¿Por qué triunfa el 'reto marrón' en las redes?: "Lo que antes era una trastada, ahora se magnifica"

Lugo

El 'reto marrón' se extiende por las redes sociales y sale de las pantallas para obligar a cerrar piscinas, al detectarse en ellas heces. La última moda en las plataformas digitales consiste en defecar en zonas de baño públicas y compartir los vídeos en internet.

Los riesgos para la salud que supone esta práctica y el gasto de recursos públicos necesarios para la limpieza y desinfección de las piscinas, además de la incomodidad de privar a la ciudadanía de una forma de refrescarse en plena ola de calor, hacen que la pregunta sea recurrente: ¿Por qué? ¿Qué es lo que impulsa a alguien a hacer semejante cosa?

El experto en desarrollo infantil y educación emocional, Iván Pico lo analiza desde el punto de vista de la psicología: "La lectura de este fenómeno pasa, básicamente, por ese efecto arrastre que hacen las redes sociales y la magnificación de todas las situaciones que vemos a través de nuestros dispositivos". Lo que "antes era una trastada que se resolvía a nivel local", explica, ahora "se reproduce de manera exponencial y llega a todos lados".

La diferencia está, más concretamente, en el contexto y en el anonimato. En primer lugar, en las repercusiones en cada caso. Si antes una gamberrada tenía consecuencias inmediatas, como que "tus padres, tus vecinos, los amigos, te llamasen la atención", y se "resolvía a nivel local de forma casi inmediata", ahora, en el anonimato de un mundo digital difuso e infinito, no se produce.

El objetivo de quienes consideran buena idea defecar en una piscina pública, lo hacen sin ser conscientes de las repercusiones que tiene y sin preocupares por los problemas que pueda causar. El objetivo es siempre el mismo: "Llamar la atención, que es lo que buscan los niños y adolescentes, que se les haga caso". Ven en este reto una oportunidad de "ser el centro de atención durante un momento, y no quieren dejarlo pasar".

Además, apunta, "tampoco son conscientes de lo que pasa al otro lado de la pantalla". Lo que antes era "una trastada", ahora "se sube a una red social y se expone a nivel mundial". Sin embargo, lo que recibe quien la hace es una versión "distorsionada" de lo que en realidad sucede. "Seguramente los que lo ven desde el otro lado no lo ven como el héroe o el valiente que él se cree, sin embargo lo que recibe son las reproducciones y los 'likes', aunque al resto de la sociedad le de igual quién eres o si te va bien o no", explica.

"A esto en psicología le llamamos el 'efecto schadenfreude'", continúa, "es como cuando ves a alguien caerse por las escaleras, que nos puede llegar a hacer gracia". Por eso, "es el propio entorno de ese chico el que lo va a presionar para que lo haga, porque como espectadores les genera satisfacción ver como mete la pata y le va relativamente mal".

En el caso de este 'trend', la trastada va acompañada, ademas, de "una risa inicial que muy probablemente la hubo en su entorno más inmediato, en el lugar en el que se produce". Por estas razones, cree que "se trata de chavales al que sus propios amigos muy probablemente le empujan hacerlo, que aún no tienen desarrollada la capacidad de toma de decisiones, empujados por la intención de llamar la atención".

El psicólogo lo ilustra a través de un ejemplo: "Es como cuando el colegio el típico gracioso tiraba una bola de papel y todo el mundo se giraba". En un aula de veinte personas, "eso en seguida se va a corregir, porque le llamarán la atención y esa persona ya se autorregulará identificando que está mal".

Pero esto en las redes sociales "no pasa". "Todo se magnifica y las personas que le dan ese 'like' o publican ese comentario, seguramente inviten incluso a seguir haciéndolo, porque lo que prima es la creación de contenido, aunque no sea de muy buena calidad, que entretenga viendo como los demás hacen tonterías". Además, apunta, ese comentario se hace desde el anonimato.

La dificultad de criar a ciegas

"Muchos países están, actualmente, prohibiendo el acceso a redes sociales cada vez hasta edades más adultas", apunta el psicólogo. El motivo es la imposibilidad de corregir conductas en niños y niñas en períodos de desarrollo que los padres o los educadores no saben que se están produciendo.

"Antes tú podías corregir una conducta de manera mucho más social, porque siendo pequeño veías la televisión y tus padres estaban al lado viendo lo mismo, se bloqueaban ciertos contenidos, se apagaba la tele, te mandaban a la cama, o se explicaban determinadas cosas", explica. "Poco a poco así se iba educando", y sin embargo en la era de las pantallas individuales, de los teléfonos móviles o las tabletas, se hace imposible.

De esta forma, "desaparece el desarrollo del pensamiento crítico". Los niños y niñas "no tienen la capacidad de dudar de si lo que están viendo es cierto o no, es bueno o es malo", porque "cuando entran en aplicaciones como TikTok o Instagram, no le están preguntando nada, están viendo respuestas que a la empresa de la red social le interesa que veas, que no atienen a dudas que tú te hayas planteado".

El resultado es la polarización: "Polariza su pensamiento hacia una vertiente, porque si la red social ve que te interesa un tipo de contenido solo te va a dirigir a eso, entonces o eres de un color o de otro, todo es blanco y negro, y ya no hay gris". Esto aplica también a los adultos, pero en un momento en el que el niño o la niña tiene que aprender a tomar decisiones y desarrollar el pensamiento crítico, estos aprendizajes se bloquean.

"A veces hay padres que me dicen que su niño es muy inteligente porque con seis años ya sabe desbloquear el teléfono y pone un vídeo en Youtube", cuenta Iván Pico. El siempre lo niega: "El que es inteligente es el ingeniero que ha creado una forma en la que tu hijo de seis años sea capaz de desbloquear el teléfono; entre comillas, una aplicación para tontos, así que no es que tú hijo sea más inteligente, es que otra persona se lo ha facilitado". Pasa lo mismo, señala, con las formas de usar la inteligencia artificial si se usa de forma no crítica.

Por estos motivos pone el foco en inculcar a los hijos e hijas "esa relación social de verdad, la de preguntar". También es importante que los padres "se abran a ellos", porque ahora en lugar de ver la tele todos juntos en el salón, cada uno se va a su habitación con el teléfono. "Eso de social tiene poco, y cada vez más la vida social de los jóvenes se limita a eso", apunta, y concluye que "las redes sociales, de sociales tiene poco".

Por qué es importante saber quién es el Xokas

"Conocer los gustos de tus hijos, saber a quien escuchan, que hacen, para intentar paliar esa falta de red social real", es imprescindible. Personas como el Xokas, Ibai Llanos o The Grefg se convierten en referentes y los destinatarios de esa interacción digital que sustituye a la real, a la presencial. "Los niños se identifican con el 'streamer' de turno, que es una persona que ni siquiera sabe quienes son ellos", apunta Pico.

Se presentan a ellos a través de lo que tienen: "El coche más caro, el mayor número de 'likes', enfrentándose a retos...". Pero no hay relación en las dos direcciones: "Al niño no le preguntan cómo se encuentra, cómo enfrenta según que situaciones, si hay algo que le frustra o por la cuestión de la autoestima", que se mide muchas veces en lo que se parecen o no a esos ídolos.

"En este caso hay una barrera en la que la propia emoción se la come el niño el solo y encima los padres tienen la creencia de que sus hijos son autosuficientes en ese sentido" continúa. Por el contrario, "lo que quieren los niños es jugar". Por este motivo y desde esa mirada entran a las redes sociales: "Si ve un vídeo de otro niño que defecó en una piscina, le va a hacer gracia, y querrá hacerlo el también, así empieza la cadena".

El control de lo que hacen nuestros niños en las pantallas es fundamental para la crianza, pero mucho más difícil de fiscalizar. "Igual que antes, cuando los padres se bajaban al parque con ellos, echaban un ojo y miraban con quien andaba y lo que hacía", hay que supervisar que le llega y como se comporta dentro del mundo digital.

"Entra a un mundo que no entiende, porque lo va a hacer con la idea de jugar", y lo compara con un niño que va solo por la acera: "Seguramente irá por el bordillo, haciendo equilibrios, jugando, para intentar entrenarse y buscar lo que más gracia le hace, y si no hay unos padres que le expliquen que se puede caer o puede venir un coche y atropellarle, lo seguirá haciendo". De esta forma, "si nadie se lo advierte, es más probable que un día se haga daño, y se entra en la falta de una educación, una disciplina y un aprendizaje a través del juego, que es imprescindible".

Esto también desaparece en las pantallas. "Dejarles abiertos a que hagan las cosas como les parezca, que haya un juego no dirigido, es fundamental para su desarrollo, y esto es lo que no existe en las redes sociales", señala, porque "son ellas las que te van llevando para entretenerte sin que hagas el mínimo esfuerzo". "Sin pantallas el niño tiene que buscarse la vida para entretenerse y usar la creatividad, de manera que se incentiva una estimulación de manera natural", cosa que no sucede en el mundo digital.

Iván Pico asegura que "son más inteligentes de lo que pensamos", pero "si les encerramos en una plataforma que encima polariza y que les dirige, les bloqueamos la capacidad de reflexionar y de vivenciar el mundo". Concluye, por lo tanto, que "no podemos esperar que de mayores vayan a tener una capacidad crítica, sino que van a reproducir el contenido que ven, aprenderán que la forma de entretenerse es esa".