La soledad no deseada en las personas mayores: un reto social y sanitario en crecimiento

A Coruña

La soledad no deseada es una realidad que afecta a millones de personas en todo el mundo, pero tiene un impacto especial en las personas mayores. No se trata solo de estar físicamente solos, sino de sentirse aislados, desconectados o poco útiles socialmente. Este fenómeno influye tanto en la salud mental como en la física, pudiendo acelerar el deterioro cognitivo y funcional.

En Galicia, el Grupo de Investigación en Gerontología y Geriatría de la Universidad de A Coruña (UDC) está desarrollando un estudio pionero para comprender mejor las percepciones sociales alrededor del envejecimiento y de esta problemática. El proyecto está liderado por las investigadoras Ana García y Rocío López.

Edadismo: un factor clave en la soledad no deseada

El estudio parte de un concepto central: el edadismo, es decir, los prejuicios y estereotipos negativos hacia las personas mayores. Según la investigadora Rocío López, el edadismo se construye sobre tres pilares:

• Estereotipos: lo que pensamos acerca de los mayores (por ejemplo, que son dependientes o que no aprenden cosas nuevas).
• Prejuicios: los sentimientos que generan esos pensamientos.
• Discriminación: las acciones concretas, como relegar a las personas mayores de la vida social o infravalorar sus capacidades.

Este fenómeno afecta no solo a cómo se percibe a los mayores desde fuera, sino también a lo que ellos mismos creen de sí mismos, lo que se denomina autoedadismo. Muchas personas interiorizan la idea de que al cumplir cierta edad dejan de ser útiles para la sociedad, lo que aumenta la sensación de abandono y tristeza.

El impacto de la brecha digital

Uno de los aspectos más llamativos del estudio es cómo la brecha digital incrementa la soledad en los mayores. Aunque cada vez más personas de 60 y 70 años manejan con soltura las tecnologías, los mayores de 80 encuentran más dificultades. Esto no significa que no puedan aprender, sino que muchas veces nadie se ha parado a enseñarles.

En un mundo donde gran parte de las gestiones, las comunicaciones familiares y hasta las consultas médicas se realizan online, no estar conectado implica un riesgo de exclusión social.

Soledad no deseada en jóvenes y mayores: diferencias clave

El proyecto de la UDC también compara cómo viven la soledad distintos grupos de edad:

Personas mayores: su soledad se asocia más a la percepción de abandono por parte de las instituciones y la falta de apoyos.

Personas jóvenes: experimentan soledad aun estando rodeados de gente, condicionados por el uso intensivo de redes sociales y tecnologías (el llamado FOMO, o miedo a perderse algo).

Así, aunque ambos grupos experimentan soledad, las causas son muy diferentes.

Educación y futuro: un enfoque intergeneracional

El estudio no se queda en el diagnóstico, sino que busca soluciones prácticas. Una de las propuestas más innovadoras es llevar la investigación a los institutos, trabajando con adolescentes para que cambien su percepción sobre el envejecimiento y participen en actividades intergeneracionales.

La idea es que los propios jóvenes enseñen a los mayores a usar las nuevas tecnologías, reduciendo la brecha digital y creando lazos que beneficien a ambas generaciones.

Cómo participar en el estudio

Actualmente, el grupo de investigación ha lanzado una encuesta poblacional en Galicia, abierta a toda la ciudadanía hasta enero. Cuantas más respuestas se recojan, más fuerza tendrán los resultados para impulsar políticas públicas y programas sociales contra la soledad no deseada.

Quienes deseen colaborar pueden hacerlo a través de la página web de la Universidad de A Coruña (UDC), donde encontrarán enlaces y códigos QR para participar.

La soledad no deseada en mayores es un problema complejo que combina factores sociales, culturales y tecnológicos. Gracias a estudios como el de la UDC, liderado por Ana García y Rocío López, se está avanzando en la comprensión del fenómeno y en la búsqueda de soluciones.

Combatir el edadismo, cerrar la brecha digital y fomentar el contacto intergeneracional son pasos imprescindibles para construir una sociedad más justa y humana, donde envejecer no signifique quedarse atrás.