Tiroteado

El estilita / Radio Coruña

A Coruña
Como ahora está de moda, voy a contar lo de la última rueda de prensa que tuve con el teniente de alcalde, al que señalan por acoso laboral. A él, y a la alcaldesa. En fin, que era una rueda de prensa, como ya dije, y llegaba tarde de nuevo. En mi descargo, solo fueron tres minutos, y el concejal no había llegado todavía, así que, técnicamente, había llegado a tiempo. Saqué uno de los dos móviles que siempre llevo encima para ponerlo a grabar junto al altavoz y fue entonces cuando me di cuenta de que no era el mío. Había robado el móvil de mi nuevo jefe en la primera reunión que había mantenido con él y que era el motivo de que llegara tarde.
Solté un taco, así sin más, en medio del salón lleno de periodistas, que de todos modos ya piensan que estoy pirado, y me senté con la sensación de que la rueda de prensa se había arruinado antes de empezar. Entonces apareció el portavoz, saludó cordialmente y empezó a soltar lo suyo, que eran los asuntos aprobados por el Gobierno local con ese tono modoso que este concejal suele emplear en sus alocuciones públicas.
En mi bolsillo, el móvil de mi jefe sonó y yo lo apagué rápidamente. Volvió a sonar cinco minutos después. Aquello no ayudó a mejorar mi escasa capacidad de atención. El concejal decía algo del surf, creo, y desgranaba cifra tras cifra. Lo del surf, tantos miles de euros; las duchas de Riazor, nosecuantos mil euros… Pero, en un momento dado, hablando del campo de golf, mencionó las concesiones municipales, y eso me recordó la rueda de prensa que había ofrecido meses atrás y en la que había revelado el descontrol existente en las concesiones municipales, algunas de las cuales llevaban años sin cobrarse, o estaban caducadas, o qué se yo, provocando una sangría de cientos de miles de euros en las arcas del Ayuntamiento. El concejal había capitaneado una labor casi arqueológica de los funcionarios para recopilar datos, y no había sido fácil, había asegurado, porque aparecían en los lugares más insospechados.
Durante la ronda de preguntas, le pregunté cómo marchaba aquello. Me costó cierto esfuerzo porque ya llevábamos media hora allí y el concejal tiene tendencia a ‘entretener el balón’: habla lentamente y se explaya con cada pregunta mucho más de lo necesario, con la intención, sospecho, de agotar el tiempo de la rueda de prensa.
El portavoz se lanzó a una detallada explicación y ahí sentí que había hallado un filón. Obviamente, se siente orgulloso de aquella “tarea hercúlea”, como la llamó él. Nos contó que una concesión de aparcamiento de autobuses en A Grela había caducado en 2010 sin que ninguno de nuestros dedicados funcionarios lo hubiera descubierto. El resultado es que se habían perdido medio millón de euros. Yo ahogué una risa sarcástica, pero el concejal se dio cuenta, y aquello le animó a sincerarse “Si, si –dijo-. E despois cando preguntan cando un recibe disparos. Os disparos sempre teñen explicación”. Luego rectificó: “Non teñen explicación pública, pero explicación teñen”.
Nos explicó que, según el equipo legal municipal, solo se podrían recuperar 200.000 euros. “Si, si, claro –repitió-. E que son dúas formas de estar en política. Deberían preguntar aos que estiveron gobernando por que non lle cobraron medio millón de euros. Tanto os que viñan a asaltar os ceos como aos grandes xestores económicos”. Lage nunca había tragado a la Marea y su actitud arrogante para con la vieja política. “Por iso ao mellor un non é tan ji-ji-ji, e non lle gusta tanto a algunha xente”. El concejal se sentía incomprendido, incluso abandonado, en su faceta de servidor público y nos abría su corazón a todos los periodistas presentes en la sala. Era difícil no comprenderle, pero estoy en contra de empatizar con los políticos, de la misma manera que estoy en contra de llevar perros en cochecitos de bebé. Me parece embarazoso.
“Descubrimos que un aparcadoiro tiña una concesión de solo público no Hospital. Claro: Lage no mola”, continuó el concejal, en su salsa. Yo ahogué otra risa. “Si, si. Pode rir, –me animó- Pero neste caso perdéronse mais de 70.000 euros”. El número dos del Gobierno local se sabía poco querido y es verdad que tiene algunos detractores, aunque no por su rigor a la hora de cobrar las cuentas pendientes. Es decir, no las municipales. Es uno de esos tipos bajos y sin cuello que parecen capaces de encajar cualquier golpe, duros como clavos, aunque él tiene fama más de martillo.
En efecto, lo que se comenta es que a él no le gusta que nadie sobresalga y que concentra el poder de las decisiones importantes de las concejalías. Por eso, además de Personal y Hacienda, había añadido a su cartera la Concejalía de Planificación estratégica, entendiendo por estratégico todo aquello que fuera de su interés. Tantas injerencias a martillazos han sentado fatal a muchos socialistas, por lo menos a los más díscolos. Han acabado presentando esas denuncias de acoso laboral, mientras la oposición critica esa concentración de poder. Según dicen, agita las llaves de las arcas municipales como si fuera un saco de Dog Chow.
Por ahí podían venir los tiros de los que se quejaba. Pero no hay que exagerar, sobre todo cuando se trata de luchas internas. Puede que no sea tan malo como dicen y, además, estoy a favor de los villanos. Son los motores de las grandes historias. Traté de imaginármelo como Blofeld, el malo de James Bond, aunque sin cicatriz, pero el móvil de mi jefe había activado el dispositivo de localización y la rueda de prensa había acabado. Tenía que darme prisa.
Cuando pasé a su lado me preguntó si tenía bastante. “Tengo el titular: ‘Lage no mola’”, le informé. “No seas capullo”, me respondió. Yo le dije que no podía prometerle nada y me fui. Cuarenta minutos más tarde, tras devolverle el móvil a mi jefe, subía la noticia a la web, una que me pareció inofensiva. Diez minutos más tarde, el concejal llamaba a mi director para quejarse. Y yo me dije: “A ver si va a ser verdad eso de que Lage no mola”.




