Aumentan los delitos de odio por racismo en A Coruña: "El prejuicio es el primer escalón, luego llega la agresión"
Natalia Monje, coordinadora de campañas contra los discursos de odio en Ecos do Sur, alerta de la proliferación de mensajes violentos en las redes sociales
Natalia Monje, de Ecos do Sur, sobre los discursos de odio
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A Coruña
Las imágenes de violencia y acoso a personas migrantes en las calles de Torre Pacheco, en Murcia, han causado conmoción en todo el país. Grupos organizados increpando a vecinos, periodistas y personas racializadas muestran una realidad preocupante que no es ajena a Galicia, donde, a pesar del descenso general de los delitos de odio en el último año, aumentan los relacionados con racismo.
La escalada del odio: de los prejuicios a la violencia
Monje explica que el odio no nace de la nada, sino que responde a una escalada progresiva que comienza con los prejuicios. “Cuando los prejuicios se verbalizan y se hacen públicos, hablamos ya de discursos de odio. Y si no se frenan, pueden desembocar en discriminaciones y agresiones físicas”, asegura.
Por eso, desde Ecos do Sur insisten en la importancia de trabajar desde la prevención, antes de que se llegue a niveles de violencia como los vistos en Torre Pacheco. “Es imprescindible cortar la cadena del odio en sus primeros eslabones”, apunta Monje.
Redes sociales: herramienta y amenaza
Las redes sociales cumplen un doble papel en este fenómeno. Por un lado, son útiles para informar y concienciar. Pero por otro, se han convertido en espacios donde se propagan bulos, se organizan ataques y se alimenta el odio.
“Lo que ocurrió en Torre Pacheco no fue espontáneo. Estos grupos llevan tiempo organizándose y esperan el momento adecuado para explotar los descontentos”, afirma Monje. En Galicia también lo han intentado, con presencia reciente en Ourense y en actos islamófobos en Pontevedra.
¿Por qué no se denuncian los delitos de odio?
Las dificultades para denunciar este tipo de delitos son múltiples: desconocimiento legal, falta de recursos, miedo a represalias, o la complejidad de demostrar la motivación discriminatoria del agresor.
“Demostrar que un delito tiene un componente de odio no siempre es fácil. A veces se necesitan pruebas como símbolos, tatuajes o frases dichas durante la agresión”, explica Monje. Además, muchas víctimas pertenecen a colectivos históricamente vulnerables, con menor acceso a recursos legales y apoyo institucional.
