Así es la granja de Sarria en la que conviven nacionalidades de todo el mundo: "No tenemos migrantes trabajando, sino personas"

Lugo

A raíz del anuncio de la Xunta e Galicia de que instalará a 80 menores migrantes en un centro de acogida situado en Monforte, se han hecho escuchar voces que se muestran contrarias a acogerles. Desde que se hizo público, se han producido desde un atentado con cócteles molotov al edificio en cuestión hasta una concentración convocada por Vox en rechazo a la llegada de los jóvenes.

Contra estas acciones, que son minoritarias, surgen otras voces que defienden la integración y lo hacen desde la propia experiencia. La de Román González es una de ellas. Veterinario y encargado de Prolesa SAT, en Sarria, lo deja claro desde el primer momento: "Aquí no hay migrantes trabajando, son persona empleadas como cualquier otro". En las instalaciones de la granja conviven nacionalidades del sur del continente americano con otros llegadas desde diversos puntos de África.

Tras conocer el ataque al futuro centro de acogida y la manifestación convocada por Vox, tienen la sensación de que "en vez de andar cara hacia delante vamos hacia atrás". "Nos olvidamos de donde venimos y perdemos valores que en otras épocas, mucho más duras, se tenían muy en cuenta", añade.

Lejos de esa imagen de los personas migrantes como inadaptados que pretende dibujar la extrema derecha, la realidad en Prolesa SAT es otra completamente distinta: "Pueden tener sus problemas como cualquier otro trabajador, porque todos tenemos virtudes y defectos, pero lo que tienen en común es que todos vienen con ganas de trabajar".

No solo sucede en un sector primario que demanda mano de obra, también "en las ciudades hay un montón de personas procedentes de otros países que vienen a construir y a generar valor", señala. La gente que cree que deberían cerrársele las puertas a las personas migrantes, considera, "piensa así porque no conoce sus casuísticas, cómo se han jugado la vida para llegar aquí y todo el esfuerzo que hacen por integrarse".

"Yo siempre les digo que se vayan ellos a otro país, sin conocer el idioma, sin recursos y que se planteen qué harían y cómo estarían", apunta. Considera que "ese tipo de discursos, sobre todo entre la gente joven, se dictan desde el acomodo y desde tener las necesidades vitales cubiertas". En su opinión resultan de "una falta empatía y de no ponerse en el lugar del otro".

La nacionalidad no es un sesgo

Román González bromea diciendo que Prolesa SAT parece la sede de la ONU, de tantas nacionalidades que se juntan en el día a día. Sin embargo, fue resultado de un proceso natural. "Según se fueron jubilando los socios más mayores buscábamos un perfil de gente con ganas de trabajar, no pedíamos estudios superiores", explica, "y algunos vinieron a la puerta a traer su currículum, otros por medio de conocidos o amigos y algunos a través de contactar con ONGs".

Más allá de buscar personas dispuestas a arrimar el hombro, no se impuso ningún otro sesgo, tampoco la nacionalidad. "Lo que buscábamos era personas, a partir de ahí se fue formando el grupo", cuenta. Adama y Anthony son dos de los trabajadores que lo integran.

En el caso de Anthony, terminó en Sarria tras buscar primero empleo en la capital de la provincia. Vino a España para "construir una buena vida", asegura. "No vine a buscar problemas", añade, "vengo a un país en el que no tengo a nadie, quiero hacer las cosas bien".

Por su parte, Adama llegó a Galicia desde Senegal. "Allí la vida es muy difícil, sobre todo para mi padre", cuenta. Ayudar a su familia y darles una vida mejor fue lo que le hizo tomar la decisión, que reconoce que "no fue nada fácil" y que se lo pensó "mucho". Les echa de menos, pero "es lo que hay", asume. Nunca antes había trabajado con vacas, reconoce, pero se ha esforzado por aprender y mejorar e intenta trabajar para conseguir lo que quiere, que es "traerles", añade.