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Niños y móviles: ¿un uso prematuro? Riesgos, datos y claves para las familias

La mitad de los niños de 10 años ya tiene smartphone: ¿qué riesgos implica?

La aventura de aprender: Niños y móviles

La aventura de aprender: Niños y móviles

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A Coruña

En las últimas horas se han conocido nuevos datos sobre el uso del teléfono móvil entre menores, y las cifras han llamado especialmente la atención: casi el 50% de los niños menores de 10 años ya tiene su propio dispositivo. Este porcentaje tan elevado plantea un debate necesario sobre la madurez, la salud psicológica y el impacto social que implica ofrecer acceso tan temprano a la tecnología.

¿Es demasiado pronto para tener un móvil?

Regalar un smartphone a un niño de 8, 9 o 10 años se ha normalizado, pero conviene reflexionar sobre si realmente están preparados para manejar una herramienta con tanto alcance. A diferencia de otras situaciones cuyo riesgo es evidente —como permitir que consuman alcohol o que vean contenidos violentos—, los efectos negativos del uso del móvil no siempre se perciben de inmediato, y eso hace que muchos adultos no sean conscientes del peligro psicológico que puede suponer.

Interpretar mensajes: una habilidad todavía en desarrollo

Incluso a los adultos nos cuesta, en ocasiones, descifrar el tono de un mensaje escrito. No siempre entendemos si quien lo envía está siendo irónico, si habla en broma o si está enfadado. En la comunicación cara a cara, los gestos, la expresión facial y el tono de voz complementan el mensaje y aportan matices esenciales. Sin embargo, el texto plano carece de toda esa información, y aunque existan emojis o imágenes que intentan suplirla, nunca logran ofrecer el contexto completo.

Si a un adulto le puede resultar complicado interpretar un mensaje, para un niño que aún está desarrollando esas habilidades sociales y emocionales lo es todavía más. A los 8, 9, 10 u 11 años, la capacidad de entender matices está en pleno proceso de evolución, lo que aumenta las posibilidades de malentendidos o interpretaciones erróneas.

La pantalla como refugio para la agresión

Decir algo ofensivo a la cara resulta más difícil que escribirlo desde la comodidad de una pantalla que actúa como escudo. Un niño de 9 o 10 años puede insultar, burlarse o criticar con mucha más facilidad cuando no tiene que enfrentarse a la reacción de la otra persona. La distancia emocional que genera el dispositivo reduce la empatía y facilita comportamientos impulsivos.

Este fenómeno, que siempre ha existido en la comunicación entre niños, se amplifica con el móvil. La posibilidad de enviar un mensaje hiriente sin ver el efecto inmediato en la otra persona multiplica la facilidad para herir, exagerar conflictos o iniciar situaciones que puedan derivar en ciberacoso, incluso sin una intención clara de dañar.

Ansiedad, dependencia y adicción: riesgos reales

La ansiedad que generan los móviles es algo que muchos adultos experimentan a diario: mirar notificaciones nada más despertar, revisar mensajes constantemente o sentir la necesidad de tener el dispositivo siempre a mano. Si esto ocurre en cerebros maduros, la situación se agrava cuando hablamos de un cerebro infantil, mucho más vulnerable y aún en pleno desarrollo.

Para un niño, la dependencia puede aparecer rápidamente. La necesidad de estar conectado, la expectativa de recibir respuestas inmediatas o la exposición constante a estímulos pueden desencadenar estrés, impaciencia o incluso adicción. Es una carga emocional para la que todavía no están preparados.

Acceso a Internet: un universo de contenido no apto

Aunque los padres retiren ciertas aplicaciones o pongan límites, el acceso a Internet sigue siendo un riesgo difícil de controlar por completo. Los menores suelen ser muy hábiles con la tecnología y pueden instalar apps, sortear bloqueos o explorar contenido que no imaginamos.

En la red hay millones de contenidos destinados a adultos: violencia explícita, sexualidad, retos virales peligrosos, foros tóxicos o publicidad engañosa. Para un niño tan pequeño, este acceso sin filtros puede convertirse en un problema grave. El móvil, aparentemente inofensivo, puede funcionar como una auténtica bomba de relojería si no se controla adecuadamente.

Una etapa llena de aprendizajes por hacer

La infancia es un periodo en el que los niños aún están aprendiendo a interpretar situaciones cotidianas, a gestionar conflictos y a comprender la responsabilidad de sus palabras y acciones. Cada día surgen situaciones en las que necesitan guía adulta para entender qué ha pasado y cómo deben reaccionar.

Si todavía no tienen la madurez suficiente para manejar conflictos simples, es evidente que tampoco están preparados para gestionar la complejidad emocional y social que implica un teléfono móvil propio. La tecnología añade capas de interpretación, riesgos y posibilidades para las que requieren una supervisión constante.

¿Es diferente dejarles el móvil puntualmente? Sin duda

Prestar el teléfono móvil del adulto bajo supervisión no es comparable a darles un dispositivo propio. Permitir que envíen un audio a un amigo, que feliciten a alguien en su cumpleaños o que hagan una videollamada con permiso de los padres es perfectamente razonable y saludable. Es similar a lo que ocurría cuando, años atrás, los niños llamaban desde el teléfono fijo de la casa.

La diferencia aparece cuando el dispositivo está disponible día y noche, en la habitación del niño, sin control parental y con acceso ilimitado a Internet. Ahí es donde los riesgos se disparan.

Tecnología sí, pero con límites y sentido común

Casi la mitad de los niños de 10 años ya tiene un móvil propio, pero la evidencia muestra que la madurez emocional, psicológica y social de estas edades no es suficiente para gestionar un dispositivo de tal complejidad. La clave está en equilibrar tecnología y protección, permitiendo el contacto puntual bajo supervisión, pero evitando que los menores asuman responsabilidades para las que aún no están preparados.

La tecnología puede ser una herramienta fantástica, pero requiere acompañamiento, límites claros y un enfoque responsable por parte de los adultos.

 

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