Los 175.000 inmigrantes que viven en Galicia permiten el crecimiento de la población y aportan mano de obra para muchos sectores
La inmigración tiene sin embargo dos caras: la de Marilyn, una estadounidense que llegó por amor a Pontevedra, y la Lourdes Bustamante, una abogada venezolana que llegó huyendo para salvar su vida

Vermú con SER - Inmigrantes que viven en Galicia (15/06/2025)
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En este Vermú con Ser nos acercamos al debate reabierto sobre la inmigración, ante la tramitación en el Congreso de una iniciativa popular para facilitar la regularización de unos 500.000 inmigrantes que se encuentran en situación irregular en España.
La inmigración es un proceso imparable. En España se estima que residen 9.500.000 extranjeros, lo que supone el 19% de la población. Un proceso migratorio que ha permitido que España supere ya los 49 millones de habitantes.
Galicia cuenta con unos 175.000 inmigrantes, lo que supone el 6% de la población, aun siendo de las comunidades con menos población extranjera. Gracias a los inmigrantes, Galicia ha vuelto a crecer en población, tras varios años perdiendo habitantes.
En lo que llevamos de año, la Comunidad ha recibido más de 6.000 inmigrantes, procedentes mayoritariamente de América, pero también de Marruecos y otros países africanos, e incluso europeos.
Desde el Foro Galego de Inmigración, Miguel Fernández indica que este proceso está siendo muy positivo para Galicia, porque además de aumentar la población, los inmigrantes están aportando mano de obra en muchos sectores, como en los cuidados, la hostelería, o la construcción. Pero además sostiene que los inmigrantes son una riqueza social y cultural.
En este sentido, el Foro Galego de Inmigración señala que el principal problema a resolver con urgencia es la regularización de todos los extranjeros, porque sin papeles no pueden acceder a una vivienda ni trabajar, y los que lo hacen lo hacen de forma ilegal y afrontando abusos.
Por ello, Miguel Fernández espera que salga adelante la iniciativa popular iniciada en el año 2022 para facilitar la regularización de los inmigrantes.
Desde el Foro Galego de Inmigración luchan también contra los posicionamientos reaccionarios contra la inmigración. Miguel Fernández entiende que estamos ante un momento contradictorio. Por una parte señala que aumentan las posiciones reaccionarias con discursos racistas y de odio basados en información falsa, como que los inmigrantes tienen muchas ayudas o más derechos que los nacionales, algo que -insiste- es totalmente falso.
Y por otra parte, reconoce que cada día se valora más en la sociedad y especialmente entre los empresarios la llegada de extranjeros, por la necesidad de mano de obra y de incrementar la población de Galicia.
El Foro Galego de Inmigración pide la máxima igualdad en derechos, y para ello reclama la regularización de todos los inmigrantes para que puedan trabajar, cotizar e integrarse en la sociedad con todos los derechos.
El hecho de que lleguen tantos inmigrantes es además para Miguel Fernández síntoma de riqueza, y por ello lo considera como uno de los procesos más positivos en la sociedad española en los últimos 20 años.
Sin embargo, la inmigración tiene nombres y apellidos y tantas historias como personas. Por eso quisimos conocer dos historias opuestas de inmigrantes que llegaron a Galicia, la cara y la cruz de la inmigración.
La cara amable de la inmigración la representa por ejemplo Marilyn, una americana de Nueva York, que se vino a Galicia por amor y terminó de mariscadora en la ría de Pontevedra. Aunque tuvo que renunciar a su profesión como procuradora judicial, asegura que está totalmente integrada y que le gusta mucho su trabajo, porque pasó de vivir en una enorme ciudad a vivir al lado del mar, a ser su propia jefa y a tener más calidad de vida.
Sí reconoce que el cambio de vida fue radical porque Galicia y Estados Unidos son dos sociedades que no tienen nada que ver. Admite que aun hoy le provoca depresión tanta lluvia y la poca iluminación que hay en navidad, a pesar de la que tiene hora Vigo. Reconoce que antes de venir por primera vez a Galicia no sabía dónde situarla y que lo que más le sorprendió fue ver que no había flamenco y que era una cultura totalmente diferente a los estereotipos que se conocen de España. Aunque aquí le pasa lo mismo con los estereotipos que hay de Estados Unidos, o cuando le hablan de Trump, porque dice que muchas veces se siente atacada.
En todo caso, dice estar encantada viviendo en Galicia, de la que le gusta casi todo, especialmente los paisajes y la gastronomía incluido el pulpo.
Pero la inmigración tiene una cara más dura; no solo la de quien arriesga su vida en pateras, sino la de quien tiene que huir de su país para salvar su vida o la de su familia. Este es el caso de la venezolana Lourdes Bustamante. Una abogada que tenía un gran nivel de vida y que de la noche a la mañana tuvo que dejarlo todo y viajar a España con su hija y su madre porque sus vidas estaban en peligro.
Explicó que tuvo que huir porque como abogada de empresas importantes en su país, tenía que enfrentarse a mafias sindicales que actuaban de forma muy violenta y la amenazaron de muerte o con secuestrarle a su hija.
Llegó a Pontevedra en 2018 donde residía ya su hermano, pero aquí se encontró sin papeles, sin trabajo y sin poder ejercer su profesión. Se vio obligada a empezar de cero y a olvidarse de los medios materiales que tenía.
A pesar de todo agradece la gran acogida que tuvo en la asociación Boa Vida que la ayudó desde el primer momento e incluso terminó trabajando en sus tiendas de inclusión social. Aprovechando su profesión, en Pontevedra ayudó a crear la asociación de venezolanos y redactó sus estatutos.
Explica que cuando llegó tuvo que cambiar toda su vida, y pasar lo que define como un duelo muy duro, porque lo extrañaba todo: el aire, la comida, los amigos, los códigos de relación social, el nivel de vida…Fueron momentos muy duros en los que tuvo que tirar de resiliencia y terminar trabajando en cosas que nunca había trabajado.
Sin embargo sostiene que a cambio tuvo otras recompensas emocionales al ver como se le iban abriendo otras puertas y que podía disfrutar de otros valores que no tenía en Venezuela, como la seguridad y la tranquilidad.
Además afirma que para un Venezolano venir a Galicia no supone ningún trauma porque son muchos los gallegos que emigraron a Venezuela y muchos los gallegos que tienen aun familiares en su país. Dice que se encontró en Pontevedra una sociedad muy cordial y que nunca se sintió discriminada por su nacionalidad, aun reconociendo que existen falsas informaciones sobre los inmigrantes. Entre ellas señala que los inmigrantes son mantenidos por el Estado o que vienen a acabar con los fondos públicos; pero Lourdes Bustamante afirma que la realidad es muy diferente. Primero porque las ayudas son europeas, no españolas, y segundo porque esas ayudas son provisionales y no dan para vivir sin trabajar.
En su caso, señala que la comunidad venezolana está muy preparada y dispuesta trabajar, y que no quiere ayudas.
El problema es que la burocracia lo dificulta todo. Explicó que cuando llegó no tenia documentos para alquilar una vivienda; y además le pedían nóminas de un año, seis meses de garantías y avales; algo que un inmigrante no tiene.
Por ello pide que se adapten los requisitos y la burocracia a la realidad. Dice que hace falta un plan B porque la ilegalidad deriva en abusos hacia los inmigrantes, como que los propietarios de viviendas pidan un año anticipado, los empresarios contraten en negro, sin ningún tipo de seguro ni derechos, abusando de que el trabajador ilegal no puede denunciar.
Superada esta fase inicial tan dura, Lourdes Bustamante se acaba de trasladar a vivir a Valencia donde ha montado ya un negocio, con el objetivo de ir recuperando poco a poco el nivel de vida que tenía en su país.
Asegura que España es ya su país y que aquí pretende asentar su vida y la de su familia, como hicieron en su día muchos gallegos en Venezuela.