El micromentario de Pepe Belmonte: 'A quemarropa y sin piedad'

Murcia

Hace unos cuantos años, a mediados de la década de los noventa del siglo pasado, el periodista y escritor ilicitano Vicente Verdú ganó el premio Anagrama de ensayo con su libro titulado Planeta americano.

Una reflexión profunda y lúcida sobre la particular idiosincrasia del pueblo estadounidense, en donde ponía de relieve la singularidad de sus costumbres.

La matanza, por parte de un muchacho, a quemarropa y sin piedad, de 19 niños y dos profesores en un colegio del estado de Texas, con todos los antecedentes añadidos de hechos muy parecidos en otros lugares de los Estados Unidos, nos hace dudar de esa democracia con pies de barro que siempre nos han querido vender, al resto de los mortales, como la joya de la corona.

Los Estados Unidos, a pesar de ser una tierra admirable en donde han nacido y vivido muchos de los grandes genios de la música, del cine, de la literatura, de la pintura y de cualquier rama de la ciencia, es un país enfermo en donde se encuentra el mayor número de perturbados por metro cuadrado, como refleja Woody Allen en sus películas.

Las cifras son aplastantes y hablan por sí solas: cuatrocientos millones de armas en manos de sus ciudadanos y casi mil millones de armas disponibles para lo que haga falta. Así las cosas, es mucho más difícil adoptar un perro que comprar un fusil ametrallador o una pistola capaz de tumbar a un elefante.

Y lo peor de todo es que no se trata del capricho de un presidente, sino del mandato de una Constitución, considerada como ejemplo de libertad en todo el mundo, en cuya Segunda Enmienda, aprobaba en 1791, figura, literalmente, que el pueblo estadounidense tiene derecho a poseer y portar armas.

Cicerón, que fue un sabio, además de jurista, orador y político latino, lo dejó bien claro hace más de veinte siglos, cuando ni siquiera había indios en los Estados Unidos: “Las leyes callan, cuando las armas hablan”.

Pepe Belmonte