Guillermo Díaz: 50 años de abogacía y memoria viva de la transición española
Medio siglo de compromiso con la justicia, la democracia y la voz ciudadana desde los tribunales y las ondas

A Coruña
En el año en que España rememora las cinco décadas de la muerte de Francisco Franco, también se cumplen 50 años desde que Guillermo Díaz juró su toga por primera vez. Un abogado de firmes convicciones progresistas que vivió la transición desde el interior de los juzgados, defendiendo a sindicalistas, estudiantes y opositores del régimen en un país que comenzaba a despertar a la democracia.
El Colegio de Abogados ha reconocido este año a quienes alcanzan el medio siglo en activo, entre ellos Guillermo Díaz, figura muy querida en Radio Coruña, donde ha colaborado durante décadas y en prácticamente todos los programas. Con motivo de este aniversario, conversamos con él para repasar su trayectoria, sus recuerdos y la evolución de la justicia española.
Los primeros pasos en una España que cambiaba
Guillermo juró su cargo dos semanas después de los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975, último episodio represivo del franquismo. Aquel acto solemne incluía un requisito hoy impensable: jurar los Principios Fundamentales del Movimiento, un texto que, como él recuerda, casi nadie entendía pero que todos estaban obligados a acatar.
Su bautismo profesional no fue menos duro: su primer caso de turno de oficio consistió en defender a un joven acusado de homosexualidad bajo la Ley de Peligrosidad Social, una legislación que no castigaba delitos, sino conductas. El informe policial carecía de pruebas, pero el joven podía enfrentar hasta dos años de cárcel.
La derogación de aquella ley evitó un castigo injusto y marcó para Guillermo el comienzo de una carrera guiada por la defensa de los derechos humanos.
La abogacía en los años 70: entre la sacralización y el miedo
La justicia de entonces, recuerda Guillermo, era “sacralizada”. Muchos ciudadanos acudían a declarar persignándose o arrodillándose, aunque no tuvieran nada que temer. El respeto casi religioso a los estrados y a la autoridad judicial reflejaba un país en transición, todavía marcado por décadas de autoritarismo.
También el turno de oficio demostraba las carencias del sistema: no se pagaba nada y los casos eran a menudo tremendamente duros. Uno de los más difíciles para él fue la defensa de un hombre acusado de violar a su propia madre, una situación límite que ejemplifica la complejidad emocional y ética de la labor del abogado.
La evolución de la justicia española: del miedo al diálogo
Hoy, asegura, la justicia es mejor, más humana y más accesible.
Han cambiado los medios técnicos, los plazos y, sobre todo, el trato entre las partes.
“Ahora puedes hablar con un juez de persona a persona”, explica. Funcionarios jóvenes, profesionales concienciados y mayor dignidad en todos los operadores jurídicos han transformado los tribunales en espacios más cercanos y eficaces.
Pese a los debates actuales sobre independencia judicial, Guillermo insiste: en la justicia cotidiana —desahucios, reclamaciones, procedimientos diarios— España cuenta con una justicia independiente e imparcial, y es responsabilidad de todos defenderla cada día.
Cincuenta años de profesión… ¿y ahora qué?
A pesar de su pasión por el Derecho, Guillermo confiesa que ya piensa en un merecido descanso: “Me gustaría jubilarme dentro de un año, para viajar, pintar y pasear”.
Actividades que, como bien sabemos en Radio Coruña, siempre ha disfrutado y compartido con la audiencia.
Su voz ha acompañado a varias generaciones de oyentes, contando viajes, analizando actualidad y aportando su experiencia jurídica durante más de tres décadas. Por eso este reconocimiento es también un homenaje a su labor radiofónica y a su cercanía humana.
Un legado imprescindible
Guillermo Díaz representa una pieza viva de la memoria democrática, un abogado que ha convertido la profesión en un ejercicio de coherencia, humanidad y compromiso social.
Su testimonio recuerda lo lejos que ha llegado la justicia española y lo importante que es seguir protegiéndola.




