Daniela Gómez, mecánica de alta competición: "Me recomendaron hacer magisterio, pero a mí me gustan los coches, no los niños"
Tiene 20 años y lucha contra el doble estigma de ser mujer y joven en una profesión masculinizada
Daniela Gómez, mécanica de alta competición: "Me recomendaron hacer magisterio, pero a mí me gustan los coches, no los niños"
Hay ámbitos profesionales que, históricamente, han estado masculinizados, una cuestión que todavía en la actualidad persiste y es especialmente notable en algunos como la mecánica. Son pocas las mujeres que desarrollan su actividad profesional en esta disciplina, y las que lo hacen se enfrentan a diario al estigma del patriarcado.
Es el caso de Daniela Gómez. Es de Begonte, tiene 20 años, viste lazos, perlas y estampado de flores rosas, además de lucir una melena con unas ondas perfectamente cuidadas, y es mecánica de rally de alta competición. Cuando lo dice, la gente "flipa": "Si digo que trabajo en un taller siempre se creen que será en las oficinas o limpiando".
Para ella es natural, cuenta que desde pequeña siempre le gustó el mundo del motor, se lo inculcó su padre, y al ir creciendo se aficionó al rally, Moto GP y a la Formula 1. Cuando les dijo a sus padres que quería matricularse en la FP dual de Alta Especialización en Vehículos de Competición no se sorprendió a nadie y le apoyaron, pero también le advirtieron que "no iba a ser un camino de rosas".
En el instituto le recomendaron que no escogiese ese ciclo, y que hiciese magisterio: "Yo les dije que a mí no me gustan los niños, me gustan los coches".
Mujer y joven, doble estigma
Daniela Gómez se enfrenta a un doble estigma, el de ser mujer y el de ser joven. En más de una ocasión tuvo que escuchar de boca de algún cliente que si estaba "capacitada para tocar eso". "Piden que no les arregle yo el coche, porque no se fían, y dicen que quieren un encargado o un hombre", cuenta.
Los principales retos en su día a día son que le "tomen en serio" sus "jefes". Siente que no siempre le permiten trabajar en lo que le gustaría, "por género o por edad", y pelea a diario por estar en el sitio en el que quiere estar.
"Es cansando, pero siempre tiene una recompensa, si realmente te gusta merece la pena", apunta. Sobre todo, valora el apoyo de su familia y amigos: "Si no fuese por eso habría tirado la toalla hace mucho tiempo". También se ha encontrado a muchos compañeros que han "tirado" por ella, frente a los que le dicen "que les deje a ellos, que mejor haga otra cosa" o que le "quitan las cosas de las manos".
Entre los comentarios de clientes y compañeros o las actitudes de sus superiores que cuestionan sus habilidades, confiesa haberse sentido "una intrusa" en muchas ocasiones. "Tengo que pararme a pensar que estoy aquí porque me gusta, y que otras personas me digan que no valgo para esto no quita que yo he trabajado para demostrar que valgo", cuenta.
Ser una misma
A estas alturas, asegura haberse acostumbrado ya a la "doble vara de medir" y ha renunciado a intentar moldearse según los prejuicios ajenos para encajar. "Al principio intenté ser yo misma, vestirme bien porque me gusta, iba con la cara maquillada... pero me decían que con esas uñas no iba a tocar nada, porque no iba a querer macharlas", explica.
Al ver que la prejuzgaban, asumió "el rol contrario". "Después todo era que si tenía genio de más, que iba de chula o que era una machirula", así que finalmente decidió ser ella misma y "pasar de todo".
"No querían llevarme a las competiciones para que no compartiese habitación con un hombre"
Siendo mecánica de alta competición, su profesión hace que en ocasiones tenga no solo que trabajar rodeada de hombres, sino convivir y compartir espacios tan íntimos como un dormitorio. Aunque le costó que la llevasen a los grandes premios precisamente por eso: "No querían llevarme precisamente porque no quería que compartiese habitación con un hombre, pero yo insistí porque no quería que me relegaran de mi puesto por eso". "Son ellos los que tienen que comportarse, yo sé que voy a trabajar y punto", asevera.
Gracias a "compañeros que intercedieron" y le "apoyaron siempre" empezó a viajar. Durante esas experiencias se ha encontrado de todo: "Algunos son estupendos y nunca me han dado una mala razón ni han insinuado nada, pero con otros he llegado a sentir tanto asco como para meterme en el baño cerrada con pestillo y ponerme el pijama que más cubre porque me daba, de verdad, grima", confiesa.
Tuvo que escuchar "más de una vez cosas como 'me toca con la chica, va a saber lo que es un hombre de verdad' y otras por el estilo".