De un ictus a un trasplante: dos historias de vida, lucha y segundas oportunidades
En A Vivir la Rías conocimos las historias de Sonia Estévez Rodríguez y Ana Mato, dos mujeres que tuvieron que reinventarse tras atravesar situaciones límite

Sonia Estévez Rodríguez y Ana Mato, dos mujeres que tuvieron que reinventarse tras atravesar situaciones límite
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A Coruña
Hay momentos que parten la vida en dos. Un antes y un después marcado por la enfermedad, por la incertidumbre, pero también por la esperanza. En A Vivir la Rías conocimos las historias de Sonia Estévez Rodríguez y Ana Mato, dos mujeres que tuvieron que reinventarse tras atravesar situaciones límite: un ictus a los 40 años y un trasplante de riñón a los 36.
Ambas relatan, en primera persona, cómo se enfrentaron al miedo, a la lucha por sobrevivir y a la necesidad de volver a aprender a vivir con nuevas circunstancias.
El día en que Sonia dejó de hablar
Hace cinco años, Sonia llevaba una vida normal. Trabajaba, hacía planes y disfrutaba como cualquier joven de su edad. Hasta que, de repente, algo cambió: “Dejé de poder escribir, dejé de poder hablar. Llamé a una amiga que identificó lo que pasaba y me llevó al hospital. Eso me salvó la vida”.
En la entrada del hospital sufrió una crisis epiléptica que la dejó inconsciente. A partir de ahí comenzó un largo camino de recuperación: más de veinte días ingresada y, después, una vida entera marcada por las secuelas invisibles del ictus.
Fatiga crónica, migrañas, lentitud en el procesamiento y dificultades de planificación forman parte de su día a día. “Estar enfermo es un trabajo”, asegura, recordando el esfuerzo que suponen las rehabilitaciones, las citas médicas y la burocracia.
A pesar de todo, Sonia ha decidido convertir su experiencia en una herramienta para ayudar a otros. En su cuenta de Instagram, @neuronitasaceleradas , comparte información sobre el ictus, consejos prácticos y testimonios de pacientes. “Quiero dar visibilidad y acompañar a quienes están pasando por lo mismo”, explica.
La llamada que lo cambió todo para Ana
La historia de Ana Mato también está marcada por la espera y la incertidumbre. Con 36 años recibió la noticia de que sus riñones habían dejado de funcionar y que necesitaría un trasplante para seguir adelante.
Durante meses, la diálisis se convirtió en su rutina mientras esperaba la llamada que le devolviera la vida. “El tiempo de espera es desesperante. Estás pendiente del teléfono constantemente, pero sabes que ese trasplante depende de una tragedia ajena”, confiesa.
Cuando finalmente llegó el momento, el proceso no fue inmediato. El nuevo riñón tardó en responder y la paciente tuvo que enfrentarse a la incertidumbre de no saber si funcionaría. Con el tiempo, la operación fue un éxito y Ana recuperó una vida que hoy valora de otra manera: “El trasplante fue como reinterpretarme a mí misma. Ahora aprecio detalles tan sencillos como beber agua sin restricciones. Son cosas pequeñas que se vuelven enormes”.
Vivir con lo aprendido
Las historias de Sonia y Ana son distintas, pero comparten un mismo hilo conductor: la capacidad de adaptación y la fortaleza para seguir adelante. El ictus obligó a Sonia a replantear su vida profesional y personal. El trasplante dio a Ana una segunda oportunidad, aunque con la consciencia de que, quizá, en el futuro necesite repetir el proceso.
Ambas demuestran que, incluso en los momentos más duros, la vida ofrece nuevos horizontes, aprendizajes y segundas oportunidades.
Su testimonio también subraya dos mensajes clave: la importancia de detectar a tiempo los síntomas de un ictus, y el valor incalculable de la donación de órganos, que permite salvar y transformar vidas.




