Generación Z y la geolocalización constante: ¿una herramienta útil o un riesgo para la privacidad?

A Coruña

En Hoy por Hoy A Coruña hablamos de la geolocalización constante con Carlos Maceiras en Generación Z para boomers. Vive rodeado de amigos que comparten su ubicación en tiempo real casi de forma automática. Una práctica que se ha convertido en algo cotidiano para millones de jóvenes, y que plantea preguntas importantes sobre privacidad, control y relaciones interpersonales.

¿Estamos todos geolocalizados?

Gracias a los smartphones con GPS integrado y aplicaciones como "Buscar" en iPhone o "Google Maps", cada vez es más común saber dónde están nuestros amigos, parejas o familiares en todo momento. Para muchos usuarios de la Generación Z, compartir la ubicación con 10, 15 o incluso 20 contactos es algo completamente normalizado. No se cuestiona: simplemente se hace.

La utilidad es evidente. Sirve para organizar quedadas, localizar a alguien en un festival o en un lugar concurrido, o incluso para cuestiones de seguridad. Pero, como advierte Maceiras, también hay un lado oscuro: "¿Estás en Santiago y no me avisaste?". La herramienta puede derivar fácilmente en una forma de control no deseado.

Diferencias generacionales: del pragmatismo al recelo

Esta hiperconectividad no se interpreta igual entre todas las generaciones. Mientras los Z la adoptan sin dudar, los millennials—que aún recuerdan cómo era vivir sin GPS—la ven como algo útil, pero que requiere consentimiento explícito. Más allá, en la Generación X o los boomers, compartir ubicación puede percibirse incluso como una invasión de la privacidad o una forma de vigilancia.

Esto se agrava si se considera el posible uso en relaciones tóxicas. Como subraya el propio Maceiras, saber dónde está alguien en todo momento puede derivar en dinámicas de control, celos o espionaje. Y lo que empezó como una función práctica puede acabar abriendo la puerta a conductas poco sanas.

La privacidad: ¿un concepto en transformación?

El debate va más allá de una simple función del móvil. ¿Está desapareciendo el concepto de privacidad tal y como lo conocíamos? Según Maceiras, se trata más bien de una transformación. “La privacidad como la entendemos hoy es un concepto moderno que se está desdibujando”, explica. De hecho, recuerda que en las aldeas de antaño todos sabían lo que hacías, con quién estabas o adónde ibas.

Hoy, en plena era digital, las redes sociales replican ese sistema: tu entorno virtual conoce tus movimientos, tus relaciones y tus planes casi en tiempo real. Y lo hace sin que necesariamente tengas que hablar directamente con nadie.

Tecnología, infancia y educación: el reto de los padres

Uno de los grandes riesgos de esta nueva realidad es el desfase entre los jóvenes y los adultos responsables de su educación. Muchos padres, al ver que sus hijos dominan herramientas que ellos no comprenden, renuncian a ejercer control. Pero esto es un error.

Maceiras pone un ejemplo alarmante: Roblox, un videojuego muy popular entre menores de 15 años, permite crear mundos virtuales... y también incluye casinos donde se pueden comprar fichas con tarjeta de crédito. El acceso sin filtros a este tipo de contenidos, en manos de niños de 9 o 10 años, muestra la urgencia de una alfabetización digital no solo para los más pequeños, sino también para los adultos.

Conclusión: conocer antes que censurar

La clave, según Maceiras, no está en restringir o censurar, sino en conocer el entorno digital que habitan las nuevas generaciones. Solo así se podrá educar sobre los riesgos reales, promover un uso responsable de la tecnología y evitar que herramientas útiles como la geolocalización se conviertan en amenazas para la privacidad o en instrumentos de control.