Educar en diversidad desde la infancia: claves para construir una sociedad más libre e inclusiva
Hablamos del Orgullo LGTBIQ+ con la psicóloga Sonia Martínez

¡Cómo lo haces!: Educar en diversidad
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A Coruña
Con motivo del Día del Orgullo LGTBIQ+, se refuerza la necesidad de hablar abiertamente de diversidad sexual, identidad de género y orientación desde edades tempranas, dentro y fuera del aula.
La diversidad es una cuestión de derechos humanos
En el marco de la Semana del Orgullo LGTBIQ+, se insiste en que hablar de diversidad no es solo visibilizar a un colectivo, sino defender los derechos humanos de toda la sociedad. La igualdad, la libertad y la dignidad no pueden entenderse sin un respeto real hacia todas las identidades, orientaciones y expresiones de género.
Más allá de una celebración puntual, la educación en diversidad debe formar parte del día a día, porque los discursos de odio, la discriminación y la violencia siguen presentes. Como sociedad, queda mucho camino por recorrer.
Conceptos básicos que aún generan confusión
Uno de los grandes retos es aclarar conceptos que a menudo se mezclan o malinterpretan:
- Sexo biológico: características físicas, hormonales y cromosómicas asignadas al nacer.
- Identidad de género: vivencia interna y subjetiva de una persona respecto a su género.
- Orientación afectivo-sexual: atracción emocional, romántica o sexual hacia otras personas.
- Expresión de género: manera en que cada persona manifiesta su género al mundo (forma de vestir, hablar, moverse...).
Estas dimensiones no están necesariamente conectadas entre sí. Asumir que lo están conduce a estereotipos y prejuicios que limitan la libertad individual.
Empezar desde el principio de la vida
La educación en diversidad debe comenzar desde los primeros años. Ya desde la infancia se transmiten mensajes –a veces sin ser conscientes– que perpetúan normas rígidas: preguntar a niños si tienen novia o reír chistes heteronormativos son ejemplos comunes.
Hablar en neutro, evitar suposiciones y ofrecer modelos diversos son acciones necesarias. La familia, la escuela y el entorno tienen la responsabilidad de crear espacios donde todas las personas puedan sentirse reconocidas y respetadas.
Lo que no se dice, también educa
El silencio ante actitudes discriminatorias también es una forma de violencia. Bromas, etiquetas como marimacho o mariquita, o simplemente mirar hacia otro lado ante situaciones de exclusión, contribuyen a mantener estructuras de opresión.
Se debe señalar lo que está mal, incluso en los pequeños gestos cotidianos. Educar también es corregir y reparar, reconociendo errores y ofreciendo nuevas oportunidades para actuar de forma más consciente.
El ejemplo cotidiano, clave en la educación
El comportamiento adulto marca profundamente la percepción que niñas, niños y adolescentes tienen sobre la diversidad. No sirve lanzar un mensaje de respeto si luego se refuerzan prejuicios con actitudes o comentarios.
La coherencia es fundamental. Enseñar que todas las formas de amar, de expresarse o de ser son válidas implica vivirlo en el día a día, incluso cuando no se comprende del todo. No entender algo no es excusa para no respetarlo.
La diversidad no es una moda, siempre ha existido
Uno de los mitos más extendidos es considerar la visibilización de las identidades LGTBIQ+ como una moda. Sin embargo, la diversidad ha estado presente desde siempre; lo que ha cambiado es que ahora se generan espacios para poder nombrarla.
Reconocer esa realidad es el primer paso para construir una sociedad más amable. La representación diversa en todos los ámbitos —familias, cuerpos, formas de vivir y de amar— contribuye a romper con la idea de lo normativo como lo único válido.
Educar para conocerse, aceptarse y quererse
El objetivo de una educación sexual y afectiva completa no es solo transmitir información, sino acompañar a cada persona para que pueda conocerse, aceptarse y quererse tal y como es. Y esto debe valer para todas las personas, sin importar su orientación, identidad, cuerpo, raza o situación.
Para lograrlo, es necesario revisar nuestros propios prejuicios, crear entornos seguros y ejercer una escucha activa, sin presionar ni asumir. Educar en diversidad es sembrar respeto, libertad y empatía desde la base.




