¿Somos más racistas de lo que pensamos?: la integración de los menores refugiados a debate
Varios grupos de migrantes se han instalado en la provincia y próximamente llegarán a Lugo y Monforte

¿Somos más racistas de lo que pensamos?: la integración de los menores refugiados a debate
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Lugo
El anuncio de la próxima llegada de doce menores refugiados a Lugo ha vuelto a generar en las calles de la ciudad comentarios que se muestran contrarios a acogerles. "Esto va a ser un lío", dice una lucense. Son, sin embargo, los menos. La mayor parte de la población se muestra dispuesto a darles la bienvenida: "Me parece lo más indigno que no los recibamos lo mejor que podamos", comenta una vecina.
Quienes han vivido la emigración en primera persona se suman a esta idea. "Que vengan, que se integren y que tengan una vida normal, como cualquiera", pide un vecino, que entiende que "deben comportarse ellos y nosotros también". Habla desde su propia experiencia: "Yo también anduve por el mundo y sé lo que implica, habrá gente que no conozca la problemática de la emigración que vivimos los gallegos, o que no quiera conocerla, pero también fue dura".
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En general, los lucenses no se consideran racistas a nivel personal. "Yo intento ser buena persona", asegura una señora en la plaza de Santo Domingo. Sin embargo, si que reconocen que "hay mucha gente que sigue con esos pensamientos anticuados" y que "hay reticencia a la gente de fuera".
La historia de Bouba
Hace algo más de un año que Bouba, junto con otro centenar de menores migrantes, llegaba a Monterroso, en la comarca de A Ulloa. Allí se instaló en el centro que se habilitó para acoger a este grupo de refugiados.
"Me levanto temprano, desayuno y me voy a trabajar", cuenta sobre su día a día, "después echo una siesta y me voy a entrenar". La SD Monterroso le invitó a formar parte del equipo de fútbol local, y él no dudó en aceptar: "Me gusta mucho jugar y estoy muy a gusto con los compañero".
Está "contento" con su situación actual, porque no tiene otra, dice. Sin embargo, aún es inestable. Está buscando piso, pero lo encuentra "imposible". Además, quiere que uno de sus tres hermanos se venga con el "para trabajar y ayudar a la familia". "Eso es lo más importante", apunta.
Explica que en Senegal "la vida es mucho más difícil": "Mis padres no tienen casa, vivimos con mis tíos y por las noches es imposible dormir, porque somos muchos", cuenta. Escapando de esa situación, pasó nueve días en el mar, cuatro sin comer ni beber: "No tenía miedo al agua porque de pequeño iba con mi padre, que es pescador, pero fue muy duro".
Lo que más le gustaría ahora mismo es poder ahorrar para viajar de vuelta e ir a ver a su familia, pero no puede. Tiene un permiso de residencia, pero si sale del país no podría volver a entrar.
Burela, ejemplo de integración
El municipio mariñano de Burela hace tiempo que ha superado estos estigmas. En una población que ronda los 10.000 habitantes, conviven 52 nacionalidades. Entre las comunidades extranjeras más amplias están los caboverdianos o los senegaleses, como Tutti Sadiya.
Cree que esta es la clave para la integración, porque en la motivación del rechazo está siempre el desconocimiento. "Hay que saber escuchar, hablar con el prójimo, preguntar", opina, "porque aquí en Burela si no conoces otras culturas es por que no quieres".
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En el caso de Pablo del Valle, que fue profesor en el municipio, sí que quiso. "La variedad de culturas y nacionalidades en lugar de generarme rechazo me despertó curiosidad e interés, y quise aprender más sobre el continente africano", cuenta.
Relevo generacional
En la flota que amarra en el puerto de Burela se embarcan marineros de todas las nacionalidades. A la localidad llegó también un grupo de migrantes como Bouba y buena parte de ellos ya forman parte de ella, ya que desde la Cofradía de Pescadores se les ofreció inscribirse en un curso de capacitación que ofrecían a todos los habitantes del municipio.
"Es bueno para ellos porque es una oportunidad laboral, y también para el sector, que necesita relevo generacional", explica Diana Durán, la secretaria de la Cofradía. Cree que es "una evidencia clarísima" que tanto en Burela como en otros puertos pesqueros "siguen las embarcaciones trabajando gracias a los extranjeros". Sin ellos, asegura, "la mayor parte de las embarcaciones estarían amarradas desde hace años".
Lo cierto es que el camino laborar que se les presenta a refugiados e inmigrantes está casi siempre ligado a sectores como el pesquero o la construcción. "Suelen realizar los trabajos que nosotros no queremos", explica el investigador en Historia Contemporánea Marco Antonio Álvarez, y añade que "la inmensa mayoría de los migrantes en Galicia, más del 90 por ciento, están dentro del porcentaje más pobre de la sociedad".
Educación desde la infancia
El teniente alcalde de Burela y concejal de Migraciones, Mario Pillado, encuentra incoherencias en el relato del racismo: "Los que dicen que nos vienen a quitar el trabajo son los mismos que los llaman vagos y que dicen que son unos holgazanes que quieren vivir de ayudas".
Las nuevas tecnologías complican combatir ese tipo de discursos. "Ahora entramos en la selva de las redes y de la información falsa, y tanto desde las instituciones educativas como las administraciones tenemos la responsabilidad de intentar garantizar el respecto y la convivencia", reflexiona. Encuentra en el deporte, la música y la cultura buenas herramientas para lograrlo.
Quiere "dar buena fe" de la "generosidad" de los migrantes. Cuenta que a la celebración del día de Rosalía de Castro invitaron a los refugiados recién llegados a Burela. Uno de ellos leyó en gallego y otro leyó a Rosalía en bambara, una legua de Mali. Un deles leu en gaego e outro leu a rosalia en bambara. "Si tuvieron esa generosidad para a los pocos días de estar en Burela acudir a un acto del Concello y esforzarse por leer poesía, es buena muestra de que vienen dispuestos a esforzarse por integrarse en el pueblo", concluye.




