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"Solo aplicando las leyes que ya existen las consecuencias serían otras, pero ni eso se hace": la comunidad científica pide más y mejor gestión en materia de incendios

Consideran que hay muchos recursos valiosos al alcance de la mano que se están ignorando

"Solo aplicando las leyes que ya existen las consecuencias serían otras, pero ni eso se hace": la comunidad científica pide más y mejor gestión en materia de incendios

"Solo aplicando las leyes que ya existen las consecuencias serían otras, pero ni eso se hace": la comunidad científica pide más y mejor gestión en materia de incendios

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Lugo

Este mes de agosto la lucha contra el fuego se convirtió en el día a día de los vecinos de las zonas afectadas durante semanas. Se han registrado los tres incendios más grande de la historia de Galicia. El de mayores dimensiones, el de Seadur-Larouco, saltaba el Sil desde la provincia de Ourense para adentrarse en el territorio lucense en el municipio de Quiroga, arrasando mas de 30.000 hectáreas de terreno forestal, pero también pueblos.

Tenemos reciente también el recuerdo de otros fuegos en los últimos años. En 2022 se produjo el que era, hasta este año, el más grande de Galicia desde que hay registros, en Folgoso do Courel, donde se quemaban cerca de 13.000 hectáreas. Al año siguiente fue A Mariña donde se producía el peor fuego del verano en toda la comunidad autónoma, En Trabada. Fueron 2.300 hectáreas de monte las que ardieron también en los municipios vecinos de Foz y Ribadeo.

Antes de esto, se produjeron olas de fuegos de grandes dimensiones en 1989, 2006 o 2017. En esta ocasión, uno de los factores que han hecho que la sociedad se mostrase especialmente sensible al peligro que suponen fue la proximidad a las poblaciones. "Si decimos la realidad, el problema no estuvo en los incendios forestales, sino cuando el fuego entró en los núcleos de población, y en Galicia tenemos muchos, unos 30.000", reflexiona Manuel Marey, catedrático de proyectos y coordinador del grupo PROePLA.

Ahora, con los incendios apagados, además de las hectáreas calcinadas y las pérdidas económicas queda lo que no se puede cuantificar, pero que se identifica en la sociedad: la sensación de abandono de los habitantes de las zonas rurales tras sentirse completamente solos frente a incendios voraces. Esta ola de incendios ha dejado en evidencia la brecha que hay entre la vida rural y la urbana, y la desconexión de la administración con las realidades de los pueblos y los montes.

Tras haber vivido una situación extrema, resuenan las preguntas: ¿Por qué ha pasado esto, podría haberse evitado? Y, sobre todo, ¿podemos hacer algo para que no vuelva a suceder? Los expertos lo tienen claro: el cambio climático es una realidad, y los incendios han venido para quedarse, así que se hace necesaria una respuesta firme e inmediata.

Problemática global

Antes de abordar las respuestas a estas preguntas, el profesor Manuel Marey cree que es necesario establecer un marco para la reflexión. "Estamos muy sorprendidos por la magnitud de lo que ha pasado, pero no es una realidad exclusivamente de aquí", apunta.

Explica que lo mismo sucede en lugares tan lejanos como China: "En esencia se trata de lo mismo, sociedades rurales que sufren el embate da emigración, dejando abandonado un territorio, con unos servicios de extinción de incendios que estaban entrenados para apagar otro tipo de fuegos forestales y que ahora se enfrentan a otros de grandes dimensiones". Tiene claro que se trata de una "batalla mundial".

La directora de la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Lugo, Rosa Romero, reflexiona también sobre los cambios que se han producido en el territorio en las últimas décadas y, especialmente, sobre su abandono. "Se habla de limpiar el monte, pero es imposible", señala, "más aún cuando hay una gran parte de propietarios que desconocen que tienen fincas o que que se desentiende de ellas, incluso algunas están a nombre de personas fallecidas". Esta es la realidad "que tiene que enfrentar la administración" actualmente, y que requiere "una planificación integral de todo el territorio".

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"Es importante gestionar las plantaciones forestales, pero también buscar otras masas boscosas, que son importantes por la biodiversidad y que hay que cuidar y mantener, pero también tiene que haber agricultura, ganadería, hablamos de plantaciones mosaico, y todo esto tiene que estar coordinado", continúa.

Uno de los mayores problemas a nivel administrativo que obstaculizan esa ordenación integral del territorio es la "parcelación de competencias", que se produce cuando las competencias a respecto de esta cuestión se reparten entre diferentes organismos: "Creo que eso necesita un reseteo y ponernos a trabajar en conjunto".

La prevención es importante, pero Romero considera que tiene que ser "diferente" y que lo que hace falta es "un cambio de modelo". Sin embargo, también apunta que "hay cosas que ya están contempladas en la ley actual", pero que no se cumplen.

"Después de los incendios de 2006", cuenta, "se impuso una franja de 150 metros alrededor de núcleos de población en la que no se podían plantar especies altamente inflamables, después se cambió a 50, pero que ni siquiera se respetan". "Ahí quien tiene que actuar es el propietario, pero si no lo hace la administración debe dar un paso al frente", señala.

La concienciación social es clave

Una cuestión que la directora de la EPSE considera fundamental es apostar por la concienciación social, y en este punto reivindica "el papel de los técnicos que salen de las escuelas de ingeniería forestal y de montes, porque ellos son los que tienen todas esas herramientas para ordenar la superficie forestal".

Agustín Merino, catedrático especialista en suelos y en su recuperación, apunta que hay varios motivos que hacen esencial tener en cuenta a la sociedad en general y especialmente a los propietarios, y formarlos. El primero es que "la mayor parte del terreno es privado", por lo que "detrás de su gestión no debe estar solamente la administración". "Tenemos que educar a estas personas", dice refiriéndose a los propietarios.

Además, recuerda que "la mayor parte de los incendios han sido provocados por negligencias o por descuidos", así que se pregunta: "¿No parece lógico que hagamos un ejercicio de formar a toda la gente que trabaja en el monte o que lo visita para hacer excursiones?".

"Las condiciones del monte claramente han cambiado", añade, "hay un matorral que no lo había antes y unas temperaturas que no se registraban, así que hay que educar en unas técnicas nuevas para trabajar el campo, diferentes también a las que se utilizaban en un contexto diferente".

Se muestra asombrado de que "en Galicia no exista ni una sola mención a los incendios en los currículos de secundaria ni un programa de formación consolidado no solamente sobre como evitar los riesgos, sino de saber qué es lo que hay que hacer cuando una persona tiene el fuego al lado de su casa". Galicia se encuentra, recuerda, en la región de Europa con mayor incidencia de incendios".

Apego al territorio

Para conseguir concienciación social, que para Marey sería el primero de los tres pasos que deben plantearse, es indispensable "recuperar el apego emocional de la sociedad en su conjunto por su territorio": "Esa es la primera cuestión, tener conciencia social del territorio, antes que del problema". Sin eso, sentencia, "no tenemos nada que hacer". "Si cada uno individualmente tiene sus fincas sin demostrar el más mínimo interés en ellas, porque las ha heredado y están ahí, el resto poco podemos hacer", añade.

Lo dice matizando que también cree que "no se puede criminalizar al propietario forestal gallego", que normalmente "son pensionistas que cobran pagas pequeñas y tienen muchas parcelas que nadie quiere". "Que esa es otra", añade, "porque si realmente existiese una actividad sobre ese terreno ese problema estaría resuelto, también para el propietario".

Este primer paso, el de recuperar el apego y lograr la concienciación social, "nos llevaría al cambio territorial" y, finalmente, "tendremos el territorio encauzado para producir". "No para protegerlo contra incendios, porque esa é una batalla perdida", matiza, sino que "una vez sepamos mantenerlo vivo, tendremos que enfrentar el debate sobre qué modelo de defensa contra incendios queremos", concluye.

Agustín Merino cree que uno de los obstáculos para entender de esta forma el territorio es que la mayoría de la sociedad "atribuye los beneficios del monte a la población que vive en él". Lo considera "un error". "Cuando se daña el monte perdemos todos", explica, "es el medio que nos provee agua, alimentos, en muchos casos de energía e incluso del aire para respirar, y así debemos entenderlo".

Por estos motivos, considera que "en esta discusión no solamente deben estar los propietarios, sino que debe de tener un papel proactivo toda la sociedad". También cree que "debemos ir hacia un modelo en el que se obtengan unos beneficios generales, y no tanto particulares, se la superficie forestal".

Inacción

Por su parte Rosa Romero, al reflexionar sobre la viabilidad de conseguir estos objetivos, apunta que "esa concienciación social, si es que llega, va a tardar en hacerlo". La experiencia lo demuestra: "Después de la ola de incendios del 2006 hubo una comisión en la que participaron los mismos partidos políticos que están hoy en el parlamento, y tras 16 reuniones con especialistas hubo un dictamen final con una serie de medidas, que pode ser que nos gusten más o menos, pero que lo cierto es que nunca llegaron a ponerse en marcha".

"Las medidas que se podemos implementar son muy diversas", añade, y apunta que "solo con dejarles hacer a los técnicos y cumplir las leyes que hay actualmente, las cosas pueden cambiar".

Esta situación de desconexión de las administraciones con la ciencia frustra a los investigadores. "Las directrices que se están dando son más políticas que técnicas", dice Merino, "y todos el dinero que la sociedad ha invertido en los proyectos de investigación que realizamos que ha sido muchísimo, o en la contratación de técnicos, no se utilizan". Tiene la sensación de que "de los investigadores se acuerdan cuando hay que hacerse una foto para salvar la imagen".

"El mayor centro sobre restauración de terrenos incendiados se ha encontrado en Galicia, en Lourizán, donde han sido pioneros en la restauración de zonas incendiadas a nivel mundial, y en estos momentos está vacío, se ha quedado sin personal por falta de apoyo", denuncia.

"Eso es un ejemplo de que los intereses no van por obtener una información útil por parte de los técnicos, sino por otro lado", reflexiona. Considera que "mientras sigamos así no vamos a ningún lado: se gasta muchísimo dinero en proyectos de investigación y en formación de gente que queda sin utilizar".

Para Marey es "la triste realidad" y se pregunta "por qué la sociedad no está reclamando esto". "Ahora pasa el incendio, se va a regar a los damnificados con dinero y hasta la próxima", pronostica. Pare él "es algo similar a lo que pasó con el Prestige, una cuestión social".

 

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