vida robada”.
Un proyecto con dimensión educativa y social
El trabajo de estos arqueólogos no solo busca generar conocimiento, sino también promover la reflexión pública sobre la prostitución y sus implicaciones sociales. España es, según datos de la Policía Nacional, el tercer país del mundo en explotación sexual, y el consumo entre los más jóvenes no deja de aumentar. Por eso, Ayán insiste en el valor pedagógico del proyecto: “Queremos que las nuevas generaciones conozcan esta realidad silenciada, que quizás vivieron sus padres o incluso ellos mismos”.


Ciencia al servicio del debate público
Aunque la prostitución es un tema que genera debate dentro del feminismo, Ayán y Otero defienden el papel de la ciencia: “No queremos moralizar, sino aportar registros arqueológicos que sirvan para construir opinión crítica”. Su trabajo ya ha destapado una verdad incómoda: la violencia estructural contra las mujeres ha dejado huella física en nuestro territorio, y es responsabilidad colectiva no mirar hacia otro lado.




