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Las consultas de psicología infantil se disparan en septiembre: estos son los indicadores a los que prestar atención en la vuelta al cole

Algunos niños y niñas lo verbalizan, pero otros somatizan los nervios

La consultas de psicología infantil se disparan en septiembre: estos son los indicadores a los que prestar atención en la vuelta al cole

La consultas de psicología infantil se disparan en septiembre: estos son los indicadores a los que prestar atención en la vuelta al cole

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Lugo

"La vuelta al cole es mucho más que retomar rutinas, es un ritual emocional", asegura la psicóloga Jennifer Souto. El recuerdo de las vacaciones todavía en la memoria, el despertador, desayunar con prisas, nuevos profesores, volver a ver a los compañeros, cambios... Todo contribuye a crear una mezcla de emociones en niños y adolescentes que a veces resulta complicado gestionar.

"La vuelta al cole no empieza con el timbre del primer día, sino con ese olor a libros nuevos, la ropa que a lo mejor nos queda pequeña y esos nervios en el estómago que se sienten, incluso los padres, el día anterior", añade la psicóloga. Es una transición que "activa emociones profundas", que implica "nuevas normas, nuevas expectativas y enfrentarse a lo desconocidos". "Los adultos tampoco se quedan atrás", continúa, "porque para muchos significa revivir sus propias experiencias escolares a través de los hijos".

"Emocionalmente la mezcla es muy heterogénea", explica, "hay niños que sienten ilusión, curiosidad, ganas de volver, pero también nervios, miedo, tristeza e incluso rabia". Algunos lo expresan claramente y "lo verbalizan", otros, en cambio, "lo somatizan". Estas emociones se convierten en "dolores de barriga, dificultad para dormir, irritabilidad...", explica.

Cada niño lleva "una mochila invisible" en la que cargan también cuestiones como "lo que han escuchado esa mañana en casa". "Como adultos nuestra tarea no es vaciarla", matiza, "sino ayudarles a llevarla con menos peso".

No es casualidad que en septiembre las consultas psicológicas aumenten: "Hay datos recientes que dicen que se convierte en uno de los meses con más demanda en salud mental infantil, muchos niños llegan con ansiedad, insomnio o dolores físicos sin causa médica".

Acompañar desde la familia

Desde las familias podemos acompañar con gestos que son "sencillos, pero muy potentes". Por ejemplo, "cambiar esa pregunta de qué hiciste hoy en el cole por cómo te sentiste hoy". También ayuda "crear pequeños rituales familiares, como un paseo juntos antes de entrar al colegio, desayunar en familia, incluso hacer una tarta de bienvenida al nuevo curso, por ejemplo".

Es "importantísimo validar las emociones", añade Souto. "Si están nerviosos debemos evitar decir cosas como que no pasa nada", es preferible "cambiar esto que es tan frecuente por otros mensajes como que es normal sentirse así o estoy contigo".

Indicadores a los que prestar atención

Hay ciertas señales que indican que el niño o el adolescente "no están gestionando bien esa vuelta a las aulas". Se puede identificar ese malestar en cambios como "un aumento de la irritabilidad", en que "no quieran irse a dormir" o incluso puede ser la causa de "malestares físicos". También en "regresiones" como "volver a mojar la cama o demandar una compañía constante". Son formas en las que "el cuerpo expresa algo que la mente todavía no sabe decir".

Por eso es importante "observar y prestar atención a esos cambios", pero también "no juzgar, validar mucho lo que sienten y si es necesario pedir ayuda a un profesional". "No hay que esperar a que ese malestar sea tan grande como para solicitar una intervención, porque lo complica mucho más", aconseja.

Todas estas cuestiones hay que abordarlas desde la consciencia de que es "una vuelta al cole diferente" si la comparamos con la que vivieron las generaciones anteriores. En la actualidad "hay muchos factores externos que pueden perjudicar la estancia en las aulas", empezando por las redes sociales.

"Creo que hay mucho alrededor de los niños y los adolescentes a parte del colegio, y eso también lo tenemos que vigilar siempre desde la confianza y el diálogo", reflexiona, "tienen que ser conocedores del mundo en el que vivimos y no ocultarlo, pero tenemos que estar detrás, acompañar y validar".

Es otro motivo para "no pasar por alto todas las verbalizaciones que un niño o adolescente pueda expresar". "No hay que minimizarlas", insiste, porque en ocasiones lo hacemos incluso sin darnos cuenta: "Esa frase de que no pasa nada o insistir en que hay que ir sí o sí al colegio pueden parecer tranquilizadores, pero en realidad lo que están haciendo es invalidar". "En su mundo si pasa y pasa mucho", apunta.

Preguntar sin presionar

Algunas de las cuestiones que puede hacer desagradable la estancia en las aulas son "sentir miedo al entorno, una relación complicada con algún compañero, una sensación de inseguridad, falta de control o algo que ocurrió, pero que no han contado". Es necesario "investigar un poco, sin tampoco hacer demasiadas preguntas".

La clave está en "hacer preguntas sin presión", por ejemplo "¿qué parte del cole te gusta menos?", "¿hay algo que te gustaría que fuese diferente?" o "¿qué te habría hecho sentir más seguro esta mañana?". El objetivo es "tratar de identificar por qué se producen esos cambios" en la conducta.

Las emociones de los padres influyen, y mucho

Otra cuestión que a veces se pasa por alto es "revisar las emociones de los propios adultos". "Si en casa vivimos con estrés, exigencias o con prisas el niño lo va a absorber", explica, "pero si transmitimos calma, confianza, normalizamos ese nerviosismo, el niño se va a sentir mucho más seguro". "La emoción que predomina en casa es la que el niño lleva después en esa mochila invisible, y es la que le va a pesar", añade.

Un ejercicio necesario es "revisar cómo se vive la mañana", y fijarse en "si hay tiempo de desayunar tranquilos, si hablamos del cole con ilusión o con presión", porque "a menudo somos nosotros mismos los que les generamos unas expectativas tan altas, a veces difíciles de conseguir, y que generan esa baja tolerancia a la frustración".

También "el profesorado toma, sin duda, un papel clave": "Los docentes no solo enseñan contenidos, sino que modelan la seguridad emocional". Un "saludo cálido" o "una mirada que acoge" pueden marcar la diferencia en el primer día.

"A mí me gusta pensar en el aula como un jardín, que los niños llegan como semillas distintas, con ritmos únicos", reflexiona la psicóloga, "algunos florecen rápido y otros necesitan más sol, más agua o simplemente más tiempo". Cree que "al final el rol del docente no es exigir flores, sino cuidar ese proceso".

 

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