Selecciona tu emisora

Ir a la emisora
PerfilDesconecta
Buscar noticias o podcast

La cárcel escondida del franquismo: así sobrevivieron las niñas del Patronato de Protección a la Mujer

El testimonio de Consuelo García del Cid destapa la violencia institucional que marcó a miles de jóvenes hasta 1985

Consuelo García del Cid, nos habla del Patronato de Protección a la Mujer

Consuelo García del Cid, nos habla del Patronato de Protección a la Mujer

00:00:0011:24
Descargar

El código iframe se ha copiado en el portapapeles

A Coruña

En este 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, La Ventana de las Rías recupera una parte de nuestra historia reciente que durante décadas permaneció oculta: la violencia institucional ejercida por el Patronato de Protección a la Mujer, un sistema represivo que funcionó desde el franquismo hasta 1985 y que marcó la vida de miles de niñas y jóvenes.

Hoy escuchamos el testimonio de Consuelo García del Cid, una de las supervivientes que ha levantado la voz para que esta memoria no vuelva a enterrarse.

Antes del Patronato: una joven que empezaba a pensar por sí misma

Consuelo tenía 16 años, estudiaba y comenzaba a cuestionar abiertamente la dictadura. En una familia profundamente conservadora, su forma de pensar, su activismo y hasta sus cambios de vestuario se consideraron señales de “desobediencia”. Aquel contexto fue suficiente para que se decidiera su ingreso en el Patronato, sin juicio, sin delito y sin defensa.

Un sistema donde podía acabar cualquier mujer

El Patronato de Protección a la Mujer acogía a jóvenes consideradas “en riesgo moral”. La definición era tan amplia que permitía encerrar a niñas y adolescentes por casi cualquier motivo. Allí ingresaban hijas de presos, huérfanas, chicas violadas cuyos agresores seguían libres, adolescentes señaladas por sacerdotes por llevar minifalda o fumar, y jóvenes que simplemente comenzaban a tomar decisiones propias.

Consuelo lo define como “una Gestapo española contra las mujeres”: un sistema penitenciario encubierto para menores que no habían cometido ningún delito.

El ingreso: sedación, engaño y traslado sin consentimiento

Su entrada en el Patronato fue especialmente traumática. Su médico de cabecera la despertó para ponerle, supuestamente, una vacuna de la gripe. En realidad la sedaron, la mantuvieron inconsciente durante horas y la trasladaron a cientos de kilómetros de su casa sin informarla. Solo al ver por la ventana matrículas con la M comprendió que la habían llevado a Madrid. Hoy, este procedimiento constituiría un delito grave.

Vida bajo control absoluto: adoctrinamiento y trabajo forzado

La vida en estos centros, gestionados por órdenes religiosas, era una combinación de represión psicológica, censura y explotación laboral. La correspondencia se entregaba abierta, las visitas eran vigiladas por monjas, las conversaciones estaban prohibidas y el adoctrinamiento religioso ocupaba buena parte del día. Además, las internas trabajaban gratis en talleres de confección, imprenta, bordados o manipulado industrial.

Consuelo recuerda que aquello era “peor que una cárcel”, y las frecuentes fugas de compañeras lo demuestran. Pero la estrategia del Patronato era clara: desarraigar. Si eras de Barcelona te llevaban a Madrid; si eras de Madrid, a Ávila. Así evitaban que las fugadas tuvieran dónde refugiarse.

Los reformatorios del Patronato: Adoratrices, Buen Pastor y otros centros de castigo

Consuelo pasó por distintos reformatorios: Adoratrices de Madrid, Adoratrices de Ávila y finalmente Buen Pastor de Barcelona. Este último fue “menos terrible”, pero nunca un lugar digno. En Ávila realizó una huelga de hambre que dejó su cuerpo por debajo de los 35 kilos. En los orfanatos anexados, las niñas sufrían castigos físicos extremos: palizas, ortigas en la vulva o humillaciones constantes por hacerse pis en la cama.

Un sistema que se prolongó hasta 1985

Aunque cueste creerlo, este entramado represivo siguió activo hasta 1985. Consuelo comenzó a contar su historia públicamente en 2012, lo que destapó un “agujero negro de la memoria” del que nadie parecía querer hablar. La estigmatización había sido tan profunda que muchas supervivientes crecieron sintiendo vergüenza por algo que nunca fue culpa suya.

Las cicatrices que no se cierran: la importancia de contar la verdad

Cuando se le pregunta cómo se sana un trauma así, Consuelo es clara: “Esto no se cura nunca.” Lo único que puede reparar mínimamente la herida es explicar lo que ocurrió, señalar a los responsables y reconocer a las víctimas. El Grupo de Supervivientes trabaja precisamente para eso: que el país conozca la historia y que ninguna mujer vuelva a vivir algo semejante.

El mensaje del 25N: memoria, justicia y reparación

En un día dedicado a la denuncia de la violencia contra las mujeres, su testimonio nos recuerda que también existe una violencia institucional que ha castigado históricamente la libertad femenina. Consuelo pide que toda España conozca la verdad, que se haga justicia y que no haya olvido ni perdón.

Recordar para no repetir

El caso de Consuelo García del Cid es el de miles de mujeres marcadas por un sistema que castigó la autonomía femenina. Hoy, su voz y la de tantas supervivientes permiten iluminar un periodo oscuro que demasiado tiempo permaneció silenciado. Recordar no es abrir heridas: es impedir que vuelvan a sangrar.

 

Directo

  • Cadena SER

  •  
Últimos programas

Estas escuchando

Hora 14
Crónica 24/7

1x24: Ser o no Ser

23/08/2024 - 01:38:13

Ir al podcast

Noticias en 3′

  •  
Noticias en 3′
Últimos programas

Otros episodios

Cualquier tiempo pasado fue anterior

Tu audio se ha acabado.
Te redirigiremos al directo.

5 "

Compartir