Suso Díaz, el luchador incansable por la dignidad del sindicalismo

Ferrol

Trabajador incansable, Suso Díaz (Ferrol, 1944), padre de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ocupa un lugar de prestigio en la labor sindical y política, por la que acabó en la cárcel en los estertores del franquismo y en cuyo marco, ya en etapa democrática, se esforzó por el reconocimiento de ese esfuerzo con hitos como la institucionalización del Día da Clase Obreira Galega.

Esa jornada sirve para recordar lo que se vivió en su ciudad el 10 de marzo de 1972, cuando los disparos de la Policía franquista supusieron el asesinato de los operarios Amador Rey y Daniel Niebla, unos hechos que abrieron los ojos a la comunidad internacional sobre la represión de la dictadura ante el incipiente movimiento social por las libertades.

Aquel día próximo a la primavera quedó grabado en muchos ámbitos de la urbe, particularmente en el sector naval al que pertenecían los fallecidos y el propio Díaz, que con apenas 14 años accedió al astillero de Astano, la actual Navantia Fene, en calidad de aprendiz.

Es evidente que comparte rasgos con su hermano gemelo, otra voz clave, en su caso en el BNG, el exparlamentario Xesús Díaz, pero también con su hija, una Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, muy emocionada este miércoles en el Congreso de los Diputados, que ha abandonado rumbo a Galicia ya de luto.

La privacidad marcará la despedida al dirigente de Comisiones Obreras, ya desde la clandestinidad, y también del comunismo gallego, un adiós que tendrá lugar en A Coruña, en cuya comarca, concretamente en Oleiros, residía desde hace varios años.

A Suso Díaz hay que enmarcarlo en una generación que dio a Ferrolterra personalidades fraguadas en el naval que destacaron en ámbitos como el de la cultura, caso del prestigioso dibujante Xaquín Marín, a los pies de San Valentín, el barrio que se alzó para albergar a los operarios y donde nació la propia vicepresidenta del Gobierno.

El cáncer que marcó sus últimos años de vida no frenó su afán por ayudar a un sindicalismo que vive tiempos bien diferentes a los de su juventud, un espíritu colaborador que trasladó al ámbito político por más que la izquierda a la que él se adhería sufriese varios cambios de denominación y agitaciones internas que debilitaron su empuje.

Una revisión al archivo audiovisual devuelve imágenes de pancartas por las calles de Ferrol, de dirigentes con el cigarro en la mano a los que seguían ciudadanos de toda condición con lemas tan corales como "Salvemos Ferrol", restos del combate desde las antiguas Bazán y Astano por reflotar una comarca que solamente ahora parece ver la luz.

En la escuela ferrolana por la democracia comparte fila principal con nombres emblemáticos, caso de los ya desaparecidos Rafael Pillado o Manuel Amor Deus, o de mujeres que se mantienen próximas a las necesidades sociales, como Sari Alabau, desde hace unos años presidenta de la entidad local Asfedro, pionera en la batalla contra las drogas.

El adiós a Suso Díaz es la triste despedida a un fanático del jazz, a un hombre con un vínculo inquebrantable con su hija menor, ahora ministra, para el que las palabras que han resonado desde su muerte, de referente a luchador, comprometido, honesto o generoso, parecen cortas si se quiere dibujar un perfil aproximado al nivel de su figura.